Luisita Paramont. Apuntes biográficos al natural

Nuestro colaborador habitual, Luis Miguel Sánchez Seseña, nos presenta esta obra dedicada a una gran mujer de su familia, Luisita Paramont. Adelantada a su tiempo. Artista en teatros, amazona participante en carreras de caballos, rejoneadora, entregó su vida a la causa republicana e ingresó en principio en la Milicia y posteriormente en el Cuerpo de Carabineros. Aunque su vida y su ímpetu fueron arrebatados durante la Guerra Civil. Editada y publicada en Octubre de 2022 por Ediciones GPS. Nos presenta esta reseña Pepe Tarduchy, escritor, cantautor, monologuista y amigo.

Juan Manuel, abuelo materno del autor del libro, nace en 1906 y es depositado por su madre en la Inclusa. El padre del niño debió ser el boticario de Seseña (Toledo), en cuya casa servía ella, o su hijo; en cualquier caso, un “señorito”. Uno u otro, la forzaron. Será entregado en adopción a una mujer que lo devolverá con tres años. Con casi cuatro es entregado a otra, que, además, solicita una niña a la misma institución: la heroína de la historia, Luisita Paramont. Ambas criaturas convivirán felices durante tres años (1909-1913). A la edad de siete años devuelven al niño a la Inclusa donde lo recoge su madre biológica, que le inicia en la dura vida del oficio de cabrero. Le rompieron una vida feliz.

Del origen de Luisita apenas se sabe nada, salvo que nació en 1907 o 1908 y que, tras los años de convivencia con Juan Manuel, otra familia la prohijó cuando tenía unos diez años. A partir de entonces se abre otro periodo de ausencia de datos y nada se conoce de su juventud, relaciones, familia, etc.

Ambos niños se perdieron de vista muy pronto, pero el abuelo de Sánchez Seseña la quiso y la recordó siempre como hermana y así se lo transmitió a su hija y a sus nietos (Luismi, César y May), confabulados para la edición de este libro.

Luisita fue tiple en espectáculos de revista, jockey en carreras de caballos en Buenos Aires y, de nuevo en España, rejoneadora de escasa fortuna, integrada sobre todo en novilladas nocturnas y espectáculos de toreo bufo, fundamentalmente en la temporada de 1935. Comenzada la Guerra Civil se alistó voluntaria con gran conciencia republicana para defender el orden democrático y llegó a ser capitana. Con su caballo recorría el frente como enlace, transmisora de mensajes. Se integró en el cuerpo de carabineros. Todavía sin terminar la guerra se pierde su rastro. Lo más probable es que muriera fruto de la represión que los sublevados vencedores iniciaron inmediatamente y continuaron de forma cruel a lo largo de los años de posguerra y dictadura. Tenía poco más de treinta años.

Se nos presenta a una mujer peculiar, rebelde, rompedora de los roles femeninos de su tiempo, feminista avant la lettre, que quizás no sabía que lo era, con un itinerario vital sorprendente, surrealista, inexplicable, absurdo. En palabras del autor,

una mujer de armas tomar, valiente, decidida, intrépida (…) una persona extraordinaria. atrevida, libre y adelantada a su tiempo.

El autor subtitula su obra como “apuntes biográficos al natural” y ciertamente a eso responde su contenido. Son unos trazos, el boceto de una vida, los retazos que ha podido recopilar después de una exhaustiva búsqueda de cabos que le permitieran tirar de ellos y componer la biografía de Luisita Paramont. No ha podido ser y al lector le queda la frustración de los grandes huecos sin rellenar. Porque los apuntes son tan sugerentes, tan infrecuentes, tan extravagantes los detalles que nos ha sido dado a conocer por la meritoria investigación del nieto del “hermano” de la Paramont, que se queda uno con las ganas de saber más y haciéndose preguntas sobre lo que no hemos podido conocer.

Porque, intuidos los rasgos de la personalidad de esta mujer a través de los cometidos que ejerció, son tan inquietantes, tan ricas las informaciones que se nos facilitan, que uno puede imaginar, a partir de ellas, una novela o una película. Es tan sugestivo el personaje que, a un escritor o cineasta dotado, se le ofrecen suficientes estímulos como para que empezara a especular y fabular rellenando lo que falta. En ese caso sería, naturalmente, no ya la vida de Luisita Paramont, que seguirá permaneciendo en la incógnita (de momento), sino la de un personaje de ficción.

Son interesantes y esclarecedores los datos que contextualizan las diferentes fases de la biografía que son objeto de atención en el libro. Particularmente los que suponen el inicio de la narración: la Inclusa, las razones de su existencia, su burocracia, sus procedimientos, las amas de cría y las nodrizas auxiliares, las adopciones. La dictadura de Primo de Rivera, la II República y la situación de la mujer en ellas; la emigración española de finales del siglo XIX y primer tercio del XX; la tauromaquia, los festejos taurinos de los que se derivaban las consiguientes crónicas periodísticas; el papel de la mujer en la Guerra Civil.

El libro presenta profusión de documentos, recortes de periódico, crónicas, carteles, fotos, dibujos, que dan fe de la importancia de la investigación realizada.

Es ilustrativa la portada: los tendidos repletos y en el ruedo el perfil en negro, como sombra chinesca, de la amazona republicana, dominadora del caballo, fusil al hombro, puño en alto. Y más completa aún la composición de la última página del libro con un aficionado blandiendo la bandera tricolor. Y es feliz el guiño taurino de inventar y diseñar un “hierro” a Luisita Paramont, con sus siglas (LP) y las tres estrellas de su rango militar de capitana, como aparece en la contraportada.

En relación a la faceta taurina de Luisita, normalmente tratada en la prensa de la época con machismo y desprecio, llama la atención, sobre todo, el gratuito, cruel y brutal escarnio de la crítica que dispensa a nuestra rejoneadora el reputado cronista taurino Gregorio Corrochano en una corrida en la Plaza de Vista Alegre de Bilbao (páginas 97 y 98). Resulta a todas luces injusto el pronunciarse en esos términos e impropio del tenido como un eminente crítico.

Percibo la ocasional utilización apropiada de la jerga taurina, lo que da indicios de que el autor se sabe manejar en ese tercio. Como el brindis con que inicia sus apuntes:

a los míos, a nuestras raíces, a la familia

a quienes, por cierto, conozco y tengo gran cariño y aprecio.

Un breve apunte crítico. Resaltado ya el gran mérito que ha supuesto encarar esta lidia, me fijo en el hecho de que al autor lo denomine “apuntes”. Interpreto que es un primer aviso para que el lector no espere ni exija más, ni mucho menos reclame dos avisos más con las consecuencias que se derivan de ello. De acuerdo. Tras su lectura, lo entendemos. Pero comento el estilo. Es la suya una faena de la escuela rondeña o salmantina, austera, dominadora, clásica, suficiente, pero este afisionao de la andanada de sol le habría pedido se hubiera recreado más en la suerte, con adornos y desplantes, más en la escuela sevillana, igualmente dominadora del burel, pero con más registros. En otros términos, que le hubiera echado más literatura y menos esquematismo. De cualquier forma, gracias. Ovación, saludos desde el tercio y reiterada petición de vuelta al ruedo.

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