Madagascar: la primera hambruna climática

Un millón de personas se enfrentan a una sequía catastrófica y a la violación de sus derechos a la vida, a la salud, a  la alimentación y al agua.

Leonardo Kahn

Amnistía Internacional alerta sobre la situación en el sur de la isla -donde más de nueve de cada diez personas viven por debajo del umbral de la pobreza-, donde una sequía histórica, agravada por la crisis climática mundial, está asolando el país. «Comemos cactus. Esto nos está matando. Es lo que hace que nos duela el estómago. Y esto es lo que damos a nuestros niños». Testimonios como éste, recogidos por Amnistía Internacional, muestran la cruel realidad de la hambruna que asola la región más meridional de Madagascar, conocida como el Gran Sur, afectada por su peor sequía en los últimos 40 años.

En lugar de arroz, yuca y maíz, las víctimas de la hambruna en los distritos de Ampanihy y Ambovombe cocinan cactus y tubérculos silvestres para combatir el hambre, a los que añaden ceniza o arcilla blanca para atenuar el mal sabor de las plantas. Y debido a eso, se enferman. Según UNICEF, la malnutrición está asociada con al menos el 44% de las muertes de niños menores de cinco años en Madagascar.

Aunque Amnistía no brinda un número de víctimas por falta de estadísticas oficiales fiables, varias personas entrevistadas para el informe afirman que muchas personas han muerto de hambre en sus comunidades. Como Votsora, un agricultor de unos cincuenta años, que dice que en su pueblo murieron diez personas, entre ellas cinco miembros de un mismo hogar que murieron de hambre el mismo día.

Mujeres y niños, las primeras víctimas

La hambruna se debe a las graves pérdidas de cosechas como consecuencia de un largo periodo de sequía. Y desde hace unos meses, las tormentas de arena se extienden por el sur de la isla, cubriendo los campos de arena roja y contaminando las fuentes de agua. «La gente está empezando a cocinar y a lavarse con agua de mar. El agua potable se ha vuelto muy escasa», afirma la joven activista malgache Marie Christina Kolo.

Antes de esta sequía histórica, el Grand Sur ya estaba en crisis. Según el Informe sobre la Crisis Alimentaria Mundial, elaborado por varias agencias de la ONU y ONG, la pandemia afectó la actividad económica en la región, que permitía a los agricultores encontrar formas alternativas de ganar dinero en caso de que se perdieran las cosechas. Hoy, más de nueve de cada diez personas están por debajo del umbral de la pobreza.

Las mujeres y los niños son, como suele ocurrir, las primeras víctimas de este desastre humanitario. Según las investigaciones de Amnistía Internacional, muchos niños dejan de ir a la escuela, ya sea para ayudar económicamente a sus familias mendigando o porque sus padres se niegan a enviarlos a la escuela con hambre. Moa, de 17 años, dice: «A causa del hambre, no me siento bien, y cuando los profesores me explican, mi cabeza siempre está en otra parte. En el Gran Sur, sólo la mitad de los niños van a la escuela primaria, frente al 95% en la capital, Antananarivo.

Las mujeres también sufren de forma desproporcionada la sequía, ya que suelen ser las responsables de recoger el agua y alimentar a la familia. Según un relato, las madres son las primeras en endeudarse cuando buscan alimentos para sus familias. Incluso antes de la actual hambruna, más de la mitad de las mujeres de la región se casaban antes de llegar a la edad adulta, a veces con tan solo ocho años. Según los datos recogidos por Amnistía Internacional, el número de casos de abuso y explotación infantil ha aumentado en los últimos meses y seguirá aumentando al menos hasta que termine la hambruna.

A la sombra del cambio climático, las catástrofes se multiplican

En su informe, publicado el miércoles 26 de octubre y titulado «Será demasiado tarde para ayudarnos cuando estemos muertos», la ONG insiste en que la actual sequía en Madagascar y sus consecuencias «no deben ser tratadas por el gobierno malgache y la comunidad internacional como una emergencia humanitaria», dada la «sombra del cambio climático» que se cierne sobre esta tragedia.

«Madagascar está en primera línea de la crisis climática. Esto significa que un millón de personas se enfrentan a una sequía catastrófica y a la violación de sus derechos a la vida, a la salud, a  la alimentación y al agua. Esto significa que corren el riesgo de morir de hambre», advierte Agnès Callamard, Secretaria General de Amnistía Internacional.

En el sur de Madagascar, es probable que las catástrofes humanitarias aumenten con el cambio climático, ya que las condiciones meteorológicas extremas son más frecuentes y las sequías duran más tiempo. Otro factor agravante es la deforestación de la isla, que ya ha destruido el 90% del bosque original de Madagascar y que favorece la formación de tormentas de arena, las que secan los campos y contaminan las fuentes de agua.

Unos días antes de la apertura de la COP26, Amnistía Internacional subraya que el caso malgache ilustra las profundas desigualdades entre los países que más sufren el cambio climático y las naciones industrializadas que más gases de efecto invernadero emiten. Para garantizar los derechos fundamentales del pueblo malgache, la organización hace un llamamiento claro a la comunidad internacional para que tome medidas «concretas y valientes» que limiten el calentamiento global a 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales.

«Estas advertencias sobre la crisis climática deberían alarmar a los líderes mundiales y hacer que dejen de dar largas a este asunto», afirma Agnès Callamard, que insta a los países más contaminantes y «a los que disponen de más recursos» a «proporcionar asistencia financiera y técnica adicional para ayudar a la población de Madagascar a adaptarse mejor a las consecuencias del cambio climático». (Artículo publicado en el diario Libération[1], 27 de octubre de 2021)

Leonardo Kahn – Al Encontre[2]

Referencias

  1. ^ Libération (www.liberation.fr)
  2. ^ Al Encontre (contrainformacion.es)

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