Manuel Fuentes Mesa, asesinado por la guardia civil en la Semana Pro Amnistía

Unos días antes había comenzado la semana Pro Amnistía, con huelgas y manifestaciones continuadas en los cuatro herrialdes de Hego Euskalherria, que habían sido duramente reprimidas por la policía armada y la guardia civil

Por Angelo Nero

En la noche del 13 de mayo de 1977, unos amigos, compañeros de trabajo de la Factoría Mavisa, celebraran una despedida de soltero, en el bar Hermi, en el municipio vizcaíno de Ortuella. Parece que la fiesta no se desmadró, puesto que a las once y media, abandonaron el local, dirigiéndose hacia sus vehículos, cuando a ambos lados de la calle aparecieron cinco jeeps de la Guardia Civil. Unos días antes había comenzado la semana Pro Amnistía, con huelgas y manifestaciones continuadas en los cuatro herrialdes de Hego Euskalherria, que habían sido duramente reprimidas por la policía armada y la guardia civil, que emplearon incluso munición real para atajar un clamor popular a favor de la liberación de los presos políticos. En Renteria, Rafael Gómez Jáuregui, de 78 años, un veterano militante de ANV, caería muerto por una de esas balas.

A buen seguro que esta cuadrilla de amigos tuvo presente este hecho cuando la guardia civil les dio el alto esa noche en Ortuella, por lo que su primer impulso fue echar a correr, para escapar de las fuerzas del orden, para no seguir la misma suerte que, esa misma noche, corrió el joven José Luís Cano, en Iruña. Pero un disparo cortó la carrera de Manuel Fuentes Mesa, de 31 años, al que una bala le alcanzó en la cabeza, causándole la muerte. Su mujer, Esther Gallego Sánchez, que estaba embarazada, aquella misma noche le había pedido que se quedara en casa, tenía un mal presentimiento: “Le dije que no fuera pero me contestó que ya estaba todo reservado. Me enfadé y no le quise dar un beso de despedida. Cuantas veces me he arrepentido.”

Uno de los integrantes de la cuadrilla, daría este testimonio: “Cuando no habíamos recorrido ni siquiera cien metros, notamos el ruido de varios coches que se acercaban a nuestras espaldas. Como íbamos por el lado izquierdo de la carretera no nos preocupó y seguimos caminando. Ignorábamos que pudiera tratarse de la Guardia Civil. Sólo nos dimos cuenta de que era ésta cuando oímos el ruido de las puertas al saltar los guardias. Los jeeps estaban con las luces apagadas. Apenas nos dio tiempo a reaccionar. La mayoría de nosotros echó a correr y se tiró a las huertas para escapar de la Guardia Civil, Algunos, que nos quedamos quietos, fuimos golpeados. A los compañeros que huían les comenzaron a disparar. No podemos precisar él número de disparos, aunque sí podemos decir que no eran ráfagas, sino que disparaban tiro a tiro.

Esa misma noche, Clemente del Caño Ibáñez, trabajador de la autopista Bilbao-Behovia, fue atropellado por un vehículo que circulaba a elevada velocidad, cuando retiraba una barricada cerca de Renteria, obligado por la guardia civil. En Tolosa hubo dos heridos graves por disparos de armas de fuego. La lista de heridos era numerosa, también la de detenidos. Hubo tres muertos más durante la Semana Pro Amnistía: Luis Santamaría Miquelena, Gregorio Marichalar Ayestarán, y Francisco Javier Fernández Núñez. El 17 de mayo se convocó una Huelga General en las tres provincias vascas y en Navarra.

El testimonio del compañero de Manuel continua: “Al bajar a la huerta, cada uno corrió por su lado ; yo estaba al lado de Manuel y oía silbar las balas a mi alrededor. Una de ellas estuvo a punto de darme en la pierna. Manuel estaba a mi lado y llevaba una cazadora de tela gabardina de color muy claro. Esto, unido a que los focos de la factoría Franco-Belga iluminaban el lugar, hacía que se le distinguiera perfectamente. Otros dos fugitivos se escondieron bajo la caja de un camión que se encontraba aparcado en la carretera. Cuando nos reagrupamos echaros en falta a Manuel, comenzamos a buscarle por la huerta y uno de nosotros vio el bulto que formaba el cuerpo, ya sin vida. Tenía el cráneo totalmente arrancado de cuajo y los sesos fuera. Al principio, no podía creer lo que estaba viendo y le dije a Manuel: ¿Esparramao, qué han hecho contigo? De repente me di cuenta de que no podía oírme y llamé a mis compañeros. Mucha gente, al oír los tiros, se había asomado a los balcones. Algunos bajaron a la calle y se dirigieron al lugar donde estaba el cuerpo de nuestro compañero. Llamamos a los soldados de la Cruz Roja de Ortuella y cuando llegaron parecía que todavía le latía el corazón. Sin embargo, era lógico que estuviese muerto con aquella herida. Cuando le llevaron a la Residencia de Cruces estaba ya muerto.”

Un joven periodista vasco, Jesús Cebreiro, que con el tiempo sería director de El País, escribía en este diario, en el que llevaba solo un año, la siguiente crónica, fechada en Bilbao, el 17 de mayo de 1977, y titulada, “Violencia inusitada en Bilbao”:

Una ola de violencia, desconocida probablemente desde la guerra civil, sacudió el domingo las calles de Bilbao, convertidas en improvisado campo de batalla durante toda la jornada. Los controles de carretera y la ocupación de la capital por parte de las brigadas antidisturbios -hasta cuarenta vehículos se contabilizaron a mediodía en la zona del Arenal- impidieron la marcha pro amnistía organizada desde toda la provincia, pero no lograron evitar que millares de manifestantes se repartiesen por Bilbao, dejando tras de sí decenas de barricadas, muchas de ellas incendiadas, que hicieron imposible el tráfico viario.

Huelga general el próximo lunes si no hay amnistía.

Después de los acontecimientos vividos por el País Vasco a lo largo de toda la semana, la noticia de una nueva muerte, registrada el sábado en Ortuella, sentó como un mazazo que enardeció aún más los ánimos. A última hora del domingo, el Gobierno Civil de Vizcaya hacía pública una nota en la que manifestaba «su firme propósito de contribuir decididamente a esclarecer las causas y circunstancias que concurrieron en el fallecimiento de Manuel Fuentes Mesa». La noticia oficial declaraba, sin embargo, que no había podido esclarecer de manera fidedigna ni las causas ni las circunstancias en que se produjo el fallecimiento, lo que de alguna manera revela una peligrosa desconexión entre la primera autoridad provincial y las fuerzas del orden. Este hecho resulta evidente si se tiene en cuenta, además, que el gobernador civil no tuvo noticia de la muerte producida en Ortuella hasta las ocho de la mañana del domingo.

Si hasta ahora no hay una versión oficial de lo ocurrido, varios testigos presenciales sí han relatado los hechos con toda suerte de detalles. Un equipo de abogados prepara un informe para presentar querella criminal por lo sucedido.

Según el relato de estos testigos, Manuel Fuentes había estado cenando en el bar Hermi, en una zona de Ortuella conocida como La Chava. Era una despedida de soltero en la que estaban presentes quince compañeros de la empresa Muvisa. A eso de las once y media de la noche salieron a la calle sin haber tomado más que una copa. Debido a los incidentes registrados a lo largo de toda la jornada, se fueron rápidamente hacia sus casas. Dos de ellos vivían un poco más abajo, en dirección hacia Urioste, y se dirigieron directamente a sus domicilios. Los demás marcharon carretera arriba, unos porque vivían en esa zona y otros a recoger los coches aparcados en las inmediaciones.

Ordenes tajantes

«Cuando nos encontrábamos a unos cien metros del bar -relata uno de los testigos- llegaron cinco jeeps de la Guardia Civil. Aparcaron a ambos lados de la carretera y salieron directamente a por nosotros. Tres nos quedamos quietos, mientras los demás salían corriendo. Después de gritar alto oí que alguien daba órdenes tajantes. A los tres que nos quedamos quietos nos golpearon fuertemente. Los otros saltaron un seto que tiene más o menos la altura de un hombre. Manuel Fuentes y mi hermano siguieron corriendo hasta el final del seto y se metieron por una campa para poder alcanzar la carretera general. Vi que tres guardias civiles, uno de ellos con la rodilla en tierra, disparaban hacia la campa en la dirección en la que habían huido los dos. »«Poco después subieron a los jeeps y se marcharon en dirección a la carretera general. De las casas cercanas había salido gente gritando que un hombre estaba tumbado en la campa. Cuando íbamos a por él, volvieron a pasar los jeeps en dirección a Portugalete, y nuevamente tuvimos que escondernos. Yo estaba detrás de una fragua antigua y pude ver a un hombre tumbado en la campa. Tenía la cabeza blanca, como si estuviera calvo, y creí que no era de los nuestros. Cuando me acerqué comprobé que era Manuel. Tenía el cuero cabelludo levantado y sangraba por la cara. Se movía aún, pero estaba prácticamente muerto. Le hablé. No me oía. Una señora había avisado a una ambulancia, que se lo llevó a Cruces. »

Pasadas las doce de la noche, Manuel Fuentes Mesa ingresaba cadáver en la residencia sanitaria de la Seguridad Social de Cruces-Baracaldo. Una bala le había entrado por la sien derecha. Tenía 31 años, estaba casado y su mujer espera un hijo. Enlace sindical de Muvisa, era representante de empresa en la coordinadora de fábricas y había participado en el congreso de Comisiones Obreras, donde formaba parte de la corriente unitaria.

Al margen de este grave suceso, en la madrugada del domingo ingresaba también en Cruces Víctor Fernández González, de 34 años, casado, con fractura de cráneo y contusión en un ojo. En el sanatorio de Cruces nos comunicaron que probablemente quedaría ciego.”

Adolfo Roldán, corresponsal en Bilbao de La Gaceta del Norte, dio cuenta del profundo pesar que dejó el asesinato del joven entre sus paisanos, en una crónica titulada: “Vizcaya: 100.000 personas en el funeral de Manuel Fuentes Mesa”. El artículo comienza así: “Ayer no salió la Gaceta del Norte, al sumarse los trabajadores del taller a la huelga general que colapsó a la industria y al comercio de Vizcaya el lunes pasado. Hoy no se publicará El Correo Español-El Pueblo Vasco, por decisión de los trabajadores del taller, tras una asamblea en la que intervinieron los demás trabajadores del periódico. Ayer el diario apareció con una editorial en la línea del que había sido elaborado el domingo, denunciando los graves problemas que padece el País Vasco y la actuación de la fuerza pública.

La Asociación Pro Amnistía de Vizcaya, ha hecho público un comunicado de dos folios en el que, entre otras cosas, dice que Euskadi alcanza estos días las mayores cotas de conflictividad desde la guerra. En esta semana, sin duda, se ha convertido en el punto más crítico de Europa. De sus cuatro regiones, en tres se han registrado muertos. Los heridos, varios de ellos muy graves, al ocupar numerosas camas de nuestros hospitales, y algunos las abandonaran con secuelas irreparables. El pueblo ha llegado a esta situación, y ha sufrido todo esto por una sola cosa, por su amnistía. Resulta difícil que sea capaz de soportar tanto sufrimiento por poco más de 30 presos políticos, combatientes contra el franco-fascismo, que se encuentran todavía recluidos en distintas prisiones del estado español. Lo que ocurre y se demuestra es que en el pueblo de Euskadi ha calado hasta el fondo el concepto de amnistía. En definitiva, cuando el pueblo se lanza a la calle gritando Amnistía, lo que está exigiendo es el final de una dictadura.”

El artículo de Adolfo Roldán, para la Gaceta del Norte, terminaba con una breve nota sobre la multitudinaria despedida de Manuel: “A las siete de la tarde tuvo lugar en la iglesia de Gallarta el funeral de Manuel Fuentes Mesa, miembro de Comisiones Obreras, muerto en la madrugada del domingo en Ortuella. Asistieron al funeral unas 100.000 personas, que llenaban la plaza situada delante de la iglesia.

El féretro fue cubierto por una ikurriña y una bandera andaluza, ya que el fallecido era de Jaén. Tras celebrarse el funeral, el féretro fue trasladado, a hombros de sus compañeros, hasta el cementerio donde fue enterrado. Finalmente se ha cantado la Internacional.

Los amigos que acompañaron a Manuel en aquella fatídica noche fueron amenazados durante mucho tiempo, les dijeron que guardaran silencio si querían vivir tranquilos. Su hermano Juan, y su mujer, Esther, también sufrieron amenazas para impedir que pidieran justicia. Nadie fue investigado ni encausado por el asesinato de Manuel, fue otra víctima más de esa Transición Sangrienta cuyo denominador común fue, como en el franquismo, la impunidad de los asesinos.

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