Los Talleres Nacionales

Los Talleres Nacionales creados a partir de la Revolución de febrero de 1848 buscaban combatir el paro, a través de obras públicas, especialmente de construcción y pavimentación

Por Eduardo Montagut

El socialista Louis Blanc planteó (Organización del Trabajo, del año 1839), la necesidad de que el Estado, responsable de terminar con la libre competencia y de promover la asociación, pusiera en marcha unos talleres sociales, reglamentados desde la Asamblea Nacional, para que pudieran trabajar todos los obreros interesados. Estos talleres debían funcionar bajo el principio cooperativo, aunque el Estado pudiera ejercer algún tipo de tutelaje inicial, especialmente aportando el capital inicial para que se pusieran en marcha.

Esta sería la inspiración para la creación de los Talleres Nacionales a partir de la Revolución de febrero de 1848, pero éstos no fueron exactamente como lo que deseaba Blanc, que, en realidad, terminó por no ejercer poder e influencia en el curso de los acontecimientos. Intentó, en vano, que se creara un Ministerio de Trabajo, y solamente sería nombrado presidente de la Comisión de Luxemburgo (su nombre deriva del Palacio donde se reunía), con el obrero Albert como vicepresidente, y que reunía a economistas, socialistas y obreros, pero sin presupuesto ni autoridad alguna.

Los Talleres Nacionales se aprobaron en febrero por parte del Ministerio de Obras Públicas, y su dirección se confió al químico Émile Thomas. Buscaban combatir el paro, a través de obras públicas, especialmente de construcción y pavimentación.

Los Talleres adoptaron una especie de organización militar. Debemos recordar que los trabajadores fueron adscritos a la Guardia Nacional, y algunos miembros del gobierno consideraron que los Talleres podían ser una fuerza de reserva a emplear.

Así pues, la organización interna era muy estricta. La jornada laboral comenzaba muy temprano, a las seis y media de la mañana y duraba hasta las seis de la tarde, con dos descansos intermedios, para el desayuno y para la comida. Se pasaba lista porque se controlaba estrictamente la asistencia. Las faltas injustificadas eran multadas, y la acumulación de las mismas llevaba consigo la expulsión de los Talleres.

Los salarios se organizaron por escalas en función del puesto que se tenía en la organización de los Talleres. Como no se podía emplear a todos los trabajadores todos los días se estableció un sistema de indemnizaciones por días no trabajados, pero hubo que bajarla porque aumentó mucho el número de trabajadores inscritos, en el propio mes de marzo. En todo caso, los obreros con más necesidad eran socorridos con cupones para adquirir comida. Además, los Talleres auxiliaban a los trabajadores y sus familias en caso de enfermedad y accidentes laborales. Por fin, se disponía de un servicio médico propio.

Pero los Talleres Nacionales no duraron mucho, habida cuenta de la evolución e los acontecimientos, desde la Revolución de Febrero. Las elecciones confirmaron el peso del electorado conservador rural frente al urbano, especialmente de París, mucho más progresista. Así pues, las elecciones de abril fueron un fiasco para los revolucionarios. Los Talleres Nacionales eran obra de la primera revolución, y los nuevos responsables políticos consideraban que había que suprimirlos porque suponían un enorme gasto y de tipo social. El Estado no debía intervenir en los asuntos económicos y sociales. Las dificultades debían ser atendidas por la caridad y la beneficencia. Para algunos estos Talleres eran una verdadera aberración, porque, además, atendían a trabajadores que no trabajaban.

A mediados de mayo en la Asamblea el conde Montalembert y el conde de Falloux atacaron virulentamente a los Talleres. El director de los mismos fue cesado, nombrándose a otro, que tenía como misión liquidarlos, pero la Comisión ejecutiva, que había sustituido al gobierno provisional, no se decidió a dar el paso definitivo, al considerar que los Talleres eran símbolo de la Revolución.

El 30 de mayo la Asamblea votó que los obreros con menos de tres meses de residencia en París y el departamento del Sena debían de abandonar la capital. El 20 de junio la Asamblea decidió cerrar los Talleres. Además, se puso en marcha un decreto de mayo para que los obreros jóvenes ingresasen en el ejército para trabajar en obras públicas en provincias. Los acontecimientos se precipitarom y estallaron las famosas Jornadas de Junio, que serían aplastadas. La Revolución de 1848 enfilaba claramente la senda del conservadurismo, y con la misma el final de los Talleres Nacionales.

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