Con motivo del intento de censura por parte de VOX de la obra «Altsasu», en Madrid, recuperamos la entrevista que hace unos meses le hicimos a su directora, la dramaturga María Goiricelaya, que forma, junto a Ane Pikaza, la compañía La Dramática Errante
Por Angelo Nero
La Dramática Errante, con Maria Goiricelaya al frente, ha emprendido el desafío en llevar el caso Altsasu al teatro, consciente de reabrir un debate para airear unas heridas que nunca se han cerrado del todo, y para ello ha decidido escuchar todas las voces, sentir todos los dolores, buscar las razones de unos y de otros, e intentar que sea el público el que continúe, a la salida de la función, con ese debate, pero con puntos de vista que quizás no había contemplado, cuando nosotros también hicimos nuestro propio juicio sobre el caso.
Condensar en una obra de teatro los sucesos del Caso Altsasu, sumergiéndose en los sumarios del juicio, los ríos de tinta que corrieron en la prensa, las declaraciones políticas, no ha debido ser una tarea fácil, ¿como fue esa tarea de documentación para la elaboración del guión de la obra?
La documentación para elaborar el guión, o la dramatización, en mi caso, de Altsasu, ha sido una tarea muy extensa. Estuve documentándome a lo largo de seis meses, y escribir el guión ha durado más de un año, y me he basado, sobretodo, en toda esa información que pude recabar por todo tipo de medios, bien periódicos, bien documentación de carácter audiovisual, libros -porque para entonces había también un libro publicado sobre el caso Altsasu- y, sobretodo, en lo que más me basé es en la transcripción del juicio oral. Tenía esas 300 páginas del juicio, y creo que es de la fuente que más bebe esta pieza, que si bien es una ficción, tiene mucho también de documental.
Aunque hay muchas cosas que has tenido que imaginar, como algunos diálogos en la prisión, o los que mantienen los guardias civiles con sus parejas, porque, además, decidiste no tener contacto con las partes implicadas, ¿ha sido la parte más difícil de elaborar, el encontrar esas voces que no estaban escritas en un papel?
La parte más difícil de encontrar esas voces, que ver con esta tarea imaginativa y creativa de realmente no conocer a esas personas, y tener que imaginar su lado humano, su lado vulnerable, ese lado que no está recogido en los medios de comunicación, y que, sin embargo, aterriza mucho en el caso de esta pieza con los personajes. Yo creo que esas partes que están ficcionadas, que son las que no hemos visto en los medios o que no están recogidas en los libros, son las que le dan poso a estos personajes, y las que también recogen lo que es más carne, lo que tiene que ver más con las entrañas de cada uno de ellos.
La obra pone el foco en un poder judicial que, muchas veces, está contaminado por el poder político, y que no actúa, como debería ser, de una forma independiente, si no al servicio de este. ¿No temiste, en algún momento, que esa justicia que critica la obra, pudiera sentirse interpelada por la obra? Al fin y al cabo, por menos acabaron unos titiriteros entre rejas…
La verdad es que no temí en ningún momento que esta justicia que se cuestiona en el espectáculo pudiera sentirse interpelada, bueno, quizás interpelada si, porque al final para eso es esta pieza, para cuestionar la justicia, para que el público decida, si esta es la justicia que queremos tener en un estado democrático o no. Pero nunca pensé que algo fuera a moverse hasta tal punto. En un espectáculo como este tiene que primar la libertad de expresión, y creo que es necesario cuestionar cualquier tipo de poder, para poder avanzar en sociedad.
Lo que me parece más valiente de Altsasu es que te hace ponerte en la piel de los protagonistas, y entender el dolor de unos y de otros, aunque finalmente, optemos, por afinidad ideológica, por los “nuestros”. ¿Mientras escribías la obra intentaste tasar las razones y, sobretodo, los sentimientos de los protagonistas, para buscar un equilibrio?
Quizás tasar sea un verbo demasiado medido, no lo pensé tanto, no había una búsqueda de equilibrio, aunque al final fuera lo que se consiguiera. Lo que había era una necesidad de que cada personaje, de alguna manera, defendiera, argumentara, su punto de vista, o por lo menos tuviera esta posibilidad de decir que estaba viviendo como lo estaba viviendo, que le estaba pasando por dentro. Creo que esta búsqueda o este intento de ser honesto con cada personaje, es donde este equilibrio, aunque a mi tampoco me gusta llamarle equilibrio, porque parece que ningún discurso está cien por cien equilibrado, y a veces es contraproducente. De hecho, a la necesidad de estas personas de contar verdaderamente lo que sentían.
El caso Altsasu abrió encendidos debates en la sociedad española y vasca, volvieron a abrirse heridas que habían cicatrizado mal, y otra vez se puso sobre la mesa el tema de violencia. ¿Intentas con la obra darle una vuelta al debate, para que dejemos de escucharnos a nosotros mismos y tengamos que escuchar al otro?
De alguna manera, es verdad que Altsasu es un espectáculo que invita a la reflexión y que invita al debate, que invita al encuentro posterior. Creo que escucharnos a nosotros mismo está bien, es necesario, y hacer el ejercicio de ponernos en el lugar del otro, hacer ese costoso ejercicio, porque a veces cuesta, a veces molesta mirar a través de los ojos de otra persona, y además de otra persona con la que no estás de acuerdo, me parece interesante además para una sociedad que quiera caminar hacia un lugar mejor. Y en este caso, cuando hablamos de las cicatrices, todo el mundo tiende a lamerse las suyas, y tendemos muy poco a mirar las del otro. Altsasu creo que es un espectáculo para eso, para reconocer las tuyas propias, y ver donde yo engancho con la otra persona, o donde no engancho con ella, pero al menos hacerme la pregunta de que lugares hay de encuentro y de desencuentro.
La producción ha corrido a cargo de La Dramática Errante, la compañía que creaste en 2020 con Ane Pikaza, ¿Como es vuestra forma de trabajo, para desarrollar en el mismo año dos proyectos tan ambiciosos como Altsasu y Yerma?
Altsasu y Yerma nacen el mismo años. Es algo que no preveíamos ni Ane ni yo. Altsasu ya tenía fecha de estreno, el texto estaba escrito, la producción estaba en marcha, cuando Sala BBK saca la posibilidad de crear una pieza, y Ane y yo decidimos que íbamos con Yerma, pero, en cualquier caso, ella y yo siempre decimos que, de repente, hemos tenido mellizos, que teníamos un embarazo ya en marcha, muy bonito, que era esta Altsasu, y que, de repente, llegaron dos. Es precioso y, a la vez, muy complicado, y no creo que sea lo ideal para ninguna compañía, por lo menos con las dimensiones de la nuestra, tener dos producciones de este calibre el mismo año. Me parece incluso contraproducente, por la posibilidad después de girar ambos espectáculos, pero a veces las cosas viene así y hay que intentar bailar con ellas, así han nacido estos dos mellizos que tanto queremos las dos..
Altsasu ha sido finalista como mejor espectáculo de teatro en los Premios Max, y tu también has sido finalista por esta obra como mejor autora teatral, y finalista a la mejor dirección de escena por Yerma. Por Yerma, finalmente, recibiste el premio a la mejor adaptación de obra teatral. ¿Que significa para ti este reconocimiento de tu trabajo? ¿es tan o más importante que el reconocimiento del público?
Los premios siempre son bonitos, siempre significan el reconocimiento de tu trabajo. En mi caso empecé a hacer teatro a los quince, el premio ha llegado a los cuarenta, creo que han sido años suficientes, suficiente esfuerzo, como para que esta cosa tan bonita llegue. Es importante, por supuesto, para una compañía, por el impulso que supone, por la posibilidad de que la pieza tenga más recorrido, y tenga más funciones. Es importante también por lo que esta pieza, Yerma, es en concreto, lo que ha supuesto para el púbico, que creo que es verdad que es mayor que cualquier premio el poder compartir algo que resuena y que, de alguna manera, interpela y emociona a tantas personas. Estamos muy contentas tanto por el premio a la pieza, como por el premio diario que es cada día salir del espectáculo y encontrar a varias personas emocionadas, dándote las gracias por haber creado esto. Ese premio es mas o igual de valioso que el otro.
Los cuatro actores en el escenario Ane Pikaza, Egoitz Sánchez, Nagore González y Aitor Borobia van cambiando de roles con una facilidad asombrosa, son capaces de ponerse en la piel de un juez, y al momento en la del acusado. ¿Es una forma de conseguir que el espectador no tome partido por un protagonista?
Es verdad que para que el público saltara de un lugar a otro nos parecía que el hecho de que los propios guardias civiles también hicieran el papel de personas imputadas ponía al espectador en un sitio incómodo, porque tu te vas yendo también con el actor, vas saltando de un espacio a otro, de un momento a otro, y es la misma persona la que tienes delante, pero con tesituras y circunstancias muy diferentes. Este es uno de los aciertos de esta pieza, el hecho de que el público se enfrenta una misma persona, encarnando a personas absolutamente diferentes.
Creo mucho en la imaginación del espectador, creo que el espectador es inteligente, y cada vez más y más exigente, y si me parece que aunque este planteamiento sea muy dinámico, muy rápido, y que los cambios sean mínimos y saltemos de un espacio a otro de forma trepidante, en ningún momento percibí que el espectador se fuera a perder en esta historia, al revés, pienso que este dinamismo también es lo que le da un ritmo vertiginoso, que seduce mucho, y que nos hace involucrarnos y avanzar constantemente en la acción que está sucediendo.
La puesta en escena también es una de las apuestas fuertes de Altsasu, ya que la escenografía es muy austera, con solo cuatro sillas logra que nos imaginemos un bar, una prisión, un coche, una casa… esto consigue también imprimir un dinamismo a las escenas que se van sucediendo con rápidez. ¿No corrías el riesgo con ello de que el espectador se perdiera en este cambio constante de escenarios? La coreografía, el vestuario, la iluminación también son elementos destacables de la obra, ¿nos puedes hablar un poco de ese equipo que está detrás de Altsasu, y que contribuyen a lograr un resultado tan espectacular?
Es verdad que los elementos que hay son mínimos en la pieza, pero si que están cuidados. El vestuario que ha hecho Betitxe Saitua es muy práctico, teníamos muy claro que había que cambiar de personaje en cuestión de segundos, la chica que se quita la sudadera se pone una coleta y, de repente, ya es la jueza, y esta jueza se pone una diadema y es otro personaje. Había exigencias dentro de la propia dinámica y de la propia acción y devenir del espectáculo que exigían que el vestuario fuera una cosa funcional y muy práctica, y Betitxe es verdad que ha hecho un gran trabajo.
También ha hecho un trabajo excepcional David Alkorta en la iluminación. Son cambios muy concretos y muy sutiles, pero que nos transportan a mundos totalmente diferentes, pasamos de una cárcel a un bar, y de repente, a la sala de juicios. Hay cuatro espacios más o menos definidos, y luego vamos pasando a otros más abstractos, como es este imaginario del carnaval de Altsasu, toda esa parte que tiene que ver con el momotxorro.
La iluminación es uno de los puntos fuertes, como lo es también el espacio sonoro de Ibon Aguirre a través de estas pelotas que suenan contra la pared del frontón, o estos otros ambientes más pequeñitos que nos llevan al bar donde sucedieron los hechos o a la sala de juicios, creo que todo ello es un envoltorio precioso para un espectáculo donde parece que no hay nada, que parece muy simple, pero que, en realidad, funciona como un reloj suizo.
Parece que poco ha cambiado este país, cuando obras como Altsasu todavía despiertan el ánimo censor de algunos políticos que piden que no se programe en su ciudad, como la portavoz del PP de Vitoria, que tildaba la obra como “adoctrinamiento nacionalista”. ¿Que te parecen este tipo de gestos políticos?
Creo que cualquier intento de prohibición de un espectáculo es lamentable en los tiempos que corren. Cualquier artista tiene derecho a expresarse libremente sobre un escenario. Me sigue sorprendiendo y entristeciendo, sobretodo, que este tipo de actos tengan lugar.
Para terminar, nos gustaría saber que recorrido ha tenido la obra, en que lugares se ha podido representar, y cual ha sido la respuesta del público y de la crítica.
Respecto al recorrido que ha tenido Altsasu, diría que, paradójicamente, es un espectáculo que se ha visto en sitios insospechados, y que no se verá en muchos sitios sospechados. Se ha visto en Montevideo, en Bogotá, en Medellín, con funciones, en todas ellas, con el público en pie. Ha recorrido todo el País Vasco, recientemente se ha visto en Madrid, se ha visto en Alicante, en Zaragoza, dentro de nada estará también en el Grec, en Barcelona, y también viajará, en la temporada que viene, a Madrid, en el Teatro de la Abadía. Creo que hay un tipo de dirección artística, un programador artístico arriesgado, que ha querido apostar por una pieza incómoda, y luego creo que hay muchos cuestionamientos políticos que seguro que frenan la presencia de la pieza en muchos teatros.
A mi me parece que el recorrido de Altsasu también habla de nuestro recorrido como sociedad, y creo que es interesante situarnos bien y ver como nuestra piezas hablan de nosotros como creadores y de como se llevan o como se ejecutan las políticas culturales de este país.
Ha sido muy inesperada la acogida que está teniendo por donde pasa, es increíble, no hay nada más que ver un espectáculo de una compañía muy pequeñita, creo que era la única producción de carácter privado que llega a esa final de los premios Max como mejor espectáculo, con un tema tan delicado y tan riesgoso, y además dirigido y escrito por mujeres.
Desde este lado creo que la crítica es más que buena, y la respuesta del público se ve en cada función. No recuerdo función de Altsasu donde no haya gran emoción en el final, grandes ganas de salir corriendo para poder hablar. Creo que es un espectáculo que levanta pasiones, pese a ser un tema tan peliagudo, y esperamos que siga así, que siga su recorrido, allá por donde dejan que se vea, y que siga jaleando al público, animándole a reflexionar y empujándole a debatir, que yo creo que es para lo que está hecha esta pieza. Esta es su naturaleza.
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