Literatura | La literatura revolucionaria de quiosco

Por Carlos Cesar Álvarez

Hoy día, cuando en los quioscos de prensa podemos encontrar de todo, desde libros a películas, pasando por diversos tipos de objetos que regalan habitualmente los diarios, puede ser necesario definir qué entendemos por literatura de quiosco. Hablamos de libros que en las primeras décadas del siglo XX se encontraban solamente en los quioscos de prensa y que eran los únicos libros que en dichos lugares se vendían. Se trataba de ediciones de bajo coste y módico precio, que estaban a disposición de las clases trabajadoras, a diferencia de los volúmenes que podían encontrarse en las librerías, asequibles solo para un público de cierto nivel económico. Su extensión era breve, entre dieciséis y treinta y dos páginas, y solían estar impresos a dos columnas. Desde 1907 hasta el inicio de la Guerra Civil se estima que se publicaron más de un centenar de colecciones y unos diez mil títulos.

A la hora de hablar de los orígenes de la literatura de quiosco en España, es obligado mencionar el nombre de Eduardo Zamacois, escritor español nacido en Cuba en 1873, que con su colección “El Cuento Semanal” estableció el canon que seguirían las publicaciones similares posteriores. El éxito de dicha colección, que entre 1907 y 1912 llegó a tirar 50.000 ejemplares semanales, sirvió en primer lugar para demostrar que había un buen número de lectores potenciales que solo estaban esperando la oportunidad de tener acceso a los libros. También sirvió para que los escritores cobrasen sumas decentes por su trabajo. En “El Cuento Semanal” ofrecieron adelantos de sus obras autores como Valle-Inclán o Pío Baroja y publicaron cuentos y novelas cortas otros muchos menos conocidos que se promocionaron gracias a ella.

En este artículo repasaremos algunas de las series de libros con ideología política de izquierdas que se pusieron a la venta en los quioscos desde los primeros años del siglo XX hasta la Guerra Civil.

Siguiendo la fórmula de Zamacois, el editor anarquista Fernando Pintado sacó en 1922 en Barcelona la serie “La Novela Roja”, que a pesar de su denominación incluía también algunos ensayos. Esta colección reuniría escritores de la talla de Tolstoi, Zola, Gorki o Blasco Ibáñez con autores cuya obra era de contenido esencialmente político, como Salvador Seguí, Eduardo Barriobero, Angel Samblancat o Federica Montseny. “El día de trabajo” de Carlos Marx también apareció en esta serie. Se publicaron cuarenta y nueve títulos, a un precio de entre veinte y treinta céntimos. Su mayor éxito de ventas fue “Páginas de sangre” de E. Torralva Beci, que narraba la represión en Barcelona entre 1920 y 1922.

Con el mismo nombre de “La Novela Roja”, el escritor comunista Ceferino Rodríguez Avecilla lanzaría en 1931 y desde Madrid una nueva colección de corte ideológico republicano radical, cuya producción se redujo a siete títulos. Entre sus autores cabe destacar a la feminista Margarita Nelken, a Ricardo Baroja -pintor y hermano de don Pío- y al escultor Victorio Macho.

Este tipo de literatura, dirigida a la clase trabajadora, se vio obligada a superar el dilema de si escribir con un buen estilo literario, citas cultas, utilización de metáforas y demás figuras retóricas o por el contrario debía emplear un lenguaje llano al alcance de los lectores de menos nivel. El crítico Gonzalo Santonja considera que la mayor parte de los autores no salieron bien librados de este desafío.

Entre 1925 y 1938, la familia Montseny editó en Barcelona la serie “La Novela Ideal”, cosa sorprendente si pensamos que los Montseny eran anarquistas y que desde septiembre de 1923 España se encontraba regida por la dictadura de Primo de Rivera, que había impuesto la censura previa. Esta longeva colección alcanzó el record de quinientos títulos. Federico Urales (seudónimo de Juan Montseny, padre de Federica) publicó en ella varias de sus obras.

En 1930, caída ya la dictadura, la empresa madrileña Prensa Gráfica sacó “La Novela Política”, que según su declaración programática tenía como fin la difusión de forma novelada de episodios sobresalientes de la vida española, como la lucha de ideas, los movimientos revolucionarios, las grandes figuras políticas, etc. La colección se quedó en once títulos, entre los que destacan “La noche de San Daniel” de Alardo Prats y “Seis años de absolutismo” del periodista convertido poco más tarde al falangismo César González-Ruano.

Dentro de la literatura revolucionaria hay que incluir la específicamente anticlerical. La colección “Fray Lazo”, de Editorial Republicana, se publicó entre 1930 y 1932 e incluía literatos de prestigio como Unamuno, Gómez de la Serna y Zamacois, junto a autores de corte más político como Margarita Nelken y Angel Pestaña. Ediciones Libertad puso en los quioscos en 1932 veinticuatro pequeños volúmenes bajo el título de “Biblioteca de los Sin Dios”. Títulos como “Jesucristo, mala persona” o “Jesucristo homosexual”, de Augusto Vivero, resultaron bastante provocadores. Varios números de la colección fueron denunciados y… bueno, no sé si hemos avanzado mucho desde entonces, preguntad a un tal Willy Toledo.

“La Novela Proletaria” se distribuyó entre 1932 y 1933, dio un total de veintidós títulos y contó con autores como los ya citados Angel Samblancat, Eduardo Barriobero y Augusto Vivero. El aviador Ramón Franco, en esa época aún decididamente republicano, firmó “Abel mata a Caín”, y no faltó quien dedujo que Caín era una referencia a su hermano mayor (ya sabéis quién) al que, no obstante, se uniría en el transcurso de la guerra.

Ni que decir tiene que el final de la Guerra Civil acabó en España con este tipo de literatura, cuyos autores acabaron muertos o en el exilio. No obstante, algunos de los exiliados prosiguieron su labor en el extranjero, como Fernando Pintado que creó en Toulouse la editora Páginas Libres.

Para quien desee profundizar en la temática de la literatura de quiosco son fundamentales los libros de Gonzalo Santonja y en particular “La novela revolucionaria de quiosco (1905-1939)” (La Productora de Ediciones El Museo Universal, 1993) y “Las novelas rojas” (Ediciones de la Torre, 1994).

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