De Ana Bataller Rodríguez (Coordinadora de Malva)
Es preocupante y un poco descorazonador ver como la teoría Queer gana adeptos día tras día sin que el movimiento feminista pueda hacer prácticamente nada por contenerlo. Lo queer ¿es una moda pasajera propia de consumidores no demasiado exigentes, una ideología con vocación de futuro, una pseudo ciencia alternativa a las corrientes políticas mainstream? ¿Es la nueva religión, con su liturgia, sus fieles, sus oficiantes, e incluso sus mártires y sus santos?
Sea algo, todo o nada de lo antes referido, lo que es increíble es que se haya convertido en todo un fenómeno mundial con tan pocos años de vida como teoría »filosófica», que nos ha desbordado por imprevisible. Pero no estaríamos debatiendo el ascenso de lo queer sin decir que esta teoría, término acuñado por Teresa de Laurentis en 1990, surgió para dar cabida y explicación a una parte de la población que no se ajusta al binomio mayoritario de hombre-mujer. Esta población, que oscila entre el 0,3 y el 1 por ciento de la población, creen haber nacido en un cuerpo equivocado y por ello reclaman su derecho a la identidad de género, como solución a su disconformidad. Yo soy lo que quiero ser y elijo ser hombre o mujer a voluntad y en base a esa elección, construyo mi propio cuerpo usando todos los recursos de los que me provee la medicina, la industria farmacéutica y la cosmética.
Este nuevo universo de posibilidades infinitas, de transmutaciones y de identidades elegibles, es lo que ha fascinado a gran parte de jóvenes, niños o adolescentes. Y no sin razón. ¿Puede haber algo más atractivo que poder decidir sobre tu propia vida, quién quieres ser, jugar a transformarse, elegir diferentes roles sabiendo que eres libre de hacerlo, que es el acto de libertad más absoluta? Así lo “venden” y así lo “compran”. Un acto narcisista que afianza el ego. Pero la realidad no es tan simple, eso es un espejismo y como buen espejismo, se volatiliza. Nada sale gratis. Este juego de construirse uno mismo, legítima aspiración postmilenial de la self-made person es una frivolidad.
No nos preocuparía si, esta cuestión solo incumbiera a los afectados directamente en la encrucijada de la disforia de género. Pero es que no es así: hay muchísima población queha decidido posicionarse al lado de esta ínfima proporción de la población y hoy en día lo queer está invadiéndolo todo, desde escuelas a institutos, de universidades a centros de poder político. Esto ya no es una moda, constituye un lobby de presión en todos los ámbitos de la sociedad, especialmente arraigado entre los más jóvenes.
¿Cómo es posible que una teoría, formulada en los 90, con más dudas que certezas, se esté constituyendo como un eje del pensamiento de nuestros días, afectando a ramas tan diversas como la biología, la medicina, la sociología, la filosofía y la política? ¿Es relevante e impostergable la adecuación de toda la sociedad a esta teoría de nueva generación, aunque no haya validado sus postulados y aunque no ha propuesto medidas que mejoren los estándares de vida del común de la población? ¿Por qué si sus energías están únicamente focalizadas en atender en elmejor de los casos a un 1% de la población, suscita tantas adhesiones?
Aparte de haber sido impulsada desde las altas esferas económicas, para poner a las mujeres en su sitio, no deja de sorprender el grado de candor de ciertas élites que la defienden por contemporánea, como si eso por sí mismo fuera garante de nada. ¿Por qué los jóvenes son los que más furibundamente apoyan y promueven con sus manifestaciones la teoría queer? Creo que se debe a un doble error. Uno, por parte del feminismo tradicional que no ha sabido transmitir su mensaje y ha excluído a la juventud de su toma de decisiones. Las jóvenes millennials acusan al feminismo ortodoxo de cuarta generación, de ser demasiado dogmáticas, de ser demasiado correctas, demasiado convencionales. Puede que incluso de ser demasiado pacíficas. Nos echan encara nuestra pasividad. Somos muy buenas teorizando, pero realmente, no somos prácticas si en 40 años no hemos articulado ni un partido político propio que nos represente y defienda los intereses de las mujeres. Por otra parte, está el desencanto político de los jóvenes, sin referentes claros, fácilmente sugestionables por cualquiera quequiera ocupar el lugar de líder. Ante la falta de perspectivas económicas, encadenando crisis tras crisis, la juventud ha sucumbido sin resistencia a los cantos de sirena deorganizaciones que ofrecen un horizonte de fantasía, donde ellos tienen un lugar preeminente, pues les dicen que serán dueños absolutos de su destino. Algo que está siendo utilizado por emergentes partidos que los ven únicamente como votantes y esperan conseguir de ellos nada más que escaños para mantenerse en el poder.
Ellas y ellos (y elles) se revuelven contra el feminismo canónico y contra los partidos convencionales, al igual que la juventud española tras la dictadura. Durante los años 80 y90 a través de La Movida, los jóvenes tomaron las calles e hicieron suya la cultura y transformaron aquella sociedad heredera del franquismo. Había ganas de ruptura, ansias transformadoras, hambre de libertad. Generaron sus propios códigos, empezando por la música y rápidamente se convirtió en un movimiento imparable que lo colonizó todo, diseño, moda, arte, literatura, dando origen a una transformación social que duró una década. Con lo queer, se está reproduciendo el mismo fenómeno de apropiación de los espacios, por parte de una generación pujante y desencantada en lo laboral y en lo económico
Lo queer es el nuevo punk. Es una forma de matar a la madre, de romper con todo, como acto liberador de repulsa a lo heredado, de autoafirmación. Es más una pataleta, un gesto de rabia que una postura meditada. Por eso debería ser fácil desactivarlo, porque es muy frágil: es más apariencia que contenido. Es pseudo-ciencia, es friki, es una canción de Disney. Lo queer es una elección reivindicativa por lo que conlleva de subvertir el orden establecido. Pero lo cierto es que su implicación en la política es un hecho, porque los movimientos pro-queer han infiltrado todo el establishment.
Lo queer ha venido a quedarse, para nuestra desesperación. Viene a convertirse en un movimiento contracultural, divergente y transversal, que parasita lo cultural por su barniz de posmodernidad, y que además se encuentra fortalecido por los postulados literarios y filosóficos de distintas personalidades, como Judith Butler y Gayle Rubin, o la más reciente Virginie Despentes, con su nueva visión y que, para colmo, ha encontrado su caja de resonancia en unos políticos faltos de tesis propias. En dicha tesitura lo más fácil es dejarse llevar por la posvedad y hacer suyas ideologías prestadas, para evitar tener que desarrollar las propias. Solo desde esta óptica se entiende la influencia y la fascinación que ejerce lo queer sobre un partido como Podemos. Lo está utilizando en sustitución del marxismo por que ve en la juventud un caladero de votos, va a pescar a la población de 16-18 años, jóvenes que votarán por primera vez y a los que hay que fidelizar y conquistar con propuestas novedosas y rutilantes.
En un mundo cambiante y en permanente evolución, con el inicio de un siglo, se requería una teoría rompedora, verdaderamente subversiva a la que agarrarse y parece que, de nuevo, a costa de las mujeres, que con el auge de lo queer vemos nuestras conquistas y nuestros legítimos anhelos en retroceso. Y es que corren malos tiempos para las mujeres.
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