A Gándara Llata, Ramón (n. Soto de la Marina, Santa Cruz de Bezana) “Murió el 19 de diciembre de 1942 en el campo de concentración de Dachau”.
Por José Miguel Gándara | 7/08/2024
Esta tarde estuve tomando un café en un local llamado «Boulevard 8». Nunca he entendido la promiscuidad semántica y filológica de los que pretenden ser más modernos que nadie, la pretenciosidad de las nuevas generaciones, sus vacuos y ridículos esnobismos históricistas.
En esta vida nada se descubre de forma adánica y primeriza, todo está descubierto, desbrozado y pateado de antemano. Y digo esto, porque el local hostelero al que hacía referencia siempre, desde toda la eternidad, fue conocido por «El cantábrico», lo sé debido a que varios antepasados tuvieron que tomar las aguas del conocido balneario de Liérganes y pasaban horas de asueto e intriga en el susodicho bar restaurante.
En «El cantábrico» se produjeron, desde tiempo indeterminado, todo tipo de labores de espionaje y contraespionaje, fue un lugar de intrigas y susurros, ya que la vida, antes de esta avalancha de posmodernismo cutre y egocéntrico, discurría a base de susurros, la vida se conminaba a sí misma para ser un cuerpo susurran te, como una caricia apenas perceptible.
Mi tía abuela Natividad me contó estas cosas susurrante, entre dientes, y siempre sospeché que ella habría participado en primera persona de tales intrigas políticas, económicas, sociales, republicanas, de clanes familiares y societario y quién sabe que más…
En aquellos tiempos y,- les estoy hablando desde principios del siglo XX hasta bien entrada la Transición del franquismo criminal a la rastrera democracia burguesa-, la vida cotidiana era mucho más interesante que en la actualidad, la gente se comprometía con su tiempo y con su contexto histórico, aún no habían llegado las tecnologías atomizadoras e invalidan tes que hacen creer a los posmodernos que ellos, en persona, arribaron a las indias.
En «El cantábrico», mientras daban cuenta de un buen chocolate, un café au lait o una ginebra, se intrigaba de tal manera que aquello terminó por convertirse en el mayor nido de espías del norte peninsular, incluso, se cre que muchos agentes nazis, con la excusa de tomar las aguas, se dejaron caer por el conocido restaurante con el fin de sacar alguna jugosa información para los intereses del eje o para la red de huida de huida de nazis que estuvo en pie durante muchos años en estas latitudes.
¿No se creen esta historia?, ¿creen que es producto de mi conspicua imaginación?. Com pruébenlo por sí mismos, visiten el lugar, incluso les diría que avanzaran unos metros más allá para contemplar el espacioso local del antiguo restaurante del hombre pez, y que se encuentra en un penumbroso e inquietante estado de abandono. ¿Sería éste otro nido de espías? Muy posiblemente.
Liérganes 25 de julio de 2024
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