Literatura | Lovecraft (una mitología)

Por Carlos César Álvarez

“El pensamiento humano, con sus infinitas variedades, intensidades, aspectos y colisiones, es quizás el espectáculo más divertido pero desalentador de nuestro globo terráqueo.” 

H.P. Lovecraft

 

Materia Oscura ha reeditado “Lovecraft (una mitología)” de David Hernández de la Fuente, libro que tras ver la luz por vez primera en 2005 se convirtió en referencia para los seguidores del “ermitaño de Providence”. Calificado por su autor como “ensayo ficticio”, esta obra singular incluye biografía, crítica, historia y unas gotas de ficción que rellenan hábilmente algunos de los muchos puntos oscuros del protagonista. Se estructura el libro en un prólogo y cuatro partes: “Lovecraft  y los mitosclásicos”, “Lo dionisíaco, lo gótico, lo místico (una poética)”, “La escuela lovecraftiana” y “El último pagano habla” más unos apéndices que incluyen la obra narrativa, bibliografía y filmografía.

Decía Borges que Howard Phillips Lovecraft “gustaba, como Hawthorne, de la soledad, y aunque trabajaba de día, lo hacía siempre con las persianas bajadas”. David Hernández de la Fuente se ha atrevido a asomarse por las rendijas de las persianas y cual personaje de H.P.L. atisbar lo que hay “al otro lado”. Por fortuna, lo que ha visto no son horrores abominables, demenciales e innombrables, sino un hombre con una infancia difícil y una crisis vital que a los dieciocho años lo transformó en otro. Hernández ha buscado en los textos de Lovecraft y en la abundante correspondencia que mantuvo a lo largo de su vida, pero no hay manera de saber qué pasó por la mente del joven Howard entre 1908 y 1914. Posiblemente se volvió loco, con la misma locura de Don Quijote o de escritores como Hölderlin o Melville. Esa locura que “permite al individuo asomarse a todo nuestro drama colectivo. Y volver para contarlo.”

Dicho drama colectivo se articula en torno a arquetipos, una de cuyas más conocidas representaciones se encuentra en los mitos clásicos, que Lovecraft había estudiado a fondo ya antes de su crisis y que después le permitirían establecer un nuevo “paganismo literario”. En su obra están presentes por un lado los mitos en los que el héroe desciende al infierno y es capaz de regresar y narrar su experiencia -si encuentra palabras para ello- y, por otra parte, los ritos dionisíacos que transforman al iniciado en otro. Él mismo cuenta que de niño construía altares “a Pan y a Apolo, a Atenea y a Artemisa y al benévolo Saturno, que gobernaron el mundo en la Edad de Oro.”

Afirma Hernández que Lovecraft es un místico, en cuanto está en contacto con otras realidades, como el poeta William Blake o el pintor Nicolás Roerich. Michel Houellebecq en su celebrado ensayo sobre H.P.L. dice que éste “selecciona a sus lectores como un sacerdote que eligiera ya desde el comienzo a quienes reúnen las cualidades para ser iniciados en los misterios y, también, a las víctimas propiciatorias.”

Al salir de su crisis existencial, el joven Howard encontró la que sería otra de sus influencias más reconocibles: la novela gótica inglesa. Lord Dunsany, Arthur Machen y Algernon Blackwood se cuentan entre los autores que frecuentaría. Lovecraft, junto a escritores como Poe, Hawthorne y Ambrose Bierce, desarrollaría una variante propia, un gótico americano.El escritor de Providence le añadiría algunos aspectos de la entonces recién nacida ciencia-ficción para crear su peculiar estilo.

Casi tanta importancia como tuvo el maestro en el desarrollo de series como los mitos de Cthulhu, lo tuvieron los autores que siguieron su línea y constituyeron lo que se conoce como el Círculo Lovecraft. Formado por escritores como Robert Bloch, August Derleth, Robert E. Howard y Clark Ashton Smith, entre otros, se agruparon en torno a la mítica revista pulp Weird Tales. Hay que decir que el Círculo se ha extendido en el tiempo hasta nuestros días, ya que aún hoy surgen epígonos de Lovecraft, incluso en España.

Pero la influencia lovecraftiana se extiende más allá de la literatura: largometrajes, cómics, videojuegos, juegos de rol, grupos de rock, páginas de internet y diversos subproductos (que seguramente disgustarían al “ermitaño”). Entre las muchas versiones en cómic, debo citar aquí a los autores españoles Esteban Maroto y Joan Boix y la magistral adaptación de los Mitos de Cthulhu de los argentinos Buscaglia y Breccia. Sin embargo han sido fallidos los intentos de adaptar al cine las obras del escritor de Providence, pues es uno de esos autores -como Marcel Proust, entre otros- cuyo estilo literario resulta complicadísimo de trasponer a imágenes convincentes: las descripciones del horror solo pueden ser vistas en los textos de Lovecraft.

De todo esto y de muchas más cosas nos habla David Hernández de la Fuente en este interesante ensayo y nos confiesa que el propio Lovecraft, surgiendo frente a él en un estado intermedio entre la vida y la muerte, le reveló el secreto de su escritura. Estas fueron las palabras del maestro: Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu wgah’nagl fhtagn!

 

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