Los comunistas gallegos con la Rusia de la Z

Nuestra posición nos aleja de la rigidez antidialéctica del manual, de las modas y fobias impuestas por los medios de comunicación del enemigo, de los mantras progresistas elaborados en los laboratorios de las universidades de las metrópolis capitalistas

Por Carlos Morais

[Los comunistas no se rebajan a ocultar sus opiniones y sus objetivos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden alcanzarse mediante el derrocamiento violento de todo el orden social existente.
Karl Marx, «Manifiesto del Partido Comunista»]

Los comunistas no pretendemos engañar, somos honestos y decimos la verdad, porque la verdad es siempre revolucionaria. No tenemos complejos, no nos guiamos por dogmas antidialécticos, ni por la narrativa de la agenda de la burguesía.

Ante el enfrentamiento geoestratégico político-militar que tiene lugar en Europa del Este, no nos ponemos de lado, no evadimos la situación, tomamos partido.

Lo hacemos guiados por el instinto de clase, un impulso espontáneo necesario para poder pensar y actuar correctamente en la lucha de clases.

Lo hacemos guiados por los fundamentos del marxismo, concretamente por la filosofía de la praxis. La unidad inquebrantable entre el proyecto de emancipación, la crítica de lo existente y el conocimiento de la realidad.

No apelamos a frases impresionantes, abstracciones idealistas, ambigüedades cobardes, justificadas con citas magistrales de los clásicos, siempre desconectadas del análisis concreto de una situación concreta como enseñaba Lenin.

La confusión y el desapego que caracteriza a las «izquierditas» autóctonas y españolas deriva de la comodidad en la que están instalados sus liderazgos, y del empecinamiento por romper con la inercia de reproducir miméticamente lecturas correctas en otras coyunturas históricas, pero que ahora están completamente desenfocadas.

Pero también las tácticas electorales que los mantienen conscientemente hipotecados en la corrupción política e ideológica absoluta para complacer y satisfacer a la burguesía.

Nuestra posición nos aleja de la rigidez antidialéctica del manual, de las modas y fobias impuestas por los medios de comunicación del enemigo, de los mantras progresistas elaborados en los laboratorios de las universidades de las metrópolis capitalistas, del cáncer eurocentrista que ha infectado a la «izquierda» europea, que al igual que su homóloga norteamericana, como bien dijo Orson Wells, también se ha vendido por una piscina en el jardín.

En Ucrania se está disputando la imposición del diseño totalitario que el imperialismo ha planeado para la humanidad.

En los campos de batalla del Donbás y de Ucrania, la batalla se libra entre la OTAN -brazo terrorista del capitalismo-, los gobiernos de la Unión Europea, plegados a las órdenes de la Casa Blanca y el Pentágono, y las milicias antifascistas que luchan por la liberación del Donbás y el objetivo de desnazificación de la operación especial que las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa están llevando a cabo con éxito.

Así que no estamos con el criminal de guerra Joe Biden, ni con Boris Johnson, ni con Macron y Pedro Sánchez, ni con el siniestro Soros o Elon Musk, ni con el títere Zelensky.

Estamos del mismo lado de la trinchera de Vladimir Putin, del Irán antiimperialista y de las organizaciones comunistas y obreras ucranianas clandestinas y perseguidas, porque en la situación concreta y en la confrontación concreta, están en el lado bueno de la Historia, en la posición antifascista.

Concluyo con tres preguntas a los «comunistas» y fauna diversa de la progresía que defienden el «no a la guerra» y el equidistante «ni Putin ni OTAN».

(a) Si Rusia pierde esta guerra, ¿estaremos en mejores condiciones para una revolución socialista/comunista en Europa?

(b) Si Rusia gana, ¿los intereses sionistas, de la OTAN y de EE.UU. no se verán debilitados?

(c) ¿La victoria sobre el gobierno ucronazi de Kiev no aliviará las presiones que sufren Cuba o Venezuela?

De la reciente historia contemporánea europea podemos extraer dos lecciones.

1- Del heroico asedio de Stalingrado: «detrás del Volga no hay nada». Resistir hasta la victoria.

2- No se negocia con el fascismo. Debe ser literalmente aplastado y pulverizado, como se hizo en Berlín y Milán en abril de 1945.

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