Hay un sinfín de perseguidos y marginados por formas de vida al margen de la considerada como norma: gitanos, pobres «vagos y maleantes», homosexuales, etc.
Por Eduardo Montagut | 23/03/2025
El historiador Ricardo García Cárcel, en la presentación de cada libro de la colección Los olvidados de la Historia, nos contaba que la Historia la escriben los que vencen, aquí en España y en todas partes. Los perdedores han sido condenados al silencio o colocados en la letra pequeña e ilegible de la Historia.
La memoria es parcial y siempre está al servicio de los que la administran. En nuestro país hay una larga, por no decir larguísima lista de olvidados, y por motivos distintos. Los hay en razón de su fe religiosa, como los judíos, los judeoconversos, los moriscos o los protestantes y alumbrados. Todo estos fueron perseguidos no sólo por su religión sino, también, por sus distintas costumbres y formas de vida. La identidad sexual ha sido otra causa de persecución, especialmente los homosexuales. Nuestro país se ha caracterizado por la persecución con saña de los pensadores, creadores y científicos con ideas que condenaba el poder religioso y el poder político, como los erasmistas, o los ilustrados en la época moderna, para luego multiplicarse la persecución política en la edad contemporánea: afrancesados, liberales, carlistas, republicanos, socialistas, anarquistas, comunistas, nacionalistas no españolistas, masones, etc. Por fin, hay un sinfín de perseguidos y marginados por formas de vida al margen de la considerada como norma: gitanos, pobres «vagos y maleantes», homosexuales, etc.
Pues bien, ¿aparecen los marginados en el currículum de nuestro Bachillerato, especialmente los perseguidos por sus formas de vida al margen de la supuesta norma? A lo sumo, se cuenta algo de los judíos, los judeoconversos, mozárabes y moriscos, pero poco más, a pesar del esfuerzo de algunos autores al calor de los últimos cambios legislativos.
Cierto es que la materia de “Historia de España” es inmensa para poder atenderla con profundidad en Segundo de Bachillerato, que los tiempos son muy limitados con la presión final de la PAU, pero creemos que no pueden seguir siendo invisibles los colectivos que se quedan en las cunetas del discurso histórico que se sigue en educación.
Pensemos, por ejemplo, en el siglo XIX.
En tiempos de la Restauración borbónica se calcula que el 3% de los españoles eran marginados, pero el porcentaje aumentó con la crisis del final del siglo. En todo caso, siempre hay que tener cierta cautela con los números.
En primer lugar, podemos hablar de los denominados “pobres naturales”, “pobres de solemnidad” y mendigos. En el sur de España podían superar el 4% de la población total, y había más mujeres que hombres, como lo demuestran los censos. Eran los mendigos a las puertas de las Iglesias, los expósitos de las inclusas, los huérfanos de los hospicios, viudas que no recibían pensión alguna y en muchos casos con hijos a su cargo, ancianos abandonados, enfermos crónicos y personas con algún tipo de minusvalía física o psíquica sin atención o muy mal atendidos en los hospitales y asilos.
Otro amplio grupo era el conocido como el de los “vagos”, “vagabundos” o “maleantes”. La línea de separación con el anterior grupo no es fácil, ya que algunos mendigos o pobres podían delinquir para poder sobrevivir. En este grupo se puede incluir al amplio número de alcohólicos que había en España, fruto de la extrema dureza de la vida en un país donde el alcohol siempre ha tenido una gran aceptación social, y cuya adicción les impedía encontrar trabajo o la falta del mismo abocaba a muchos hombres a beber. Las autoridades incluían en este amplio grupo de “maleantes” a los gitanos, y lo venían haciendo desde el Antiguo Régimen, especialmente desde los tiempos del despotismo ilustrado, que se caracterizó por una verdadera cruzada contra los mismos. Los gitanos eran considerados vagabundos, es decir, sin domicilio fijo, algo que el poder no toleraba, y delincuentes también, potenciando el imaginario popular. Fueron perseguidos constantemente sin plantear nunca una política de integración.
Los homosexuales y prostitutas también eran considerados maleantes y eran perseguidos, aunque las segundas vivían en una especie de régimen ambivalente, propio de la hipocresía de la sociedad burguesa. Por fin, habría que mencionar a la población reclusa, los presidiarios.
¿Todos estos colectivos no pueden ser estudiados, aunque fuera a grandes rasgos, para que los alumnos comprendan la totalidad de la realidad histórica de cada período, o seguirán siendo invisibles para nuestros adolescentes y jóvenes? Y no olvidemos que enseñar sobre estos colectivos puede servir para que los alumnos entiendan otras realidades presentes en su país, en su propio entorno, por mucho que haya quien quiera oscurecer a los marginados en el pasado, y también en el presente.
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