Mariano Sánchez Soler: ‘La larga marcha ultra no se ha detenido’

Foto: Carlos Baglietto

«Creo que un partido de extrema derecha tiene un techo electoral, pero eso va a depender de cómo se resuelvan las cuestiones políticas de fondo, porque si hay una crisis de crispación, de violencia verbal, de mucho pronunciamiento de instituciones, no se sabe hasta dónde se puede llegar».

Por Angelo Nero | 15/04/2024

Casi cuarenta años, si contamos desde el golpe de estado del general Franco hasta su muerte, duró la dictadura de extrema derecha que gobernó España, llenando las cunetas de opositores, de resistentes, y las cárceles de vencidos, de silenciadas, imponiendo una “longa noite de pedra”, un régimen totalitario sustentado en el terror, al que le sucedió una monarquía parlamentaria -monarquía designada, no lo olvidemos, por Franco- que, mal que bien, caminó otros cincuenta años en democracia, un camino en el que no que supo, o no se quiso, cerrar la herida abierta por el franquismo.

Desde la Transición, la extrema derecha -pese a que muchos sostenemos que siempre estuvo en el Partido Popular, cuyo antecedente, Alianza Popular, fue fundada por siete ministros franquistas, con Manuel Fraga a la cabeza- recorrió una travesía por el desierto de cuarenta años, desde que Blas Piñar fuera elegido como parlamentario por Fuerza Nueva, en 1979, hasta que en abril de 2019 entrara el partido de Santiago Abascal, con 24 diputados, en el Congreso. Esta travesía, es la que analiza el periodista y escritor Mariano Sánchez Soler en su libro “La larga marcha ultra: desde la muerte de Franco a Vox.”

En tu trabajo analizas las razones por las que fracasaron los intentos de la extrema derecha de fraguar un proyecto político al margen de la derecha hegemónica, ¿cuáles fueron, a grandes rasgos, esas razones para que no se afianzara una extrema derecha que era muy activa en la Transición, aunque no tuviera un gran seguimiento electoral, ni tuvieran éxito todos los intentos posteriores, en cuatro largas décadas, en hacer viable una alternativa ultra?

En primer lugar, la proximidad de la dictadura. Ese fue un elemento determinante. Tenemos que partir de la base de que la extrema derecha, el fascismo, estaba dentro del aparato de estado franquista, formaba parte de las Cortes, había ministros falangistas, tradicionalistas, integristas, en la cúpula franquista. Cuando se da la Transición, el elemento esencial es el cambio, la necesidad de cambiar, y el hecho de que los dirigentes de la extrema derecha vengan del aparato del estado como, por ejemplo, el dirigente ultra que tuvo más éxito, Blas Piñar, era miembro del Consejo de Reino y había sido Director General del Instituto de Cultura Hispánica. Esta vinculación al aparato franquista fue un elemento determinante durante mucho tiempo.

Otro elemento, desde el punto de vista generacional, es que tuvieron que pasar cuarenta años para que una nueva generación de votantes que no habían vivido el franquismo, que no conocían el aspecto perverso del régimen ni sabían de la represión, optaran por este tipo de alternativas políticas de extrema derecha. Esos dos elementos son fundamentales.

Después, el discurso político es muy importante y la imagen. Date cuenta, por ejemplo en Francia, cuando Jean-Marie Le Pen se quitó el parche, se puso un ojo de cristal y vistió de traje en vez de la parafernalia militar, subió el nivel de votos. La estética del discurso también es importante. Ha tenido que pasar esa generación, y ha tenido que venir otra nueva generación de políticos, para que tuvieran peso en las elecciones.

Y si en esas cuatro décadas no consiguió cuajar un partido político de extrema derecha, ¿a qué factores le achacas que sea, precisamente en 2018, cuando Vox, fundado solo seis años atrás, irrumpa con esa fuerza en el parlamento, cuando, además, se estaba disputando el liderazgo de la derecha entre el Partido Popular y Ciudadanos?

Vox encuentra su hueco por varios factores. Desde el punto de vista político encuentra su hueco electoral por la crisis profunda de la derecha, pero también por la crisis de la izquierda, que no es capaz de dar respuesta a grandes problemas y abandona a sectores de la sociedad, deja de hacer política hacía ellos. Yo creo que ese es el factor determinante. Vox hizo su travesía por el desierto, pero fue muy corta, porque cuando irrumpen en las elecciones europeas de 1979, después de ser fundados, les faltaron 1700 votos para obtener un eurodiputado. Esto no se había dado en la extrema derecha nunca, había logrado 35.000 votos, 100.000 votos, en todos los intentos a lo largo de décadas. Date cuenta que en las elecciones al Parlamento europeo, al ser una circunscripción única, se ve con más pureza el valor de cada voto numéricamente. Rompieron con la dinámica de la extrema derecha, con los intentos fallidos de coalición falangista, de integristas católicos, y entonces Vox se convirtió en banderín de enganche, porque muchos de sus cuadros políticos vienen del pensamiento falangista, de sectores integristas católicos…

Ellos surgen con una fuerza que no se veía en la extrema derecha española, que estaba, francamente, en bancarrota después del intento de Blas Piñar de presentarse en las Europeas y que fue un desastre absoluto. Ese es el factor subjetivo. Piensa que sus fundadores salían del ala derecha del PP, porque la extrema derecha estaba dentro de las filas del Partido Popular, los votantes de extrema derecha votaban al Partido Popular, y sectores derechistas estaban ahí.

Y luego se dieron las circunstancias políticas. Si tú tienes al PP en una crisis definitiva, con una falta de liderazgo y peleándose entre ellos, tienes a la izquierda incapaz de dar respuestas, y tienes el modelo europeo, como Le Pen desde los años ochenta, que también empezó a subir en número de votos, con una política de ultranacionalista, y ocupando el espacio de partidos como el Partido Comunista Francés, pues todo eso va sumándose. Vox, desde el primer momento, tuvo buenos resultados electorales. En las municipales que no les fue mal y tampoco en las Andaluzas de 2018, cuando entraron en un parlamento por primera vez. A partir de ahí se ve toda la dinámica, cómo va a desarrollarse. Una vez que estás dentro ya has blanqueado tu ideología y te conviertes en un elemento más del sistema político.

El proceso soberanista de Cataluña, que culminó con el referéndum de independencia de 2017, ¿actuó como catalizador del votante de extrema derecha que, hasta entonces, apoyaba mayoritariamente al Partido Popular, con la alarma de “España se rompe”?

No. Que eso pudo crispar y hacer votar a más gente a favor de ellos, pero los dirigentes de Vox ya habían hecho un discurso nacionalista español, al estilo de “España, una, grande y libre”. Y ellos se basaban en buscar el voto de la juventud en las redes sociales. Creo que “el Procés” de Cataluña fue un medio que utilizaron y que, en un momento dado, les pudo suponer una subida considerable de votos. Pero piensa una cosa, sacaron 24 diputados en las Elecciones Generales, en 2019, unos meses después al repetirse los comicios sacaron 52. Ese es el crecimiento que se da en ese proceso, pero luego bajan, en 2023, a 33, un resultado que responde a algo más estable. Yo creo que acusar de esto al Procés es oportunista. Todo influye. Con el Procés catalán se dio la tormenta perfecta, pero ya estaban todos los elementos, vino la ola y la subieron.

En esa larga marcha, la extrema derecha española, a imitación de la francesa del Frente Nacional de Le Pen, se ha modernizado, ha modulado sus discursos y sus formas, en cierto modo se hace transversal y penetra en los caladeros electorales de la derecha tradicional, pero también se hace con un voto anti-sistema, ¿cuáles son las claves este éxito electoral?

Penetra en la derecha pero también en caladeros tradicionales de la izquierda, barrios obreros, abandonados durante décadas por no hacer una política hacia ellos, sectores industriales en crisis… Yo creo que la crisis es el elemento más determinante en la aparición de esta alternativa. Siempre se ha dicho, “ya estaban ahí”, sí y no, porque Alianza Popular era un partido muy de derechas, pero a pesar ser tan conservador no tenía ese talante que tiene Vox, que está más a la derecha que AP. Cuando se unió toda la derecha en el PP, ya había un conglomerado en el que se juntaba gente del centro derecha y de la derecha dura. Sin embargo, Vox es una expresión política nueva. Las personas que votaban como mal menor al PP, por su anticomunismo y por el odio a la izquierda tradicional, no tenían una expresión política parlamentaria, tan directa, y ahora la han encontrado. Y ya están aquí con una extrema derecha equiparable a la francesa, a la italiana, a la húngara, a la mitad de Europa, dentro de una ola de conservadurismo político muy bestia. Según estadísticas, el 25% de la población europea está a favor de medidas de extrema derecha y está apoyando políticas ultranacionalistas muy radicales.

El tema de la inmigración también lo está cogiendo parte de la izquierda…

El problema de la extrema derecha española con el tema de la inmigración, al principio, no era suficiente motivo para conseguir votos, e influencia política y social, Tenía una carga, Hispanoamérica, y los inmigrantes latinoamericanos, por el tema de la lengua y de la historia, hacían muy difícil ser xenófobo Si atacaban en ese momento a la inmigración, estaban atacando a “la hispanidad”. Para la extrema derecha tradicional española resultaba muy difícil mantener ese discurso. Solo los neonazis, que eran residuales, se planteaban estas cosas de una manera más directa. Pero ahora se ha creado la islamofobia, el odio a los árabes, y ese sí que ha sido un banderín de enganche para que todos estos sectores pongan la vista en eso.

En el libro hablo de cómo se vive ese proceso desde la muerte de Franco hasta la actualidad, y cómo van cambiando los discursos, sin salirse del marco, y cómo se van ajustando a los discursos europeos, porque es una extrema derecha que ha venido para quedarse. Es una extrema derecha europea, no es el resultado del pasado, es actual. aunque, al mismo tiempo, está el conservadurismo de no meterse con el franquismo, pero tampoco lo tienen como una señal de identidad directa. De hecho, en las campañas electorales no han nombrado el franquismo nunca, aunque estén en contra de la memoria histórica, pero ellos hablan a la gente que tiene problemas y que pide soluciones. Vox ha sacado votos en lugares que ni siquiera habían pisado con un megáfono, porqué el tema de la inmigración, que no es tan importante numéricamente (en el libro doy estadísticas), sin embargo, en los sectores que viven más cerca, donde hay más migrantes, Vox ha obtenido muchos votantes, y son gente obrera, humilde.

Y, por otra parte, ¿quiénes crees tú que son los artífices del éxito electoral de Vox?

En primer lugar, los que salen del sector más derechista del PP. Recuerda que Vidal-Quadras estaba entre los fundadores. También es muy importante el sector de los políticos vascos, como Abascal, Mayor Oreja… En segundo lugar, han sabido utilizar muy bien las redes sociales. En Andalucía pegaron el salto, en gran medida, porque el uso de las redes hizo que atrajeran el voto de gente joven, que es lo mismo que hizo Trump en las elecciones norteamericanas. Es una estrategia importada: noticias falsas, memes, etc. En el libro lo relato con claridad. La funcionado hablarle a ese sector de la población. El uso de las redes y el discurso nacionalista les ha dado este resultado.

La culpa es de los inmigrantes, de las feministas, de Venezuela, de los separatistas, de los musulmanes… a veces nos quedamos en la caricatura, pero, detrás de todos estos mensajes que buscan culpabilizar al otro, ¿cuál es el modelo económico que propone Vox? ¿es muy diferente al que está en el programa del Partido Popular?

No, en esencia no, son neoliberales, aunque más radicales, con menos complejos. En el tema económico no hay diferencia con el PP. Eso siempre es así, buscan un discurso populista, y hablarle a gente determinada. Una parte importante del electorado de Vox es gente que vive ajena a los avatares de la política. Pero es un sector importante, con los jóvenes. Es una renovación electoral.

Volvamos al inicio, a aquella Fuerza Nueva de Blas Piñar, que, además de utilizar la vía electoral, también buscaba hacerse con las calles, donde la protesta social era mayoritaria, y que no dudada en utilizar la violencia, dejando varios muertos como Yolanda González o Arturo Ruíz, ¿crees posible que la ultraderecha pudiera tener la tentación de volver a utilizar la violencia para imponerse?

Depende de la situación política. Estas cosas nunca son abstractas, depende de cómo evolucione la historia. Esa violencia de la extrema derecha durante la Transición fue una violencia política que trataba de frenar el avance de la izquierda y mantener la España de Franco en sus ejes fundamentales. La violencia venía de ese momento duro de cambio de régimen, de una dictadura a una monarquía parlamentaria. Se puede dar, pero eso no se puede saber.

De todas formas, esa agresividad en los discursos, esa violencia verbal permanente en el parlamento… es la antesala de otras actitudes violentas. Luego, la cultura política de muchos de sus dirigentes viene de José Antonio Primo de Rivera y de pensadores que estaban dispuestos a hacer todo por la patria. El nacionalismo radical de esta gente puede, en un momento dado, llamar a la violencia. De todos modos, la crispación, los insultos en el parlamento, y por todos lados, no es una buena forma de hacer política. Hay un tópico que dice que la historia se repite, y no, nunca se repite de la misma manera; hay factores nuevos, hay otra generación actuando.

Aunque no vengan de una extrema derecha tradicional, como la de Blas Piñar, en el libro señalas que. en estas décadas de la larga marcha ultra, hubo varias formaciones políticas que focalizaron el voto del electorado más conservador, como Ruiz-Mateos o Jesús Gil, y, posteriormente Josep Anglada, que venía, además, de la formación heredera de Fuerza Nueva, el Frente Nacional. ¿Es un indicador de que, en cierto modo, el dinosaurio todavía seguía allí?

Ruíz-Mateos, sobretodo, y Jesús Gil, lo que recogieron fue el voto de la gente cabreada, cogieron el voto de la rabia, del odio al PSOE. De hecho, los resultados de Ruíz-Mateos en las elecciones europeas fue espectacular en 1989 (más de 600.000 votos frente a los 80.000 de la extrema derecha restante) y el Gil también en las municipales. Los dos consiguieron que votara ese tipo de gente, atrajeron el voto ultraconservador, y de hecho, muchos de los votos que la ultraderecha pensaban que podían sacar en Europa se fueron a Ruíz-Mateos. La expresión de los votos ultras es muy amplia, y depende del discurso que se lance, y cómo se lanza, al electorado.

Y luego está Anglada, fundador de la Plataforma por Cataluña, proveniente de un sector xenófobo, identitario, de ultraderecha, que antes fue militante de Fuerza Nueva, incluso estuvo en las listas del Frente Nacional de Blas Piñar. La incapacidad de la izquierda para resolver algunos problemas le dio una plataforma de propaganda increíbles. Pero es una extrema derecha real, no es un fruto del pasado.

En todos estos años, Vox ha fraguado estrechas alianzas internacionales con otras organizaciones de extrema derecha, y muchas de ellas han llegado al gobierno de sus países, como las Orban en Hungría, Meloni en Italia, o más recientemente Milei en Argentina, ¿Cuáles son los objetivos que unen a formaciones tan dispares como Fratelli d’Italia, Fidesz, La Libertad Avanza y Vox?

No son tan diferentes. Cada cual está adaptado a su realidad nacional, pero no son tan distintos. Son nacionalistas por encima del proyecto europeo, son conservadores en todo lo que tenga que ver con la familia, están por la defensa de la familia “tradicional”, no están a favor de la liberación de la mujer, contra el aborto… y las ideas las comparten, lo que ocurre es que, en cada país, cada uno lo hace según las características de este.

Un capítulo aparte es el de las pugnas dentro de Vox, el abandono de la formación ultra de Macarena Olona, la marcha de Espinosa de los Monteros, la relegación a una segunda fila de Javier Ortega-Smith, y el ascenso de Ignacio Garriga y Jorge Buxadé, ¿cómo valoras todos estos movimientos internos dentro del partido de Santiago Abascal -al menos su liderazgo no ha sido cuestionado-, y en qué medida puede afectarles a nivel electoral?

No lo sé. Hay que partir de la base de que crear un partido no es tan sencillo. Hay gente que ha pasado más de cien años tratando de montar un partido que tuviera influencia, hasta conseguirlo. Eso no es tan simple. Es una suma de personas, con una serie de ideas, y date cuenta de que, cuando se funda Vox, su discurso también era neoliberal en lo político también. Sus los fundadores eran personajes muy conservadores, pero que venía con un pasado político democrático sin discusión, tipo Camuñas. También Vidal-Quadras. Si hubiera logrado salir como eurodiputado no se hubiera ido del partido.

¿Cómo va a influir eso? La diferencia de ahora a cuando empezaron, es que ya están dentro de las instituciones. Estas gentes que citas, como Olona, tampoco eran tan importantes; o como Cristina Seguí, eran recién llegadas a la política. Y no hay que menospreciar una cuestión que me parece fundamental: son gente con mucha experiencia política, Abascal, por ejemplo, llevaba en el PP desde los 18 años y sabe manejarse en el terreno de la gestión política.

Creo que un partido de extrema derecha tiene un techo electoral, pero eso va a depender de cómo se resuelvan las cuestiones políticas de fondo, porque si hay una crisis de crispación, de violencia verbal, de mucho pronunciamiento de instituciones, no se sabe hasta dónde se puede llegar.

En solo diez años hemos visto el ascenso meteórico de Podemos y Ciudadanos, y su descenso a los infiernos, perdiendo parte o todo el poder municipal y autonómico, y teniendo una presencia mínima, en el caso de Podemos, en el Congreso, ¿es posible augurar que algo similar le pueda pasar a Vox, o su larga marcha todavía no se ha detenido?

No se ha detenido. Si en las elecciones generales, los números hubieran dado la posibilidad de gobernar a PP y Vox, estarían gobernando. Ha sido un frenazo para ellos, porque las daban ya por ganadas, y no están en el gobierno estatal, pero podían estar, como pasó en Italia con Meloni, o en Hungría con Orbán. Se ha frenado su marcha, pero esto es solo el principio. Yo pensaba que había escrito un libro de historia, desde la muerte de Franco, con movimientos ultras, para llegar hasta aquí, y he explicado un recorrido coherente. Y ahora, como se ha blanqueado a la extrema derecha, se ha aceptado la presencia de Vox en las instituciones, ahora parece que he escrito un libro casi subversivo, porque se ve con normalidad todos los discursos de esta gente. Ya están aquí, y van a seguir. No es determinante que suban o bajen de escaños, lo determinante sería que desaparecieran del espectro político, porque de lo contrario van a ser la bisagra que abra la puerta a la política conservadora, y eso tiene largo recorrido. Y se van consolidando en una dirección, y con una orientación muy concreta.

El papel de los medios de comunicación ha sido clave en el ascenso de Vox, en cierto modo ha servido para normalizar una extrema derecha que tenía, hasta el momento, muy mala prensa, ¿qué peso crees que ha tenido en el éxito electoral de Vox?

Han boicoteado a todos los medios de comunicación que eran críticos con ellos, no les dejaban entrar en las ruedas de prensa, no les daban ningún tipo de comunicado; han sido muy agresivos durante todas las campañas, pero lo que han tenido medios de comunicación que les han apoyado, periódicos digitales, blogs de noticias de todo tipo, Vox ha usado medios de comunicación alternativos, que no había utilizado nadie.

La Memoria Histórica ha sido uno de los caballos de batalla de Vox en la lucha por el relato, llegando a cosas tan delirantes como cuando Ortega Smith dice que las 13 rosas «Eran mujeres que torturaban, mataban y violaban vilmente», ¿tiene la ultraderecha un aliado en la judicatura para que estos delitos de odio queden impunes?

Son unos provocadores, y han hecho de la mentira política un arma de propaganda. Esto es un clásico, dicen esas cosas para provocar confusión, rabia y odio, y lo más extraordinario es que no les importa decir mentiras. A priori creo que la judicatura se dedica a aplicar las leyes, evidentemente tiene una alianza política de jueces conservadores con la derecha, en general, desde que Pedro Sánchez está en el gobierno. Ahora hay el ruido de togas, antes se hablaba del ruido de sables.

Y para terminar, en un panorama de retroceso de la izquierda estatal, ¿con qué antídotos contamos para combatir a la ultraderecha hoy en día?

Los antídotos los veo un poco flojos. Primero, la izquierda tiene que ir unida ante este tipo de cuestiones. Solo hay un antídoto histórico: la concienciación y la movilización de la gente. Yo soy optimista, confío mucho en el sentido común de la ciudadanía, que es mucho más lista de lo que se pretende, pero las respuestas tienen que ser políticas, y si la respuesta es vamos a pelearnos todos, no sé muy bien porque motivo…

En España, los votantes han parado lo que podía haber sido una victoria clara de la derecha y la extrema derecha, y eso hay que tenerlo claro. Piensa que nosotros, la gente progresista, respiramos a fondo cuando vimos que no llegaban al gobierno. Esto es algo importante a la hora de poner en valor que no somos una sociedad retrógrada. De todas formas, me hablabas antes del discurso político, yo el libro lo abro el libro con las citas de dos intervenciones: una de Blas Piñar en el año 1981, y otra de Abascal en 2001. Ambos dicen lo mismo, su discurso es idéntico. Los temas que plantean, el derecho a la vida, la propiedad, el honor, la libertad, el bien, el pan, España…

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