Lesbos ya casi no aparece en la prensa, pero más de 2.000 personas refugiadas siguen malviviendo allí, bajo frío e indiferencia.
«Muchos de los campos que solían estar abiertos han sido sustituidos por campos cerrados. El resultado es que se parecen a una prisión, con valla y límite de libertad de movimiento» explica Elli Xenou, responsable de incidencia política de Médicos del Mundo en Grecia.
El campamento tiene aseos químicos que están en mal estado, la electricidad sufre interrupciones a diario y las pocas duchas que hay no tienen agua caliente, por ejemplo. Las personas refugiadas están expuestas al frío y al viento helado en pleno invierno, ya que el campamento está cerca del mar; y sin posibilidad de calentarse con calefacción.
La gente puede salir del campamento por emergencias de salud o razones médicas, pero si no solo cuentan con tres horas de libertad dos veces por semana.
Desde que el primer ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, formó un gobierno de centroderecha a mediados de 2019, Grecia ha introducido diversas medidas más duras en materia de asilo y seguridad fronteriza. Muchos de los anteriores campos de acogida de migrantes abiertos han sido o van a ser sustituidos por las llamadas instalaciones cerradas y de acceso controlado.
Las condiciones de acogida enferman
Médicos del Mundo España denunciamos que este modelo de «campos-prisión» en el que se ha convertido Lesbos va en la línea de la apuesta de la Comisión Europea, que pretende llevar a cabo este modelo en las fronteras exteriores de la UE, en base al Pacto Europeo de Migración y Asilo. Este pacto se encuentra actualmente bajo negociación y responde a una política de securitización de la frontera. La UE prioriza el control migratorio sobre los derechos de las personas migrantes y Médicos del Mundo insistimos en que su derecho a la salud, y particularmente la salud mental, es sistemáticamente violado.
En Médicos del Mundo venimos alertando que la forma en la que se acoge a las personas migrantes enferma, como denunciamos el pasado año en la última crisis migratoria en las Islas Canarias. Allí encontramos crisis de ansiedad, insomnio, dolores de cabeza y de espalda, estreñimiento, diarreas, vómitos, brotes de sarna, hongos, sabañones… Este apabullante diagnóstico está causado por las condiciones en las que los migrantes viven en los recursos de acogida habilitados por la Administración: grandes macrocentros que no están pensados en absoluto la integración y el cuidado de las personas.
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