Lo siento mujer

De esos veintitrés millones millones de mujeres, una será violada cada 8 horas, doce de cada cien sufrirán malos tratos a lo largo de su vida  y seguramente la totalidad, vivirá de una o de otra manera la inmensa variedad de formas en las que la sociedad y los que en ella nos encontramos, discriminamos a una mujer por el simple motivo de su sexo

Por Dani Seixo

Supongo que todo pudo comenzar la primera vez que su madre le compro una muñeca en lugar de aquel coche que tanto le gustaba, en las miradas raras cuando quiso jugar al fútbol, las broncas con aquel primer novio por aquella minifalda “demasiado corta”, los celos, los mal entendidos los sábados por la noche, el primer puta, los anuncios denigrantes, los “piropos” a destiempo, la falta de ayuda en casa, los golpes, la talla 36 como canon de belleza, los tacones en la oficina, las miradas lascivas de aquel desconocido, el acoso por un aborto, el miedo a volver sola a casa. Tu sexo…su sexo. 

En nuestro país viven actualmente 23.695.618 mujeres, 90 de ellas nos faltan al haber sido asesinadas durante este último año fruto de la violencia machista. Algunas, como Mariana Carmen Radú de 43 años, habían denunciado; otras no, quizás por miedo a la represalia o simplemente por temor a ser incomprendidas en una sociedad que tantas veces mira para otro lado cuando la sangre aún no se ha derramado en su suelo. De esos veintitrés millones millones de mujeres, una será violada cada 8 horas, doce de cada cien sufrirán malos tratos a lo largo de su vida  y seguramente la totalidad, vivirá de una o de otra manera la inmensa variedad de formas en las que la sociedad y los que en ella nos encontramos, discriminamos a una mujer por el simple motivo de su sexo. Vivimos en una sociedad, con toda una red de conductas interiorizadas desde nuestra más tierna infancia, para hacerlas sentir distintas, muy probablemente inferiores. Como podría sino explicarse una sociedad, en la que más de las mitad de los adolescentes le dice a sus novias con quién puede hablar, en donde se sigue juzgando a las mujeres por su sexualidad o en donde son necesarias leyes, en tantas ocasiones violadas, para garantizar la paridad en los puestos de responsabilidad de nuestras empresas o nuestros gobiernos.

Vivimos en un entorno patriarcal, en donde tan solo 18 denuncias falsas de un total de 130.000 por violencia machista en 2015, sirven para jugar a la ambigüedad a tantos de nuestros cargos políticos. Una realidad en donde el miedo llega a condicionar la vida de la mitad de sus habitantes y en donde la justicia, en demasiadas ocasiones, no se encuentra al lado de la víctima. Techos de cristal todavía vigentes e inalterables, marcados en su curriculum junto a su sexo y quién sabe si como inmensas estrellas amarillas cosidas en sus vaginas o sus pechos. Símbolos invisibles pero latentes de la discriminación de una parte vital de nuestra sociedad. Genocidio, silenciado en tantas partes del mundo y con escasas políticas, más gestuales que comprometidas, para lograr su fin.

Triste una sociedad que dice criar a mujeres libres e independientes, pero que las abandona a su suerte en un mundo que todavía no está preparado para ellas. Un mundo que no nos cría en la igualdad, sino en la diferencia. En donde a los sentidos silencios de protesta, les siguen los recortes en algo que realmente, en el fuero interno de la política, no se considera prioritario. Ningún otro tipo de terrorismo gozaría de la impunidad de la que goza el terrorismo machista, ningún otro genocidio lograría silenciarse al igual que silenciamos el lento gotear de la muerte de nuestras mujeres. Sin duda, supone para nosotros como colectividad, pero también como individuos particulares, una revolución pendiente.

Existen cientos de motivos por los que uno debiera encarar la lucha feministas: por ética, por solidaridad, por necesidad, por amor, por deuda con quién le dio la vida o simplemente por justicia. Por ver al fin en los ojos de la próxima generación de mujeres, la esperanza, en unos ojos en los que todavía hoy se ve tantas veces reflejado el miedo.

Artículo publicado en NR el 16/11/2016

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