El libro fundamental para ser socialista era, sin lugar a dudas, para nuestro protagonista, el Manifiesto Comunista de Marx y Engels. El problema era que no siempre se vendía a precio asequible para los obreros, ni se editaba adecuadamente.
Por Eduardo Montagut
Rafael Urbano García (1870-1924) fue periodista y escritor. Colaboró en Vida Socialista y Conciencia Obrera. En 1913 fue redactor en El Socialista, siendo además editor de la revista Fabio, y también trabajó en La Opinión. Perteneció al Ateneo y a la Escuela Nueva. Entre sus publicaciones se puede citar su Historia del Socialismo, parte antigua, la conquista utópica (1903). A Urbano le hemos estudiado a cuenta del proyecto fabiano para el PSOE. Pues bien, ahora queremos ver sus ideas sobre la relación entre los libros y el socialismo. En este artículo nos hacemos eco del análisis que hizo nuestro autor sobre las obras necesarias para ser socialista. Creemos que se trata de un ejercicio sumamente estimulante de la mano de un intelectual socialista español, a la altura de 1913, y que tiene que ver con la formación política en el seno de la izquierda.
El libro fundamental para ser socialista era, sin lugar a dudas, para nuestro protagonista, el Manifiesto Comunista de Marx y Engels. El problema era que no siempre se vendía a precio asequible para los obreros, ni se editaba adecuadamente.
A continuación, Urbano se hacía eco de la lista que el socialista belga Vandervelde había publicado de obras recomendadas, como “absolutamente necesarias” para figurar en la biblioteca de un militante y de una Agrupación socialista. Se trataba de una lista de 34 obras, y que en total valían a la altura de 1913, 150 pesetas. No todos estaban traducidos al castellano. Los libros recomendados por Vandervelde eran los siguientes: C. Albert, El amor libre; Alexinski, La Rusia moderna; Bebel, La mujer y el socialismo; Bernstein, El socialismo teórico…; Borguin, Los sistemas socialistas…, El socialismo y la concentración industrial; Lily Braun, El problema de la mujer; G. de Greef, La economía pública…; C. de Paepe, Los servicios públicos…; Engels, Anti Duhring, El socialismo utópico…, El origen de la familia…; Marx y Engels, Manifiesto Comunista; A Forel, La cuestión sexual…; A. Houtin, Historia del modernismo católico…; Kautsky, El programa socialista, El marxismo…; Lassalle, Discursos y folletos; Lewinsky, La evolución industrial…; A. Menger, El estado socialista; Morizet, Por qué necesitamos una gran prensa; P. Passy, Cristianismo y socialismo; Proudhon, La capacidad política de las clases trabajadoras; S. Reinach, Orfeo; E. Rignaud, La cuestión de la herencia; Mgr. Rutten, Curso elemental de apologética cristiana; Seybohm Rowatrée, ¿Cómo disminuir la miseria?; W. Sombart, El socialismo y el movimiento social del siglo XIX; Vandervelde, El colectivismo, Ensayos socialistas, El socialismo agrario…, El socialismo contra el Estado; La acción socialista; y El partido obrero y la religión.
Pero Urbano esta lista era muy larga y cara para un obrero, aunque también era cierto, en su opinión, que era demasiado corta para una buena información, además de sobrar algunos títulos. En conclusión, el ejercicio de Vandervelde era bueno para una biblioteca, pero no servía de forma eficiente para un individuo.
Para llegar al socialismo los libros debían dividirse en tres grupos:
“Libros que hacen”, es decir, aquellos de “construcción, de edificación, de enseñanza elemental”.
“Libros que sostienen”, esto es, los “libros superiores”, de estudio.
“Libros que impulsan”, que serían aquellos que reafirmaban, que documentaban y que llevaban a la propaganda y le ofrecían “armas” al lector para la polémica.
Urbano reconocía que, en realidad, no había “libros que hicieran”, porque nadie aceptaba un sistema para la vida, como era el socialismo, por la lectura de un libro. En realidad, esos textos lo que hacían eran enseñar e inclinar. Eran obras muy reducidas, y así debían ser para cumplir su misión. En este grupo solamente estarían el Manifiesto Comunista, El socialismo utópico y el socialismo científico de Engels, y el resumen de El capital, debido a Deville. Esos libros despertaban al lector, ya que Urbano decía que “después de leerlos se da cuenta uno de la inconsciente esclavitud en que ha vivido”.
A Urbano le parecía raro que en su catálogo de Vandervelde no hubiera incluido un resumen de El capital. Era cierto que no era una obra para todo el mundo, pero era imprescindible la lectura de un resumen.
Por otro lado, consideraba que era necesario que se escribiera un libro en sentido popular y en tamaño reducido que fuera una Historia universal que demostrara el desarrollo del estado capitalista, y escrita según los principios del materialismo histórico. Era un libro de urgencia y de absoluta necesidad, para nuestro intelectual.
Así pues, en conclusión, “libros que hacen”, como primera aproximación, serían los siguientes: el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, El socialismo utópico y el socialismo científico de Engels, el resumen de Deville de El capital de Marx, El programa socialista de Kautsky, El programa del Partido Socialista Español, precedido de los diversos programas, Gotha, Erfurt, Acuerdos de los Congresos y programas municipales, y una Historia universal por escribir, confirmando el materialismo histórico y la lucha de clases.
Y todos estos libros tenían que ser baratos, manuales y hasta “artísticos”. Sin estas condiciones la propaganda no podía realizarse.
Hemos trabajado con el número 1537 de El Socialista del 8 de agosto de 1913. Sobre Urbano podemos acudir al artículo citado en El Obrero sobre el proyecto fabiano para el PSOE, y el Diccionario Biográfico del Socialismo Español.
Se el primero en comentar