Luego de los ataques del 11 de septiembre, la Agencia Central de Inteligencia creó una red de cárceles secretas fuera de EEUU para encerrar a supuestos terroristas, una de ellas localizada en Guantánamo. Los registros de torturas evidencian qué sucedió en los llamados ‘black sites’.
Hace un tiempo conocí a un periodista afgano, quien me contó que en su país había canciones de amor que hablaban de Guantánamo. En un inicio no entendí y fue más explícito. «Imagina que un amigo tuyo esté en una boda y de pronto, aparezcan de la nada, hombres desconocidos extranjeros y se lo lleven, imagina que tiempo después te enteras que está preso en una cárcel en otro país acusado de terrorismo. Pues eso le ha pasado a hombres de Afganistán, personas que simplemente fueron señalados o acusados, sin pruebas ni juicios, pero llevan presos años en un lugar que solo cómo conocen como Guantánamo.»
El centro penitenciario en el territorio ilegalmente ocupado de Guantánamo cumple en 2022, dos décadas de haberse creado. En esos mismos veinte años, el gobierno y pueblo cubanos han rechazado la presencia de esa base en su territorio y han exigido el cierre, pero permanece abierta. A inicios de año, un grupo de expertos de la ONU condenaron las violaciones de los derechos humanos en la cárcel, reiteraron su crítica contra las detenciones arbitrarias sin juicio, la tortura perpetrada en ese enclave militar y la impunidad de los responsables de esos abusos.
Desde que el 11 de enero de 2002 llegó el primer grupo de prisioneros afganos a Guantánamo, han pasado por esa cárcel 779 hombres de 49 nacionalidades distintas. De acuerdo con datos proporcionados por los expertos de la ONU y ratificados con anterioridad por fuentes estadounidenses, dos décadas después aún quedan 39 detenidos, de los cuales solo nueve han sido acusados o condenados por algún delito, mientras que trece serán trasladados. Los acusados están relacionados mayoritariamente con los ataques de las Torres Gemelas, pero esa es la versión que siempre ha llegado desde EEUU.
El reporte de los expertos de Naciones Unidas agregó que entre 2002 y 2021 murieron nueve detenidos bajo custodia, dos por causas naturales y, según los informes, siete por suicidio. Ninguno de ellos había sido acusado o condenado de delito alguno.
La falta de transparencia en cuanto a sus procesos y las torturas reveladas por Wikileaks años después, ponen en tela de juicio, todo lo que ocurra en esa base militar. No es solo la cárcel, lo que genera una atmósfera de suspenso en torno a Guantánamo, es que dentro de ella se halla ubicado uno de los sitios negros de la CIA, el tipo de lugares que no aparecen en Google Maps, y que forma parte de una red secreta de prisiones dirigidos por la Central de Inteligencia de EEUU.
El origen de los «black sites»
El 2 de noviembre de 2005, el diario estadounidense The Washington Post puso al descubierto la existencia de cárceles fantasmas operadas por la CIA en naciones extranjeras donde encerraban a supuestos integrantes de Al Qaeda para evitar ataques terroristas después de los atentados contra las Torres Gemelas. Precisamente, seis días después del 11 de septiembre, el entonces presidente George W. Bush dio luz verde a la agencia central de inteligencia, mediante la firma de una amplia resolución que autorizaba a la organización a neutralizar las actividades terroristas y esto incluía «el permiso para matar, capturar y detener a miembros de Al Qaeda en cualquier parte del mundo» según refirió The Washington Post.
A partir de ese momento surgieron los «sitios negros», los cuales se ubicaron intencionadamente fuera del territorio estadounidense, en al menos ocho países, entre ellos Tailandia, Afganistán, la ilegal base de Guantánamo en Cuba y algunas naciones de Europa del Este, que la investigación periodística no identificó. Sin embargo más adelante se supo de cuáles naciones se trataba. Polonia fue acusada en 2014 de ser cómplice del programa, mientras que Lituania y Rumania fueron condenados en 2018 por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
El objetivo de estos centros penitenciarios secretos era obtener información sobre posibles ataques terroristas y en ese propósito se ejecutaron todo tipo de interrogatorios que incluían la tortura, una situación que generó mucha polémica a lo interno de la CIA, incluso antes de hacerse público la existencia de estas cárceles fantasmas.
«El sistema ha sido cada vez más debatido en el seno de la CIA, donde persiste una considerable preocupación sobre la legalidad, la moralidad y la viabilidad de mantener a terroristas no arrepentidos en tal aislamiento y secreto, quizás durante toda su vida. Los oficiales de nivel medio y alto de la CIA comenzaron a argumentar (…) que el sistema era insostenible y desviaba a la agencia de su misión única de espionaje»[1]
De acuerdo con el artículo publicado por el Post, más de 100 terroristas fueron enviados por la agencia central de inteligencia estadounidense a ese sistema encubierto de prisiones, esta cifra es un aproximado pues no incluía a los prisioneros de Iraq.
«Los 30 prisioneros de Al Qaeda están completamente aislados del mundo exterior. Mantenidos en celdas oscuras a veces subterráneas, no tienen derechos legales reconocidos, y nadie fuera de la CIA está autorizado a hablar con ellos o incluso verlos, o a verificar de otro modo su bienestar, expresaron funcionarios del gobierno y de los servicios de inteligencia estadounidenses y extranjeros»[2]
Aunque la investigación del diario The Washington Post fue publicada en 2005, no fue hasta un año después, que el entonces presidente George W. Bush reconoció en un discurso, la existencia de estas cárceles, pero lejos de cuestionarse su accionar alegó que se había hecho «necesario trasladar a los terroristas a lugares donde pueden ser retenidos en secreto, interrogados por expertos y, cuando sea apropiado, juzgarlos por actos de terrorismo».[3]
Ese mismo día, el 5 de septiembre de 2006, anunció que 14 terroristas, retenidos bajo el programa de detención secreto de la CIA, habían sido transferidos a Guantánamo.
Para conocer las interioridades de lo que sucedió en esas cárceles, solo hay una forma, o por los presos o por los carceleros, son las fuentes primarias de información. Luego del escándalo que reveló The Washington Post, solo se logaron declaraciones evasivas de funcionarios del gobierno hasta que Bush lo admitió públicamente. Sin embargo, luego de los descubrimientos de Wikileaks sobre los humillantes métodos de tortura y las contundentes declaraciones de algunos presos, los perpetradores se vieron obligados a hablar.
«Me encerraba todas las noches en la celda helada, ahí estaba tirado en el suelo, desnudo, me aplicaba una luz fuerte en los ojos, y ponía música alta toda la noche. Hubo una noche que me obligó a desnudarme y me mostró fotos de las fuerzas armadas estadounidenses, las puso por todos lados en la celda». Estas fueron algunas de las terribles experiencias de Mohamedou Ould Slahi, el mauritano que pasó 14 años encerrado en Guantánamo sin tener una condena. En una entrevista con el periodista estadounidense John Goetz, este hombre narró varios de sus momentos más difíciles en la cárcel.
El mundo conoce sobre Slahi porque él mismo escribió un libro durante su encierro sobre lo que vivió en esos años, titulado Diario de Guantánamo. Un texto que pudo sacar a la luz, gracias a las cartas que enviaba desde 2005 desde la prisión a su abogado, porque todos los cuadernos que escribió en su celda se los quitaron, a un año de salir de allí. El libro se convirtió en best seller y de ahí salió también la película El Mauritano.
Slahi afirma que fue víctima de tortura o tratos crueles, inhumanos y degradantes tanto en Jordania, como en la base aérea de Bagram (Afganistán), como después en Guantánamo y durante los traslados
Gracias a la implicación de organizaciones de derechos humanos, consiguió ser escuchado por un juez federal de EEUU, el cual dictaminó que no había pruebas que le incriminaran como terrorista, pero antes de eso los propios torturadores de la CIA lo habían obligado a confesar una culpabilidad de crímenes que no cometió.
El periodista estadounidense John Goetz accedió, luego de una investigación a uno de los hombres que estuvo a cargo de sus interrogatorios. Mohamedou lo conocía como el señor X. «Insistía en que estuviera atado las veinticuatro horas los siete días de la semana. Yo estaba completamente debilitado porque apenas me daban de comer. Me golpeaba una y otra vez en las costillas, me las rompió. Casi me mata, me causó mucho dolor», relata Slahi.
La identidad del señor X no se menciona durante la entrevista con Goetz , pero sus declaraciones tienen un peso valioso para saber lo que sucedió en esas polémicas sesiones con Slahi. «Se aplicaron técnicas de interrogatorios mejoradas, «métodos brutales que hoy están prohibidos» fueros sus palabras.
The New Yorker tuvo acceso a algunos funcionarios que describieron los métodos de interrogatorios de la CIA de esta forma. «Es uno de los programas de tortura más sofisticados y refinados de la historia», dijo un experto externo familiarizado con el protocolo. «En cada etapa, había una rígida atención a los detalles. El procedimiento se cumplía casi al pie de la letra. Había un control de calidad de arriba abajo, y una rutina tan establecida que se llega a un punto en el que se sabe lo que va a decir cada detenido, porque se ha oído antes. Estaba casi automatizado. La gente estaba totalmente deshumanizada. La gente se desmoronaba. Era la imposición intencionada y sistemática de un gran sufrimiento disfrazado de proceso legal. Es simplemente escalofriante».[4]
Las tácticas de tortura por parte de la CIA continuaron hasta que el presidente Barack Obama firmó una orden ejecutiva para poner fin a estas prácticas, en 2009. No obstante, el tema siguió martillando el tejido político de EEUU pues en 2014, el Comité de Inteligencia del Senado reveló que la prisión de Guantánamo era parte de un «programa de detención secreta indefinida», en el que se hacía uso de violentos métodos de tortura.
«En un informe de 6 mil 300 páginas sobre el uso de la tortura bajo la administración de George W. Bush, se develó que muy altos funcionarios de Washington estuvieron implicados en el uso de la tortura y que entre 80 mil y 100 mil personas han pasado por estas prisiones, muchos de ellos sin siquiera sospechar la razón del por qué fueron asaltados en una calle cualquiera, de una ciudad cualquiera, para después de ser encapuchados y encadenados, embarcarlos en un avión y depositarlos en alguno de esos centros clandestinos a miles de kilómetros de sus casas, de sus familias y de sus vidas, para ser sometidos a torturas físicas y psicológicas en las que se les exigían datos, información, detalles, nombres y lugares de los que las víctimas jamás habían tenido noción alguna.[5]
Salt Pit: la cárcel oscura de Afganistán
Poco tiempo después de la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, los talibanes tuvieron la iniciativa de darle un breve recorrido a la prensa internacional que aún se encontraba en el país por la base secreta de la CIA en Kabul, o lo que quedaba de ella.
Quizás sea esta, la única cárcel secreta, a la cual la prensa tuvo acceso, pero no encontraron mucho. Grandes cantidades de armamento, autos y documentos reducidos a escombros fue lo que pudieron apreciar durante su cobertura, pues días antes, los soldados estadounidenses habían quemado todo lo que pudiera revelar algún vestigio de su actuación en ese lugar. Sin embargo, ya existían testimonios de cómo trataban a los prisioneros, los cuales se adjuntaron a la investigación del senado estadounidense de 2014.
La llamaban Salt Pit, y fue anteriormente una vieja fábrica de ladrillos al noreste de Kabul. Sus celdas eran extremadamente estrechas, sin ventanas ni ventilación ni baños. Los internos eran alimentados compulsivamente por vía rectal, según lo reconoció el propio informe del senado estadounidense de 2014.
Dentro de las torturas que se aplicaron en Salt Pit también conocida como Cobalt se usaba frecuentemente obligar a los detenidos a permanecer de pie, impedirles dormir por más de 180 horas seguidas, colgarlos de las manos y someterlos a duchas con agua helada
«En esas prisiones, la temperatura no pasaba de los 10 grados, por lo que el afgano Gul Rahman, que se convirtió en la única víctima comprobada en Salt Pit, murió por hipotermia en noviembre de 2002 después de haber estado más de dos semanas quejándose del frío y temblando. La CIA jamás entregó el cuerpo a su familia ni les comunicó su muerte. Posteriormente a esa muerte, quizás como un homenaje, la «Agencia» dispuso colocar 14 calefactores en la prisión, lo que tampoco atemperó el frío afgano.»[6]
Las incógnitas continúan
Desde 2008 el entonces presidente Barack Obama «ordenó» el cierre de dichos centros de detención a lo largo del mundo, pero la cárcel de Guantánamo, como otras, continúa abierta.
Trasladar a los 39 presos que aún quedan allí a un centro penitenciario de EEUU saldría mucho más barato para las arcas del Estado, pero eso significaría juzgarlos en tribunales de acuerdo a las leyes estadunidenses, reconocer que se han violado sus derechos y que posiblemente, no existen causas reales para su detención en muchos casos. Que el mundo se entere de una vez y por todas lo que ha sucedido por veinte años en la cárcel de Guantánamo y quiénes son los responsables. Eso no está en los planes de Washington por ahora aunque Joe Biden haya prometido cerrar la cárcel durante su campaña. Ya saben lo que dicen de las promesas y la política, no son compatibles.
Además, mantener abierto la base de Guantánamo es estratégico para EEUU y forma parte de su afrenta contra la soberanía de Cuba, el país al cual no han logrado doblegar en más de 60 años.
Escribir sobre las cárceles secretas de la CIA siempre queda en un acercamiento epitelial al fenómeno. Los documentos que abordan el tema son prácticamente inaccesibles para la prensa, solo tenemos todo lo que se publicó por los propios medios y los gobiernos implicados, luego de la revelación del Post.
La llamada guerra contra el terrorismo se ha reconfigurado, aunque no se descarta la existencia de cárceles secretas enmascaradas en algún lugar del planeta. Veinte años después, vale la pena preguntarse si las torturas de los black sites contestaron alguna pregunta, evitaron algún ataque, salvaron alguna vida, o no fueron más que la evidencia de hasta dónde puede llegar el verdadero terrorismo de un sistema. Los testimonios de quienes estuvieron del otro lado de las rejas son la respuesta.
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Notas
[1] Priest, D.,(2005, 2 noviembre). CIA Holds Terror Suspects in Secret Prisons. Washington Post. https://www.washingtonpost.com/archive/politics/2005/11/02/cia-holds-terror-suspects-in-secret-prisons/767f0160-cde4-41f2-a691-ba989990039c/
[2] Priest, D.,(2005, 2 noviembre). CIA Holds Terror Suspects in Secret Prisons. Washington Post. https://www.washingtonpost.com/archive/politics/2005/11/02/cia-holds-terror-suspects-in-secret-prisons/767f0160-cde4-41f2-a691-ba989990039c/
[3] Monge, Y. (2006, 7 septiembre). Bush reconoce la existencia de cárceles secretas de la CIA en el extranjero. El Pais. https://elpais.com/diario/2006/09/07/internacional/1157580004_850215.html [4]Mayer, J. (2007, 5 agosto).
[4] The C.I.A.’s Black Sites. The New Yorker. https://www.newyorker.com/magazine/2007/08/13/the-black-sites
[5] A. (2019, 26 marzo). EEUU: Prisiones secretas o una temporada en el infierno. Desinformémonos. https://desinformemonos.org/estados-unidos-prisiones-secretas-o-una-temporada-en-el-infierno/
[6] A. (2019, 26 marzo). EEUU: Prisiones secretas o una temporada en el infierno. Desinformémonos. https://desinformemonos.org/estados-unidos-prisiones-secretas-o-una-temporada-en-el-infierno/
Al Mayadeen / La Haine
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