Las víctimas del 72: Amador Rey, Daniel Niebla y Chema Fuentes

En marzo de 1972 mataron a Daniel y Amador, pero eso no detuvo la movilización obrera, sino que la radicalizó, hasta que desembocó en el Septiembre Rojo vigués

Por Angelo Nero

En el imaginario colectivo del proletariado gallego 1972 quedó grabado con los asesinatos de Daniel Niebla y Amador Rey, con los que la policía franquista intentó detener el ciclo de movilizaciones que desafió al régimen genocida que había llenado las cárceles y las cunetas con obreros, campesinos y estudiantes que no solo soñaron un mundo mejor, sino que lucharon para conseguirlo.

Durante casi cuatro décadas, la resistencia había combatido en los montes, en la clandestinidad de las ciudades, moviéndose al abrigo de las sombras, y en 1972, en las ciudades obreras de Ferrol y Vigo, en esa Galicia que había sufrido el genocidio iniciado el 20 de julio de 1936, la vanguardia proletaria decidió que era la hora de ocupar las calles, desafiando a las tropas de choque del régimen, a los temibles grises, a los que no les importaba matar. Y en marzo de 1972 mataron a Daniel y Amador, pero eso no detuvo la movilización obrera, sino que la radicalizó, hasta que desembocó en el Septiembre Rojo vigués.

Historiadores como Isidro Román lo han documentado sobradamente en estas páginas, en Galicia, en Vigo, en ese Setembro Vermello, se dio una lucha crucial entre un modelo sindical asambleario y combativo, horizontal, que desarrolló formas de lucha novedosas, y un sindicalismo orgánico, pactista y vertical. La represión fue brutal, fueron muchos los despedidos, los encarcelados, los que tuvieron que buscar el camino del exilio. Unos pocos, se convirtieron en cuadros sindicales, y años después, desde sus despachos, se nombraron herederos del 72.

Pero Amador y Daniel no fueron las únicas víctimas mortales ese año de un franquismo que comenzaba a preparar la Transición, que, en realidad, había comenzado a gestarse unos años antes, en 1969, cuando Franco nombra como sucesor al príncipe Juan Carlos, porque también en Galicia, a finales de aquel combativo 1972, la policía mató en Compostela, al estudiante José María Fuentes Fernández, un estudiante de medicina, originario de Outes, que contaba tan solo con veinte primaveras.

En la noche del 4 de diciembre de 1972, Chema, como le llamaban sus amigos, había salido a cenar con unos compañeros, y después de la cena había decidido ir a rondar a unas chicas que vivían en una residencia en la calle Doctor Teixeiro, cuando se encontraron con el policía Luís Miguel Quiroga Mouzo, que estaba de paisano, y que disparó por la espalda y a corta distancia al joven, que falleció en el acto. El gobernador civil de A Coruña, Miguel Vaquer Salor, mandó a la prensa una versión diferente de los hechos, pero que fue publicada por todos los periódicos, al fin y al cabo era la versión oficial, en ella señalaba que varios agentes perseguían a unos delincuentes, que habían disparado al aire para que se detuvieran, y que uno de esos disparos era el que, accidentalmente, había acabado con la vida de Chema Fuentes. En realidad, como reveló el médico que le atendió en la cercana clínica Álvarez, fueron dos los orificios de entrada, “uno por el hombro derecho a la altura del tercio superior y otro por la axila en dirección al tórax”.

Esta muerte tampoco evitó que los estudiantes compostelanos se echaran a la calle, ni tan siquiera la intimidatoria presencia de la policía armada fue capaz de impedir que salieran a manifestarse en repulsa por el asesinato de uno de sus compañeros. Fueron miles los que le dieron la última despedida desde la Facultad de Medicina, donde se le había practicado la autopsia, hasta la carretera de Noia, por dónde salio el cortejo fúnebre rumbo a su Outes natal, donde fue enterrado. La jornada continuó con cortes de tráfico y concentraciones de protesta. Tres mil universitarios se trasladaron a Outes para el entierro de Chema Fuentes.

Al día siguiente las asambleas estudiantiles decidieron no ir a clase y volvieron a manifestarse por las calles de la ciudad gallega, se montaron barricadas y se lanzaron cócteles molotov. El gobernador civil tuvo que reconocer que su versión no se ajustaba a la realidad, y un juzgado ordenó la detención del policía Luís Miguel Quiroga Mouzo. Incluso el Colegio de Médicos de Galicia pidió responsabilidades a las autoridades.

En julio de 1973 se celebró el juicio, en la Audiencia Provincial de A Coruña, contra el subinspector de policía que había causado la muerte del joven, en medio de una gran expectación, no solo entre el mundo universitario y político gallego, sino que incluso la BBC británica se hace eco de la noticia. El fiscal pide una pena de 20 años de prisión y una indemnización de un millón de pesetas para la familia del joven por homicidio con alevosía. La acusación particular eleva la petición de pena a 30 años. La sentencia es inaudita para una época en que la impunidad de los crímenes policiales, como lo sería también en la transición, era lo habitual, y por primera vez un tribunal franquista condenaba a un agente del orden: 17 años de reclusión menor por homicidio, y 700.000 pesetas de indemnización, haciendo al estado subsidiario del pago.

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.