El 29 de Octubre una densa niebla originada por una gran masa de aires industriales invadió Erandio. Ante tal situación, alrededor de las 9:30 de la tarde se congregaron en la plaza del Marqués de Estella alrededor de un centenar de manifestantes, que después se dirigieron a la carretera para cortar el tráfico, hasta que la policía armada franquista cargó contra los manifestantes que respondieron con piedras.
Por Tulio Riomesta | Documentalismo Memorialista y Republicano
En 1969, alrededor de Erandio, se encontraban instaladas, una siderurgia integral, 2 centrales térmicas, varias plantas de producción de sulfúrico, cementeras, vidrieras… lo que unido a un conglomerado urbano cercano al millón de habitantes con su tráfico, hacía que Erandio soportara cantidades excesivas de gases contaminantes, provocando que la calidad del aire fuera irrespirable y tóxico. Las mediciones efectuadas en la Escuela de Ingenieros de Bilbao indicaban niveles muy altos de dióxido de azufre. El año anterior, el índice de cáncer de garganta en el Gran Bilbao era el más alto de todo el Estado.
Se trataba de una verdadera lucha por respirar, por vivir. Las consultas de los médicos del municipio estaban repletas de niños, ancianos y vecinos en general con problemas provocados por la contaminación. Días antes de las manifestaciones, uno de los guardias municipales, que solía vigilar las transmisiones de humo, tuvo que ser retirado tras haber sido asistido por los facultativos por afección respiratoria. Una Comisión Popular planteó toda la problemática ambiental, pero la tristemente celebre alcaldesa, Pilar Careaga de Lequerica, solo defendía los intereses del sector químico, en el que su hermano era uno de los mayores responsables. Durante Octubre de 1969 hubo manifestaciones pacíficas en Erandio como contestación a la gran contaminación atmosférica que venía sufriendo.
El 29 de Octubre una densa niebla originada por una gran masa de aires industriales invadió Erandio. Ante tal situación, alrededor de las 9:30 de la tarde se congregaron en la plaza del Marqués de Estella alrededor de un centenar de manifestantes, que después se dirigieron a la carretera para cortar el tráfico, hasta que la policía armada franquista cargó contra los manifestantes que respondieron con piedras. Unos 400 manifestantes se dirigieron a las vías del tren, que fue detenido, la tensión fue en aumento. Los enfrentamientos se extendieron por el barrio de Altzaga y el monte de Las Tres Cruces.
Antonio Fernández Elorriaga era un mecánico ajustador que trabajaba en la empresa Montajes Sarabia en Erandio. Ese día Antón estaba asomado a la ventana de su casa mirando las protestas. La policía decidió dispersar a los manifestantes a tiro de pistola, y Antonio recibió un disparo en la cabeza. También fue alcanzado Delpino Valverde. Ambos serían trasladados al Hospital Civil. Días después, el 12 de noviembre, Antonio murió en el mismo Hospital. Tenía un hijo, una hija y 2 nietas. En Erandio cerraron bares, comercios, colegios y establecimientos bancarios, como señal de solidaridad.
A la mañana siguiente, día 30, la situación se agravó. Trabajadores de las empresas Astilleros Ruiz de Velasco, Astilleros Celaya, Conemesa, Cándido Echeandía, Somme, Franco-Española y Elima, abandonaron el trabajo para protestar por los incidentes del día anterior, más de 3.000 personas se reunieron en la plaza Marques de Estella, donde ya estaban esperando los policías fascistas, que empezaron a cargar, siendo respondidos a pedradas. Las persecuciones y correrías se extendieron por todo el pueblo. La policía de nuevo usó fuego real, cobrándose un 2º asesinato, el vecino de Erandio Josu Murueta Moratilla, que falleció horas después en el hospital a causa de un disparo en el abdomen, aún llevaba la ropa de trabajo. Josu era mecánico tornero en un taller de Astrabudúa en Erandio. Estaba casado y tenía 2 hijas. El hospital que le atendió reclamó los costes de la asistencia sanitaria.
La Auditoria de Guerra de la VI Región, estableció que la causa del asesinato de Josu fue «que el tono agresivo de los manifestantes iba en aumento, llegando incluso a lanzar piedras contra la fuerza actuante, la que en determinados momentos se encontró en situación comprometida, el jefe de la misma ordenó que se disparasen las armas al aire, con el fin de amedrentar a los manifestantes». Se comprobó que el arma asesina pertenecía al policía Antonio Castañeda Rodríguez, cuya causa fue sobreseída. Los días siguientes, miles de trabajadores pararon en sus trabajos como muestra de solidaridad, pero las amenazas de muerte eran tan reales que los obreros no pudieron concentrase para protestar, el franquismo no estaba dispuesto a permitirlo, a cualquier coste, a vida o muerte, la de los trabajadores.
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