Memoria Antifascista
EXILIO IV – Campo de Argelès-sur-mer
Sin barracas, sin agua potable, sin electricidad, sin comida, sin servicio médico, sin letrinas, sin lo mínimo para la supervivencia humana, el campo se convirtió para los refugiados en un infierno en el que tenían que intentar sobrevivir. El rancho durante los primeros días consistía en mendrugos de pan que les lanzaban desde un camión y legumbres que cocinan con agua de mar.
Viva Madrid que es mi pueblo, 2. Mis primeros años
Al siguiente año de morir mi padre −yo tenía ocho años−, ingresé en el colegio Santa Ana y San Rafael, de los marianistas, filial de El Pilar, pero para los niños pobres y con pocos recursos. No pagábamos nada y nos daban los libros. Una cuestión de clases y diferencias; si en El Pilar estudiaron José María Aznar, Juan Luis Cebrían, los hermanos Garrigues Walker o Javier Solana; del Santa Ana y San Rafael salimos, El Dioni y yo mismo.
EXILIO III – Campo de Rivesaltes
Un informe médico constata que en el mes de junio de 1941 los trabajadores españoles se mueren de hambre, que pesan veinte kilos menos de lo que deberían. No hay comida. El agua escasea y sólo pueden ducharse de forma colectiva cada dos semanas. Las aguas estancadas de los pantanos cercanos provocan numerosas epidemias. También la mala planificación, como la colocación de los váteres al lado de las fuentes de agua potable, causa de una terrible epidemia de tifus en 1941.