Los límites del decoro democrático

Por Alberto Vila

«Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro.» José Martí

Luego de ver la conducta pendular de la vicepresidenta en funciones Carmen Calvo o la del superministro en funciones Ábalos, creo que esos vaivenes son la melodía preferida por el señor Pedro Sánchez, presidente en funciones por la gracia de la moción de censura promovida por Pablo Iglesias.

Según las conductas se puede valorar a las personas. Máxime cuando las bases les dicen a través de sus respectivas consultas que quieren coalición progresista.

La democracia exige que se la trate con el decoro correspondiente. Tal vez, porque resulta que la democracia es toda la ciudadanía.

Entonces, sin sorpresas, surge Emiliano García-Page, el recambio de Sánchez Castejon, para descubrir las bondades de la Gran Coalición. Entre toros, caza y procesiones, el PSOE que representa Garcia-Page se siente cómodo cuando vota una norma que significa una apuesta por la limitación de las libertades individuales en España. Eso hace que las suspicacias de la coalición se agudicen.

Practicar el decoro es tomar en serio al conjunto de los compromisos adquiridos en el «Pacto del Abrazo». También lo es practicar el respeto a la legitimidad que pone nota de calidad al sistema.

Creo que no se está midiendo en su justa proporción la gravedad de la situación, cuando se sigue hablando de que España está en peligro. Maxime, si quienes lo afirman han sido actores principales del desastre ético en el que estamos.

El reciente informe acerca de las ventajas fiscales de las grandes empresas es una de las razones por las que la situación debe ser decorosa. Pretender que la voracidad de esos grupos, en buena medida construída con una legalidad diseñada a medida para favorecer las, tiene su fuente en la evidencia de colusiones entre la política y las empresas que favorecen las puertas giratorias.

Es el momento de gobernar para los ciudadanos que son, en definitiva, no otra cosa que España.

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