La lectura, como cualquier otra actividad, es algo profundamente personal, y no hay una forma correcta o incorrecta de disfrutarla.
Por Isabel Ginés | 7/01/2025
Siempre he tenido claro que leer no es solo un pasatiempo, sino una herramienta esencial para sobrellevar la vida. Durante el instituto y la universidad, atravesé momentos difíciles. En la vida: ansiedad, inseguridades, y problemas cotidianos que parecían gigantes en su momento. Los libros fueron, literalmente, lo que me ayudó a no venirme abajo. Me daban un respiro, una forma de salir de mi cabeza por un rato. Incluso ahora, cuando tengo días malos o siento que la ansiedad vuelve, leer sigue siendo mi manera de recuperar la calma y reenfocarme. Mis etapas de hospital o cuando casi muero las historias me ayudaron tanto.
Sin embargo, leer no es algo que se quede solo en lo personal. Me gusta hablar de lo que leo, compartirlo con otras personas, recomendar libros o recibir recomendaciones. Me motiva escuchar a otros lectores, ver reseñas en redes, descubrir qué está leyendo la gente y qué les hace sentir. Por eso, no entiendo la crítica que algunos hacen al hecho de hablar de lecturas, valorar libros en plataformas como Goodreads o proponerse metas anuales de lectura. Decir que eso es “aburrido” es una forma limitada de ver el mundo.
¿Por qué juzgar cómo cada persona vive su relación con los libros? Hay quienes disfrutan contando cuántos libros leen al año porque les motiva ponerse objetivos. Otros prefieren simplemente disfrutar del proceso sin marcarse metas. Algunos usan redes sociales para compartir sus lecturas y conectar con personas con gustos similares, mientras que otros se quedan con las charlas cara a cara. Y todo esto es válido. La lectura, como cualquier otra actividad, es algo profundamente personal, y no hay una forma correcta o incorrecta de disfrutarla.
En mi caso, hablar de lo que leo no solo me resulta entretenido, sino también útil. Muchas veces he descubierto libros que se han convertido en mis favoritos gracias a una recomendación casual o a una reseña en YouTube. Mi mejor amiga, Vero, es una experta en esto. Sus reseñas siempre me inspiran, porque leer para ella no es un ejercicio aislado, sino una forma de conectar con los demás. Lo mismo pasa con mi madre, que siempre ha sido lectora y profesora de literatura y matemáticas. Ver a la gente que me rodea hablar con entusiasmo de sus lecturas me anima a seguir explorando y descubriendo nuevos mundos en las páginas de un libro.
Y no puedo evitar cuestionar a quienes critican esta manera de vivir la lectura. Si compartir lo que lees te motiva, ¿por qué sería algo malo? Si ponerte una meta anual te ayuda a leer más o a mantener el hábito, ¿dónde está el problema? Cada lector es libre de relacionarse con los libros de la forma que más le funcione, y en lugar de ridiculizar esas prácticas, deberíamos valorarlas. Al final, el objetivo es que la lectura nos haga sentir bien, que nos sirva como herramienta para crecer, para reflexionar, o incluso para evadirnos un rato de la realidad cuando lo necesitamos.
Leer es útil. Ayuda a entender el mundo, a ampliar perspectivas, a desconectar cuando el ruido mental es demasiado. Pero también tiene un componente social que no deberíamos ignorar. Compartir lecturas, recomendar títulos o debatir sobre un libro que te marcó son formas de conectar con los demás, de generar conversaciones interesantes y de construir una comunidad. Criticar eso como si fuera algo “aburrido” demuestra una falta de comprensión sobre lo que realmente significa disfrutar de la literatura.
Así que, si te gusta llevar una lista de libros leídos, compártela. Si prefieres hablar de tus lecturas en redes o con amigos, hazlo. Y si no quieres hacer nada de eso y solo quieres leer en silencio, también está bien. La lectura no debería ser un motivo de juicio ni de competencia, sino una forma de enriquecer nuestras vidas. Al final, lo más importante es que cada persona sea libre de disfrutarla como quiera.
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