Luis Gonzalo Segura: ‘La decisión sobre el Sáhara Occidental es un acto de vasallaje frente a Estados Unidos’

Segura cuestiona el relato sobre Ucrania y resalta la complejidad del conflicto desde una perspectiva geopolítica.

Por Héctor Bujari Santorum 29/01/2025

Luis Gonzalo Segura es un exteniente del Ejército de Tierra de España, conocido por denunciar casos de corrupción y abusos en las Fuerzas Armadas. Tras publicar varios libros sobre estas irregularidades, fue expulsado del ejército y desde entonces ha sido un defensor de los derechos laborales de los militares y la transparencia en las instituciones militares.

En esta cuarta parte, Luis Gonzalo Segura comenta que, aunque ve difícil regresar al Ejército, lo haría con satisfacción personal, a pesar de la hostilidad. Critica la postura cambiante de España en la guerra de Ucrania, cuestiona la implicación de Europa y defiende que no deberían participar en el conflicto. También aboga por una postura más activa de Europa en Palestina y critica la decisión del gobierno español sobre el Sáhara. Finalmente, defiende su libro La trampa ucraniana, que ofrece un análisis honesto y matizado del conflicto, a pesar de las críticas que ha recibido.

Si tuvieses la oportunidad de regresar al Ejército, ¿bajo qué condiciones lo harías? ¿O crees que tu camino ya está completamente alejado de la institución?

Bueno, yo creo que es muy difícil que vuelva al ejército, pero yo sería muy feliz si volviera al ejército. Estaría rodeado de un montón de ultraderechistas, que desearían, si no mi muerte, por lo menos la mayor de las desgracias para mí. Y eso me haría infinitamente feliz.

Ir todos los días a tu trabajo, sabiendo que la mayoría de tus compañeros de trabajo desean tu muerte o tu desgracia, pues resultaría muy satisfactorio. Al final, no deja de ser un gran triunfo.

Lo veo muy difícil que suceda, pero bueno, nunca se sabe, cosas más extrañas se han visto.

En relación con la guerra de Ucrania, ¿qué opinas de la respuesta de España y de la OTAN?

La respuesta de España es la que ya he comentado antes: la de un país absolutamente vasallo, sin ningún tipo de orientación clara. Al principio, decidimos apostar por la vía de la dureza militar; enviamos una serie de embarcaciones a la zona. Sin embargo, en Europa, Alemania y Francia en ese momento apostaban por la diplomacia. Después de esa primera apuesta, España cambió completamente de rumbo y optó por seguir también la vía diplomática, siguiendo a Francia y Alemania.

Más tarde, con la intervención militar rusa en Ucrania, todos los países europeos apostaron por la dureza militar, enfocándose en sanciones y la vía dura. España, en ese momento, dijo: «No podemos enviar armamento a Ucrania, porque eso sería negativo, estamos enviando armas a un país que no podrá ganar la guerra, y lo único que vamos a generar es más muerte y destrucción». Así que decidimos ofrecer solo apoyo logístico y humanitario.

Pero, claro, cuando nos apretaron las tuercas, cambiamos de postura: «Si quieren armas, les damos todas las armas del mundo». De momento, mandamos cascos en mal estado, chalecos antibalas caducados, ametralladoras con problemas, pero hemos dado todo lo que nos han pedido. También hemos brindado apoyo e instrucción a diferentes sectores del ejército ucraniano.

Al final, nos encontramos con un país absolutamente a la deriva, sin rumbo, siguiendo las órdenes de otros. Cuatro rumbos completamente diferentes dentro de un mismo conflicto, y esa es la mayor de las desgracias y lo más revelador: la prueba palpable del nivel de sometimiento de este país.

Algunos señalan que la guerra en Ucrania está poniendo a prueba la capacidad de las fuerzas armadas europeas ¿estamos preparados para enfrentar un conflicto de esta magnitud? ¿Cree que debemos participar en esta guerra?

Son cuestiones diferentes. Por un lado, me planteas si Europa tiene capacidad para confrontar en un conflicto de estas características. Desde luego, tiene sobrada capacidad para confrontar con Rusia. No necesita ningún aumento presupuestario porque, antes del conflicto, ya gastábamos el triple que Rusia y teníamos un ejército un 50% más numeroso en términos numéricos que el ejército ruso. En términos cualitativos, Europa es muchísimo más profesional, ya que el ejército ruso es un ejército mixto, y ahora más que nunca, en el que combinan una parte de ejército profesional con una parte de reemplazo. En general, la mayoría de los ejércitos europeos están compuestos por militares profesionales.

Por lo tanto, tenemos una entidad, la Unión Europea, que triplica el gasto de Rusia, que tiene un ejército un 50% más numeroso que el ruso, y que, además, en términos cualitativos, es mucho más profesional que el ruso. Con lo cual, tenemos esa capacidad.

Ahora bien, otra cuestión es que la mayoría del gasto militar está destinado a pagar un tributo a Estados Unidos, en lugar de a cumplir nuestros propios intereses. La gran pregunta es: ¿cómo puede ser que la Unión Europea, gastando lo mismo que China en gasto militar, no tenga una política exterior? China es la segunda potencia militar de este planeta, y Europa, gastando lo mismo que China, es un auténtico pelele en términos geopolíticos. Esto nos da una muestra de hasta qué punto gran parte de ese gasto militar es un dispendio, pero aun así, ese enorme gasto militar nos permite, desde luego, confrontar con Rusia sin necesidad de aumentar el gasto militar.

La segunda cuestión es muy diferente: ¿debemos participar en esa guerra? En términos de intereses de Europa, pues evidentemente no. A Europa este conflicto no le interesa, y esto es obvio. Volvemos al plano geopolítico, no hablamos del plano jurídico ni de los derechos humanos, sino del plano geopolítico. No nos interesa como entidad que quiere ser una potencia. No tenemos por qué confrontar con Rusia; Rusia debería ser nuestra aliada. Al final, todos los países eligen los conflictos en los que intervienen y en los que no. Obviamente, porque no se puede intervenir en todos los sitios, no se puede salvar a todo el mundo, no podemos hacerlo todo.

Como entidad geopolítica, Europa no decide confrontar con Rusia, sino que es una entidad vasalla que asume la política de Estados Unidos o la política exterior de Estados Unidos, y confronta con Rusia. ¿Nos interesa confrontar con nuestro vecino? Pues no lo creo. Nos hubiera interesado más una posición neutral. Y volvemos al ejemplo de Turquía: Turquía está ejerciendo el papel que debería haber ejercido Europa en términos geopolíticos. Aunque fuera un papel perverso, ese debería haber sido el papel.

En cuanto al genocidio en palestina, ¿cuál consideras que es el papel que deberían adoptar las fuerzas armadas?

Volvemos a lo mismo: depende. Si nos movemos en términos geopolíticos, ese es un conflicto que a Europa ni le va ni le viene. Es decir, en términos geopolíticos, que masacren a los palestinos, que maten a los israelíes, que haya una carnicería allí en la que todos se maten, eso no afecta a la Unión Europea. En un sentido, es cierto que esto puede generar olas migratorias y una serie de consecuencias importantes, pero Europa, en términos geopolíticos, ha demostrado que tiene suficiente capacidad para dejar morir a los migrantes en el Mediterráneo, para pagar a Turquía para que se encargue de los millones de sirios. En términos geopolíticos, todas esas olas migratorias no representan un problema. Si es necesario, levantamos muros más grandes, ponemos ametralladoras y los matamos a todos cuando se acerquen.

Sin embargo, en términos humanos, es obvio que Europa, que se considera a sí misma y se presenta como líder en los derechos humanos, como la cuna de los derechos humanos, no debería haber permitido ni permitiría la masacre que está sucediendo en Palestina. Es más, debería haber tomado todas las medidas necesarias para romper relaciones con Israel, cortar relaciones. Y volvemos a lo mismo: en términos geopolíticos, esa política habría sido muy beneficiosa. En el mundo existe algo conocido como el «Sur Global», que aunque parezca no ser nada, representa el 75% del planeta. Si Europa hubiera intervenido en Palestina, si Europa hubiera enviado militares a Palestina, una misión europea, y hubiera cortado relaciones con Israel, Europa probablemente habría ganado la simpatía del Sur Global. Pero para ello, Europa tendría que ser independiente, y es muy difícil.

Entonces, por un lado, en términos geopolíticos puros y duros, lo que sucede en Palestina, lo que pasa en Oriente Medio, no es importante para Europa. Pero después, en términos de proyección global, si quieres ser una potencia y un líder geopolítico de cara al Sur Global, habría sido muy importante actuar de esa manera.

Respecto al Sáhara Occidental, ¿cuál es tu opinión sobre la postura del gobierno español en relación con el reconocimiento de la soberanía marroquí y si crees que España está gestionando correctamente esta situación debido a su responsabilidad histórica?

Es evidente que es un elemento impuesto. Fijaros que es una decisión impuesta por un presidente del gobierno de forma completamente individual, y no solo eso, sino que además es una decisión que colisiona frontalmente, primero con el sentir de la militancia del PSOE, con la trayectoria histórica de este partido respecto al Sáhara. Y, aun así, se ha tomado. Esto nos da una idea del enorme nivel de vasallaje. Cuando Estados Unidos es capaz de conseguir que el presidente de un partido político, contra su propia militancia, contra su propia trayectoria histórica, tome una decisión como la que tomó en el Sáhara, nos da una idea del nivel de vasallaje y sometimiento.

¿Qué opinión tiene sobre la relación del Ejército español con el Sáhara Occidental y si debería haber una mayor implicación o un cambio en la estrategia de defensa sobre este conflicto?

El Ejército español no tiene que tomar ningún tipo de posicionamiento con respecto al Sáhara Occidental, es un organismo más. Te puedes manifestar como Ejército, pero jamás, si pensamos en términos democráticos, el Ejército español tiene que dar ningún tipo de opinión con respecto al Sáhara. El Ejército español tiene que ser una herramienta al servicio de la ciudadanía y, evidentemente, es una cuestión política. Otra cuestión es si tenemos que modificar estas instituciones políticas para no ser vasallos de Estados Unidos. Pero el Ejército no tiene que tomar ningún tipo de decisión. Es un órgano que tiene que estar al servicio de la voluntad popular y ya está. No hay más.

Porque claro, el problema es, si nosotros le damos libertad al Ejército, y es que el Ejército quisiera tomar algún tipo de decisión sobre el Sáhara… Claro, les estamos validando para que sigan tomando decisiones. Fijaros, en Roma, volvemos al Imperio Romano: hubo un momento en que el poder estaba en la órbita del Senado. Ese poder del Senado gravita y pasa al Ejército. No es casualidad.

En el momento en el que abres la puerta para que el Ejército tome decisiones, en el momento en que abres la puerta a la participación política del Ejército, te metes en un terreno muy farragoso. ¿Cuál es el terreno farragoso? Doscientos o trescientos años de participación militar en los gobiernos de Roma. Después este eje de poder gravitó hacia la Iglesia, y la cosa fue todavía peor. Hubo un momento en que los emperadores los nombraba el Senado, otro momento en que los nombraba el Ejército, y un momento final en que los nombraba la Iglesia.

Bien, esto es fundamental. No se puede abrir la política a los militares. Los militares tienen que tener capacidad para expresarse como personas y como ciudadanos a nivel político, para expresar sus ideas, pero no el Ejército. El Ejército, como institución, no tiene que tener ningún tipo de capacidad política.

Sobre tu libro La trampa ucraniana, ¿qué aspectos del relato occidental sobre la guerra en Ucrania consideras que deberían ser cuestionados o revisados?

Todos. El libro, al final, lo que relata es la gran mentira, y volvemos a los términos geopolíticos. Podemos decir: «tenemos que apoyar a Ucrania y enfrentar a Rusia porque nos interesa formar parte del imperio, ya que nos va a ir mejor dentro del imperio que fuera de él». Eso lo podemos discutir.

Pero lo que no podemos, bajo ningún concepto, es afirmar que estamos luchando en Ucrania porque nosotros somos los buenos y los rusos los malos. Ese es un eje absolutamente distorsionado, absolutamente perverso y absolutamente falso. Aquí no hay ni buenos ni malos.

Otra cuestión es: ¿nos interesa más enfrentarnos a Rusia y seguir dentro del imperio norteamericano? ¿Nos interesa más independizarnos de ese imperio? ¿Qué es lo que nos conviene en términos geopolíticos? Eso sí es discutible.

El tema es que no estamos discutiendo en los ejes de la realidad, que son esos. Estamos discutiendo en los ejes de la maldad y la bondad, y eso no existe. Aquí no hay ni buenos ni malos.

¿Cómo valoras el papel de los medios de comunicación en la construcción de ese relato sobre Ucrania?

Obviamente, los medios de comunicación, por desgracia, no son ni independientes ni imparciales. El nivel de engaño y manipulación es absolutamente perverso y constante. Fijaos en los últimos mensajes que nos lanzan: nos dicen que tenemos que aumentar el gasto militar porque Rusia es una amenaza, y que cuanto más gastemos, mejor estaremos protegidos de esa amenaza.

Pero, al mismo tiempo, nos aseguran que no nos preocupemos porque Ucrania va a ganar la guerra. ¿Por qué? Porque Rusia está sufriendo una cantidad de pérdidas dentro del conflicto muy superior a su capacidad de reponerlas. Entonces, según ellos, Rusia está cada vez peor, tanto militar como económicamente, y va a colapsar.

Ahora bien, aquí viene la contradicción: me estás diciendo que Rusia va a colapsar dentro de un año, que sus carros de combate están destruidos o inutilizados y que no tiene capacidad para reponer las pérdidas diarias. Pero, por otro lado, también me dices que cuidado, porque dentro de tres años Rusia será una amenaza y, por ello, debo triplicar el gasto militar. ¿En qué quedamos? ¿Tengo que triplicar el gasto militar porque Rusia será una amenaza, o Rusia va a colapsar en un año?

El problema es que estos dos mensajes no son válidos a la vez. O una cosa o la otra, pero ambas no pueden ser ciertas al mismo tiempo. Y ojo, estas contradicciones las publican en el mismo medio de comunicación, el mismo día. Esto no es serio ni razonable.

Cuando al sistema le interesa, nos dicen que hay que dar más dinero a Ucrania. Al día siguiente, lo contrario. Es absolutamente ridículo. Y el problema es que este tipo de mensajes no tienen detrás una cúpula mediática que sea mínimamente crítica y que señale: “Nos están tomando el pelo. O es una cosa o es la otra, pero las dos cosas a la vez no son posibles porque son completamente antagónicas”.

No existen periodistas independientes. Lo que existen son esos “muñecos” de los que hablaba Bob Pop, muñecos que trabajan para el mal y dicen lo que sea. Hoy dicen una cosa y mañana la contraria, porque se lo dice el sistema y porque tienen que comer.

Para concluir, ¿qué reacciones has recibido hasta ahora por parte del público, así como de expertos militares y políticos, sobre tu libro?

Han habido varias reacciones. La primera es que he perdido las colaboraciones que tenía con *Russia Today*, porque este no es un libro prorruso, y ese es uno de los problemas. Cuando lo escribí, sabía perfectamente las consecuencias que podía traer. Pero, al final, tienes que manejar dos variables: o escribo para sentirme bien conmigo mismo, con la sensación de haber cumplido con mi obligación, lo que en el ejército se llama «la íntima satisfacción del deber cumplido», o escribo para ganar dinero. Son dos cuestiones que, por desgracia, no pueden casar.

Claro, en el momento en que escribes un relato en el que criticas a Occidente y dices que lo están haciendo mal, pero también dices que Rusia no es guay, que esto no va de buenos y malos, sino de algo muy diferente, pues obviamente es un relato que dentro de la izquierda española tiene muchas dificultades para fluir. Porque la gente no quiere escuchar razones, quiere que le den la razón. Y darles la razón, en este caso, es pervertir el mensaje.

Fíjate, la mayoría de los que escriben libros sobre Ucrania o sobre la mayoría de los conflictos, lo que hacen es contentar a alguien. ¿Yo para quién escribo? ¿Para la derecha? ¿Para la izquierda? ¿Para los ultras? ¿Para los progres? Pues venga, voy a decirles lo que quieren escuchar. Y claro, vendes un montón de libros porque estás diciéndole a la gente justo lo que quiere oír. Pero este libro es complicado porque no va de eso. No va de contentar a nadie. Va de hacer un análisis independiente que, obviamente, tiene muchísimas carencias porque son las mías, y que tiene errores porque yo me equivoco, pero que no busca darle la razón a nadie. Pretende dar una visión, acertada o equivocada, pero honesta. Y eso genera dificultades.

Uno de los primeros problemas fue perder un trabajo. Bueno, a mí eso es algo que me da exactamente igual, ya lo he demostrado. Al final, creo que mi satisfacción personal está muy por encima de cualquier puesto de trabajo o de cualquier remuneración económica.

Por otro lado, luego el libro ha tenido buena acogida. Es cierto que últimamente me he encontrado con una serie de críticas, sobre todo en internet, que vienen de sectores ultras que critican el libro y no quieren que se difunda. Lo que no se dan cuenta es de que cada vez que lo critican lo mueven más. Así que, al final, yo no escribo para ellos ni para nadie. Escribo porque creo que tengo que escribir lo que pienso. Yo no puedo escribir para contentar a nadie, para eso me habría quedado en Público, que me censuraron, o me habría quedado en el ejército antes.

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.