Los enterradores del Siglo

La Mirada de Ulises, 1995

El cierre del siglo corto en los años 90 y la caída del socialismo real nos muestran un momento de convulsión ideológica y la orfandad de los movimientos sociales que lo inauguraron.

Por Miguel Moneo

Una enorme barcaza navega por las tranquilas aguas del Danubio. A bordo de la destartalada embarcación observamos a dos personajes. Las dimensiones del primero empequeñecen al segundo, es la estatua de Lenin que yace descuartizada en el barco con su cabeza mirando al frente y el índice señalando a un futuro incierto. Al paso de la barca, una multitud se aglutina en la ribera del río y, conmocionados ante la escena, se arrodillan y se santiguan compulsivamente como si estuviesen ante un colosal entierro. Una melodía nostálgica envuelve este sublime corte de la película La mirada de Ulises (1995) de Theo Angelopoulos. La maravillosa sintonía, obra de Eleni Karaindrou, está disponible online para vuestro disfrute.

El historiador Enzo Traverso ve en esta película una analogía con el largometraje Octubre (1927). El film, producido con motivo del décimo aniversario de la Revolución Rusa, comienza con el derrocamiento de la estatua del zar a manos de una turba de trabajadores, campesinos y soldados, quienes jalean y celebran el evento.

El derrocamiento de la estatua de Alejandro III

En los 90 la efigie de Lenin cae en muchos países, al igual que lo hizo la del zar en 1917, víctima del clamor de los tiempos. Las películas mencionadas muestran una reacción popular distinta ante estos eventos: celebración popular ante el derrocamiento de los zares, aflicción ambigua ante el viaje de la estatua de Lenin.

Traverso consigue mediante este análisis enlazar con la apertura y clausura de un periodo histórico denominado como «el corto siglo XX» (1914–1991). Es decir, un ciclo que empieza en 1914 con el estallido de la Primera Guerra Mundial y termina con el desmembramiento del bloque socialista en 1991, en el que se engloban una serie de acontecimientos históricos propios de una dinámica especial: la lucha ideológica entre dos bloques hegemónicos.

El cierre del siglo corto en los años 90 y la caída del socialismo real nos muestran un momento de convulsión ideológica y la orfandad de los movimientos sociales que lo inauguraron. Lo vemos en la categoría cuasi religiosa o imperial otorgada a Lenin por los ciudadanos que se santiguan a su paso. Una circunstancia un tanto irónica, como bien resalta Traverso, puesto que ocupar tal cargo probablemente no estuviese en las intenciones de Lenin.

A vueltas con el Siglo XX

Con la muerte de Isabel II nos hallamos, sin duda, ante un evento histórico. Se trata de la muerte de la monarca más longeva de Reino Unido, cuyo mandato ha presenciado una transformación profunda en la sociedad británica. El fallecimiento de la heredera de la última gran potencia imperial, quien gobernó a millones de personas en el mundo, es de gran relevancia, pero no supone, ni mucho menos, el fin del Siglo XX. Como tampoco lo supuso las muertes años atrás de otros mandatarios (por ejemplo, Fidel Castro, Margaret Thatcher, Mándela, Fraga). Para escarnio de la mayoría de historiadores, algunos han querido resucitar al siglo XX para que pueda asistir a su propio funeral.

Hemos visto como, en última instancia, la dimensión de la reina se ha visto despojada de cualquier responsabilidad en los crímenes del imperialismo británico. Los medios, el establishment, aquellos que auparon a Isabel a un papel cohesionador de la sociedad británica, son los mismos que han querido envolver su féretro con el estandarte del siglo XX, como si la reina fuese nuestro último vínculo con el siglo pasado.

Estamos a caballo entre dos periodos históricos, desde hace bastante rato, puesto que el siglo XX murió, para ciertos historiadores, con el final de la Guerra Fría. El siglo XX se fue, mucho antes que Isabel. De momento, la monarquía pervive, es síntoma de nuestros tiempos que no hayan sido derrocadas las viejas estatuas imperiales ni las instituciones a las que honran.

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