Mientra Europa riega con millones a los poco democráticos regímenes libio y turco, para que defiendan sus fronteras, cierra los ojos a las torturas, a los secuestros, violaciones, incluso a casos de esclavitud y trata de personas
Y es que no lo olvidemos nunca, las políticas desarrolladas y aplicadas por la Alemania nazi en suelo europeo, no eran sino la ampliación al viejo continente de la inmoralidad y la barbarie colonialista que los europeos habían venido desarrollando en África. Los victimarios del Tarajal, las concertinas, los CIE’s, las detenciones arbitrarias, las políticas de excepción y la absoluta falta de derechos a la que hoy se enfrentan los inmigrantes en suelo europeo, en medio de un clima de creciente hostilidad y clara xenofobia, suponen el aviso final ante el nuevo triunfo de la muerte, un breve preludio antes de la actividad de los campos de concentración y las cámaras de gas en nuestras fronteras. Dani Seixo
Por Angelo Nero
“Libye, les centres de la honte”, el documental que Sara Creta estrenó el año pasado, y que aquí puede verse en una plataforma digital con el título de “Libia: infierno sin salida”, es un viaje, sin duda al infierno, pero también, como señala el título original, un viaje a los centros de la vergüenza, financiados por Europa, para que sirvan de contención contra esa legión de desesperados que llegan a ese no-estado, antesala de la peligrosa travesía del Mediterráneo, cara un paraíso donde no son bien recibidos, y son detenidos en las condiciones más inhumanas, con pésimas condiciones higiénicas y sanitarias, sufriendo vejaciones, torturas, extorsiones, violaciones. Todo ello con las bendiciones de las autoridades de la Unión Europea, que, después de destrozar el país de la Yamahiriya Árabe, el estado gobernado por Muamar el Gadafi, en una intervención de la OTAN, en 2011, dio lugar a una guerra civil que ha llegado, prácticamente, hasta nuestros días, con el país fragmentado, y dividido entre varios señores de la guerra que se proclaman el auténtico gobierno de este estado fallido.
Todavía podemos recordar, no hace tanto, los reportajes a todo color de El País o El Mundo sobre los combatientes de la libertad libios, como antes fueron los afganos, y después lo sirios, y ya sabemos en que se convirtieron. En Libia, además de varios gobiernos, ejércitos y milicias que luchan entre si por los despojos de la Yamahiriya y los favores de la Unión Europea, hay miles de hombres y mujeres que huyeron de la guerra que asola sus países de origen, de la sequía pertinaz, las plagas de langosta, de la hambruna, del cambio climático que está llevando el desierto a la puerta de sus casas, de los gobiernos corruptos y genocidas, y muchos de esos hombres y mujeres acaban en esos centros de la vergüenza financiados con fondos europeos, expuestos a todo tipo de violencias, hacinados, obligados a trabajos forzados o a pedir un rescate a sus familias para salir de ese infierno mientras la Europa de Ursula von der Leyen mira hacia otro lado, o algo peor, pues es cómplice necesario en este crimen contra la humanidad.
Los testimonios recogidos en “Libye, les centres de la honte”, son crónicas de la impunidad y de la vergüenza, las pruebas de cargo contra un sistema en el que guardias costeros, contrabandistas, agentes del Frontex, funcionarios europeos, señores de la guerra libios, políticos de todas las tendencias, democristianos alemanes, populistas italianos, socialistas españoles, se confabulan para atrapar en el infierno libio a aquellos a los que en la penúltima etapa de su largo viaje hacia el sueño europeo, ven rotos sus sueños. Además de mostrar, incluso con vídeos grabados por los propios migrantes en los centros de detención, la crudeza de sus días, Sara Creta ha recogido los testimonios de voluntarios de ONGs y de guardias costeros y milicianos. Uno de ellos, perteneciente a la milicia de Al-Sahid, conversando con sus compañeros en el cuartel comenta: “¡La política internacional es un negocio! ¡Donde predominan los intereses! La prueba es el conflicto libio: Rusia está en conflicto con Turquía, EEUU, y Francia. Italia, que es aliada de Francia. Estos países solo ven sus intereses en nosotros, no los nuestros. Su única preocupación es quien se llevará más dinero, quién se hará con el petróleo. No les importamos. Hoy, los únicos que nos han apoyado en tierra son los turcos.”
El papel de Turquía en la guerra civil libia ha sido fundamental. En 202o la intervención militar turca impidió a las tropas del as fuerzas del mariscal Jalifa Hafter la conquista de Trípoli, gracias a sus drones, que después utilizaría en la invasión de Arsatkh y ahora utiliza en Rojava, y también al envió de miles de miembros de milicias islamistas sirias. Los intereses libios en la país son variados, pero el principal es la disputa en la delimitación de las aguas territoriales en el Mediterráneos Oriental, para la explotación de los recursos energéticos que se encuentran en la zona. Turquía es, además, el gran muro de contención de la migración africana, y como principal socio del gobierno de Trípoli, tiene mucho que enseñarle en las represivas políticas contra los migrantes que caen en su territorio.
Mientras Europa riega con millones a los poco democráticos regímenes libio y turco, para que defiendan sus fronteras, cierra los ojos a las torturas, a los secuestros, violaciones, incluso a casos de esclavitud y trata de personas, que ha sido denunciado por numerosas organizaciones internacionales. La vergüenza de Libia, en la que miles de hombres y mujeres sufren un verdadero infierno, es posible gracias a esa Europa que mira a cámara y habla de derechos humanos en Ucrania, sin pestañear, como si estuviesen interpretando un drama y estuviesen asegurados los aplausos de un público dispuesto a creerse las mentiras de Ursula von der Leyen y sus acólitos.
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