Lucha por no acallar

Esto no se trata de una absurda revancha, se trata de dar el lugar que le corresponde a la historia, a la gente que solo quería una democracia y libertad en este país. 

Por Isabel Ginés y Carlos Gonga

Uno de los principales objetivos del bando vencedor cuando terminó la Guerra Civil Española fue eliminar al vencido; acallar a los vencidos, por eso hay en España miles de cunetas ilegales, miles de tapias con olor a muerte, miles de lugares poblados de fosas, pozos tapiados que albergan los cuerpos sin vida de personas asesinadas por el simple hecho de considerarse que pertenecían al bando perdedor. En España tuvo lugar una Guerra Civil provocada por el bando vencedor que, por si no fue suficiente el sufrimiento ocasionado, terminó con una represión a nivel local y que desembocó sistemáticamente en un genocidio.

La memoria democrática sirve actualmente para no dejar en el olvido a las familias que trató de acallar el bando franquista vencedor, para no olvidar a las personas a quienes fusilaron. No les bastó con arrebatarles la vida, también escondieron sus cuerpos a sus familias para que no pudieran cerrar el ciclo del duelo, para mantener en pena las almas de sus familias de manera indefinida. No se trataba de una revancha contra las personas que fusilaron por sus fechorías en la Guerra Civil, mayoritariamente falseadas e ideadas por sus verdugos: se trataba de una represión donde el daño físico a ciertas personas provocaba el psicológico de sus congéneres y hospedaba el miedo a expresarse de forma vitalicia en sus corazones.

Lamentablemente, hay demasiadas personas hoy en día en España que prefiere que estas familias continúen acalladas, sin tener memoria, e impiden si ostentan cargos de poder que estas personas ejerzan sus derechos. La democracia española no es plena, no tenemos una democracia madura, por eso es tan complicado hacer memoria democrática; aunque se sigue intentando y se seguirá luchando por ello.

Teniendo en cuenta todas las circunstancias por las que tuvo que pasar su familia, si el deseo de alguien es sacar el cuerpo de su familiar de algún sitio para darle una sepultura digna todas y todos deberíamos permitírselo. Si a ti te matan a un familiar quieres, por lo menos, tener una última decisión sobre tu ser amado, de igual manera que tenemos por costumbre social enterrar a nuestros seres queridos fallecidos bajo una lápida o en un nicho, de forma que les tengamos localizados para visitar su paradero si el dolor o la nostalgia nos lo exige. Esto es lo que se les niega a las víctimas de la represión franquista.

No sería justo ni coherente sentarse a una mesa con una mujer que haya sido víctima de una violación —uno de los crímenes más terribles que puede padecer una mujer, ya que han vulnerado su cuerpo y le han humillado— y decirle que se olvidase: “Olvida que te violó una persona, que te violaron varias. Olvídalo, es pasado”. Nadie con un mínimo de decencia moral le diría esto a una mujer, como tampoco se lo diría a quien le asesinaron a su padre o a su madre: “Bueno, están muertos. Déjales ahí muertos, ¿qué más da dónde estén?”.

Vivimos un momento muy polarizado, con polos opuestos de opinión muy enfrentados, en que por un lado se intenta hacer creer que la izquierda española es una revanchista porque perdió la Guerra Civil, una guerra que llegó porque la Segunda República se tambaleaba y tuvo que llegar alguien a frenar ese caos y la deriva de España; a poner orden, un orden que asesinaba, fusilaba, violaba y vejaba, y que dio rienda suelta a los grandes genocidas que han pasado por este país, como fue el caso de Queipo de Llanos.

Con la dictadura iniciada en 1939 perdiendo poder, coincidiendo con la muerte del genocida dictador, y a las puertas de una democracia, llegó tras 40 años de dictadura la Transición, un período en el que se trató de obligar legalmente a que las personas que estaban ya calladas, temerosas durante décadas, lo siguieran estando.

La Transición se vendió popularmente como el paso de la dictadura a la democracia, aunque políticamente consistía en un salvoconducto para que expoliadores, asesinos y torturadores franquistas vivieran sin inquietud ni preocupación por sus crímenes, manteniendo además sus puestos, condecoraciones y retribuciones asociadas por ellos.

La Transición fue el paso hacia una democracia a cambio de aceptar el olvido del pasado. Durante este período se ensalzó el mensaje del franquismo, dejándolo impune y dejando a sus víctimas olvidadas, traicionadas por el Estado e instigándoles a que abandonaran cualquier iniciativa de revertir o reparar el pasado. Ese es el gran fallo que ha habido siempre en España: nunca se ha tenido en cuenta a las víctimas de la represión franquista. Simplemente se ha pretendido que olviden, como si se pudiera olvidar que fusilen a tu padre y que aboquen a tu familia a la pobreza; que violen a tu madre o a tu hermana, o a ambas; que no te dejen decidir si puedes sacar una fosa o una cuneta a tu padre o a tu madre. Quienes afirman que hay revanchismo son personas que no solo hacen oídos sordos a todo lo que está ocurriendo sino que no se quieren poner en el lugar de las personas: es una de las consecuencias del fanatismo.

Se está intentando falsear la historia de España para que nuestra historia se adecue a los intereses de ciertos partidos políticos, que quieren seguir viendo a las dos españas enfrentadas, de forma que en esta España actual quepan ellos y no nosotros, cuando en realidad en nuestra España caben todas y todos. En su España idílica, como pasó cuando el genocida campaba a sus anchas, solo cabían ellos; por eso torturaron, violaron y asesinaron a tanta gente, ocultaron sus cuerpos y abocaron a muchas de sus familias a la pobreza. Hicieron todas las atrocidades posibles porque en esa España solo cabían ellos. Y eso es lo que estos ciertos partidos defienden.

No se puede callar a una persona que sufre, a una persona que ha sido violada, vejada o cuya familia continua estando en una cuneta, fosa o poza, como se pretendió en la Transición. No es una actitud racional, no es humano. Se nos están muriendo las hijas y los hijos de las personas represaliadas, quienes siguen luchando por que sus familiares estén enterrados donde necesitan que estén. Su lucha es el mayor aprendizaje que tenemos todas y todos quienes luchamos por y para la memoria histórica, ese gen de lucha sin desfallecer es el que deberíamos tomar unánimemente como ejemplo. Son personas ya mayores que pese a todas las trabas y tropelías siguen firmes en su propósito, y cuando por ley de vida fallecen sus descendientes toman el testigo y continúan su lucha; porque el respeto por los derechos humanos se enseña y se hereda.

La memoria histórica es significativamente importante porque permite cerciorarnos de que no se cuente únicamente una versión de los hechos, tergiversándose estos así. La memoria histórica permite profundizar en el pasado para conocerlo, entenderlo y aprender de él para evitar repetir situaciones fatales. Las y los descendientes de represaliados nos cuentan hechos acontecidos para que podamos tejer la historia, el relato del pueblo español. Nuestra tarea es trabajar al lado de muchas personas.

Muchas personas han sido torturadas en cárceles o en comisarías, y han tenido que ver durante décadas calles con los nombres de sus torturadores; han tenido que ver a sus torturadores libres, en lugar de condenados y presos, cuando a muchos de los cuales se les condenaría como mínimo a cadena perpetua. Miles de mujeres violadas y algunos hombres han tenido que ver a sus agresores en las calles. A miles de hijos e hijas se les ha impedido durante décadas recuperar el cuerpo de sus padres. La memoria histórica sirve para trabajar con estas personas, con hijas e hijos de personas represaliadas; con activistas que fueron presos franquistas; con gente cuyos familiares fueron atacados y humillados; con cientos de historiadores; con miles de políticos; con cientos de fotógrafos; con cientos de arqueólogos; con gente que no quiere que se siga acallando una parte de la historia.

La labor que llevamos a cabo es reunir relatos orales que llevaban mucho tiempo acallados injustamente para que se conozcan, no con ánimo de notoriedad personal ni respecto a los familiares sino para que tenga en cuenta su sufrimiento y se sepa lo que ocurrió o hicieron a cada familia. Hacemos documentales para documentar las vidas de las personas que fueron acalladas; porque en España no hay una sola versión de la historia y los vencedores de la Guerra Civil y sus afines ideológicamente no tienen por qué imponer su parte de la historia. La polarización para mentir, engañar y acusar de revanchistas a toda la izquierda de un país, a gente apolítica o a quienes no se comprometen más que con la verdad es una actitud de personas que guardan odio y rencor. Cuando alguien le cuentan sus padres que gente fascista asesinó a su abuelo o a su abuela probablemente no mantenga sus labios sellados; como mínimo quiere saber lo que pasó, por qué se llegó a ese crimen radical. Eso no es una revancha, es demostrar ser una persona con decencia, con corazón y que se preocupa por los demás; que se preocupa por el dolor ajeno.

Siempre hay gente que tiende al fanatismo y en la extrema derecha española esta tendencia tiene mucho potencial. Los fanáticos rehúsan la empatía y se despreocupan del dolor ajeno, únicamente ansían atención, buscan tener la razón y manipular la información. Pero nuestra memoria histórica es muy importante, como la de todas y todos los activistas, todas las personas que están a nuestro lado. Nuestra función es caminar a su lado y dedicarnos a lo que mejor sabemos hacer: recopilar relatos orales de hijos e hijas de represaliados o asesinados, grabar sus testimonios o los de cualquier familiar que haya conocido la historia de su familia para que se conozca ese dolor, ese sufrimiento; para que se conozca la tapia donde los fusiles franquistas arrebataron sus vidas, el pozo o la cuneta donde fueron arrojadas estas personas. Se tienen que conocer las dos partes de la historia. Ya basta de callar un dolor, una historia, una vida.

Hay tapias de cementerios donde aún se aprecian las hendiduras hechas por las balas hace más de 80 años y que se deben conocer, donde muchas vidas fueron sesgadas por su condición sexual, por sus ideas, por su pensamiento o por su forma de ser. O sencillamente a modo de revancha porque esa persona concordaba con quienes eran considerados como vencidos. Hemos estado en muchas cunetas, en bastantes pozos. También hemos estado en bastantes campos de trabajo y campos de concentración franquistas, la existencia de algunos de los cuales incluso se ha negado y hasta se ha construido un parador dentro del dolor. Menos mal que hay investigadoras e investigadores que siguen luchando por conocer la verdad y porque todo esto se conozca.

Hemos presenciado muchas exhumaciones y acompañado a muchas hijas y muchos hijos de hombres fusilados que desgraciadamente ya no están como Angeletes, Consuelo, María o Jorge. Muchos hijos y muchas hijas pierden la vida en el intento de recuperar a su familiar. Hemos llegado a tiempo a recoger muchos testimonios, en otros casos hemos recibido una llamada que nos anunciaba que ya no era posible pero que sus hijos tomaban su legado y nos contarían su historia. Les acompañamos en ese dolor junto a la cuneta, en ese dolor paseando frente a una tapia; porque es un dolor que se lleva en el alma y el hecho de que alguien niegue el dolor ajeno solo le convierte en mala persona, en una persona sin empatía y sin valor. El dolor ajeno una persona lo siente como suyo e intenta, si está en sus manos, que esa persona sufra menos.

Nuestra memoria histórica, nuestra memoria democrática, es recuperar la verdad de la parte acallada de la historia y contar a la sociedad lo que ocurrió; es contar que en la España reciente hubo una represión muy, muy dura. Las víctimas y sus descendientes nos cuentan sus relatos, nos narran su vida; las experiencias que ellos tuvieron, que vivieron. Cuando publicamos estos relatos para que cualquiera pueda conocerlos se suele generar una controversia: hay quienes agradecen nuestra labor, hay quien duda del relato y hay quienes dicen —sin fundamento ni datos que lo constaten, por supuesto, porque no los hay— que estas personas mienten. Es una lástima, ahí nos damos cuenta de cómo esta parte de España quiere que estos familiares callen y siga en el olvido que decretó la Transición lo que hicieron sus homólogos ideológicos. En lugar de controversia lo que deberían crear estos testimonios es una conciencia social, así como la voluntad de apoyarles y de entender su dolor.

Se necesita conciencia social, apoyo a las víctimas y resarcirlas, es decir, darles algo como reparación de un daño o perjuicio que se les causó. En la mayoría de casos este “algo” equivale simplemente a dejarles recuperar a sus familiares y enterrarlos dignamente, aunque también siguen luchando por que se declaren nulas e ilegales las condenas falseadas de los juicios sumarísimos franquistas; por lograr una condena digna para agresores, cómplices y asesinos, en su inmensa mayoría post mortem; y por qué la sociedad conozca bien su pasado tanto en las aulas como en la vía pública. Por eso seguiremos contando sus historias, sus vidas, sus biografías, sus relatos orales; para que se conozca el dolor, que no decrece con el tiempo, la injusta represión y la opresión posterior que sufrieron estas personas.

En una sociedad tan politizada y con tanta polarización, en la que la provocación y los mensajes de odio tienen más cabida que nunca, en la que se permite exaltar el franquismo y en la que se oprime a la gente que se declara en su contra es muy difícil hacer memoria histórica; pero se seguirá haciendo y se seguirá luchando por la memoria histórica. La memoria histórica es necesaria para que este país conozca a quienes y qué intentaron una vez acallar.

La gente fanática, que no atiende a razones puede seguir llamando a represaliados y descendientes “vencidos” o “revanchistas”: la manipulación de la historia, el revisionismo y el supuesto revanchismo que mencionan lo conocemos de sobra. Pero conocemos a las víctimas, les hemos mirado a los ojos: se nos están muriendo y se mantienen en vilo pero con su lucha intacta. Están ahí, en sus hogares; están aquí, en España. Les conocemos bien. Esto no se trata de una absurda revancha, se trata de dar el lugar que le corresponde a la historia, a la gente que solo quería una democracia y libertad en este país. Por eso la memoria histórica es tan importante, porque se lucha por que a las personas acalladas ya nunca más se les obligue a silenciarse, se les repare y aprendamos de ello de cara al más próximo futuro.

1 Comment

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.