Los peligros del plástico

Por Manuel López Arrabal

Tomar consciencia de los peligros del omnipresente plástico en nuestras vidas, procedente de una industria petroquímica que cada vez causa más enfermedad y muerte, es tremendamente necesario, máxime conociendo que existen alternativas mucho más saludables y sostenibles que deberíamos tener presente para reducir su perjudicial impacto sobre la salud y el medio ambiente.

Desde 1950, que es cuando se inició su uso generalizado, se han producido en todo el mundo más de 8.300 millones de toneladas de plástico de todo tipo: desde el que se usa en botellas y envases, hasta las resinas para fabricar muebles, pasando por las fibras textiles. Esa exorbitante cantidad equivaldría a la fabricación de casi un millón de Torres Eiffel. Solo unos 2.300 millones de toneladas de plástico están hoy día en uso, habiendo sido desechados los 6.000 millones restantes, de los cuales, solo el 9% se ha reciclado. Por tanto, unos 5.500 millones de toneladas siguen estando presentes en los vertederos y en la naturaleza.

Las fábricas de plástico del mundo este año 2018 producirán unos 400 millones de toneladas y se calcula que cada español, de media, consumirá más de cien kilos de este material. Esto es demasiado, siendo tal exceso una verdadera amenaza para los ecosistemas y para la salud humana. No obstante, en España hemos conseguido disminuir el uso de las bolsas plástico desde las 300 por persona en el año 2010 hasta las 130 bolsas en 2017, siendo esto aún insuficiente puesto que una Directiva europea aprobada en el 2015 obliga a los países de la UE a reducir el número de bolsas a 90 por persona antes del 31 de diciembre de 2019. A pesar de esto, en España todavía se gastan más de 5000 millones de bolsas al año, aparte de cientos de miles de toneladas más en otros productos de plástico.

La tercera parte de todos los plásticos utilizados son de corta vida (la mitad del plástico que producimos se convierte en residuo en cuatro o cinco años), aunque algunos, como las bolsas de los supermercados o los envoltorios de infinidad de productos, van de la tienda a casa terminando enseguida en la basura. El destino final de la mayor parte de los plásticos son los vertidos en la naturaleza (ya sea en vertederos o los que diariamente se arrojan al campo o al mar) y las incineradoras que contaminan la tierra y el aire. El plástico abandonado puede tardar en degradarse por completo entre cien y mil años. Una botella abandonada en la playa, con el tiempo puede llegar a desaparecer a la vista porque finalmente se convierte en partículas de plástico tan pequeñas como la arena, pero siendo invisible no es menos peligrosa. Más bien al contrario, pues al convertirse en partículas tan diminutas llega a todos los lugares, incluso a nuestro aparato digestivo a través del pescado y el marisco, principalmente. Tal y como han demostrado las investigaciones llevadas a cabo por la Fundación norteamericana Algalita para la investigación marina, la masa de plástico presente en ciertas zonas del océano Pacífico, es seis veces más grande que la de plancton (organismos diminutos que viven flotando en alta mar y que son fuente de alimento de muchos animales marinos). Las partículas de plástico se convierten, pues, en un falso plancton que acaban siendo ingeridas por aves y animales marinos.

El destino final de la mayor parte de los plásticos son los vertidos en la naturaleza (ya sea en vertederos o los que diariamente se arrojan al campo o al mar) y las incineradoras que contaminan la tierra y el aire.

El plástico mata cada año a millones de animales de más de 370 especies diferentes por ingesta, toxicidad, asfixia o atrapamiento. Según Laurence Maurice, del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) de Francia, aproximadamente 1,5 millones de aves, peces, ballenas y tortugas mueren cada año por desechos plásticos en el mar. Aparte, los residuos de microplástico (partículas menores de cinco milímetros), conforman una «sopa mortal» para el ecosistema marino, encontrándose estos desechos, según expediciones científicas, hasta 1.500 metros de profundidad. Por otro lado, se ha descubierto que los albatros cogen tapones de botellas para dárselas a sus crías, encontrándose muchas de éstas muertas con el estómago lleno de plástico.

En general, muchas especies marinas confunden los residuos plásticos con alimento y mueren al ingerirlos, aunque cada vez más se encuentran animales terrestres que también los comen, principalmente herbívoros, provocándoles graves sufrimientos y finalmente la muerte.

Las mayores consecuencias por la ingestión de plástico tienen que ver con los efectos en los organismos vivos a nivel bioquímico. Las partículas microscópicas del plástico liberanlos elementos dañinos que contienenal descomponerse. Entre estos agentes químicos tóxicos, se encuentran ciertos plaguicidas que se han incluido en la composición del plástico para evitar que los microorganismos colonicen la superficie del material, además de colorantes, flexibilizantes, metales pesados y sustancias ignífugas.

Buena parte de los compuestos contaminantes presentes en los plásticos son agentes que activan el sistema endocrino e interfieren en la producción de hormonas, produciendo alteraciones importantes sobre la salud, principalmente en los sistemas inmunitario y reproductivo. Las ingestiones continuas de plástico, a través de las bebidas contenidas en este material o de los alimentos que los contienen, pueden producir o agravar enfermedades tipo cáncer, alzheimer, artritis, esterilidad, obesidad o diabetes.

Igualmente, los objetos de plástico de uso cotidiano son una amenaza durante su vida útil, antes de convertirse en residuos contaminantes. Según un estudio realizado por el Consejo de Investigación Sueco para el Ambiente, existe una relación directa entre el asma infantil y la concentración de agentes ablandadores (ftalatos) presentes en los plásticos de muchos juguetes y en revestimientos de suelos de PVC. Otro motivo de preocupación cada vez mayor es el “bisfenol A”, un activador endocrino que se encuentra en envases alimenticios de plástico como yogures, vasos, botellas y biberones. Según un estudio realizado en la Universidad Case Western Reserve financiado por el Instituto Nacional de Ciencias Ambientales de Estados Unidos, este componente liberado e ingerido provoca defectos de nacimiento y abortos espontáneos en ratones. Según Patricia Hunt, genetista directora del equipo científico, considera que “se podría pensar que sus efectos sobre humanos serían similares”.

Aproximadamente 1,5 millones de aves, peces, ballenas y tortugas mueren cada año por desechos plásticos en el mar.

Sería difícil imaginar un futuro sin un material que ofrezca la versatilidad y cualidades del plástico: ligero, barato y se le puede dar cualquier forma. No se trata pues de volver al pasado, sino de encontrar alternativas con futuro. Afortunadamente, ya están aquí los bioplásticos, totalmente biodegradables, que no se obtienen del petróleo, sino de fuentes vegetales renovables que pueden compostarse como si se tratara de restos orgánicos de comida. Si se emplean métodos de producción limpia y sostenible, los bioplásticos no presentan grandes inconvenientes. Una prueba de que tienen un menor impacto ambiental es que su producción necesita un 80% menos de energía y genera muchos menos gases con efecto invernadero que la contaminante fabricación del plástico convencional. Sin embargo, es cierto que la producción es aún muy limitada y su precio, de momento, no es muy competitivo.

Mientras tanto, la mejor opción que tenemos a nuestro alcance es la de seguir reciclando nuestros envases, así como seguir practicando un consumo responsable, adquiriendo cada vez menos productos envueltos en plásticos y usando nuestras resistentes bolsas reutilizables para adquirir la mayor parte de productos que podamos a granel.

Por último, tengamos mucho cuidado de no tomar bebidas o comidas calientes que hayan estado en contacto con los plásticos, para evitar ingerir los componentes tóxicos que se liberan fácilmente con el calor. Tengamos presentes la Guía Inteligente sobre Plásticos de National Geographic’s, donde se especifican las clases de plásticos, así como los más seguros para almacenar alimentos. Y, a modo de colofón, cuando vallamos a comer a cualquier sitio fuera de casa, que no sea en un bar o restaurante, llevemos siempre nuestros cubiertos de metal, vasos y botellas de cristal o metal y, para recoger la basura, bolsas que sean biodegradables. Las próximas generaciones de seres humanos y el resto de seres vivos de este maravilloso planeta “nos lo agradecerán”.

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