Literatura | Las mujeres en «La Iliada» y «La Odisea»

Por María Sánchez Arias

El personaje de Helena ha suscitado grandes polémicas, puesto que como ocurre en otros mitos, la mujer es la que desencadena toda la acción. Su rapto, no se ha de olvidar, es el desencadenante de la guerra de Troya en la obra de Homero. Ello implica que la mujer, una vez más, sea la culpable de la destrucción y de la guerra, aunque las mujeres desempeñen un papel menor en la obra. Por ello, múltiples han sido las ocasiones en las que pintores, escritores o poetas han hecho culpable a Helena de la Guerra de Troya. Obviamente, hay que tener en cuenta que nos referimos a las interpretaciones de la obra literaria y no al hecho histórico que nada tuvo que ver con Helena y con la intervención de los dioses del Olimpo. Asimismo, Helena no es el único personaje femenino, también, aparecen diversas diosas que por su carácter no-humano tienen una participación similar a los dioses masculinos. No obstante, el resto de mujeres mortales, como la mujer de Héctor, solo aparecen en condición de esposas, madres y, a lo sumo, esclavas. De hecho, es sumamente interesante la situación de la mayoría de las prisioneras de guerras, puesto que independientemente de su origen, su función, como ocurre en el caso de Briseida o de Criseida, es el de esclavas sexuales y encargadas de labores domésticas. En este sentido llama la atención una obra posterior, Las Troyanas de Eurípides, que narra lo ocurrido a las mujeres que son capturadas por los aqueos. Asimismo, no hay que olvidar que la furia de Aquiles contra Agamenón se desata a raíz de que el segundo le pide que le dé a su esclava, puesto que él se ha quedado sin la suya al tener que devolverla para que el Dios Apolo permita que las naves marchen hacia Troya. Como vemos, pues, el conflicto una vez más es desencadenado por la necesidad de poseer a otra mujer, en este caso una prisionera de guerra.

De todos los ejemplos que mencionamos anteriormente se extrae que la mujer es vista en la Grecia Clásica como una posesión, un objeto más que puede ser poseído, robado o sometido a la autoridad de cualquier hombre. No obstante, hay personajes de la obra que exculpan a Helena como Príamo: «pues a ti no te considero culpable, sino a los dioses que promovieron contra nosotros la luctuosa guerra de los aqueos» (162, Canto III). Ello no se relaciona tanto con una visión “proto-feminista”, sino a la importancia del Hado o del Destino y la capacidad de los dioses para dirigir la vida de los mortales. Asimismo, son los propios Dioses los que tras el juicio de París hacen que Helena en un futuro se acabe enamorando del heredero de Ilión. Como ya dijimos, las Diosas que, por sus características intrínsecas, pueden ser la Diosa del amor, sobre todo, pasional (Afrodita) o la Diosa del conocimiento (Minerva), lo que resulta llamativo, ya que muestra en cierta medida una imagen progresista de la mujer. En cambio, las mortales son una mercancía más. Ello quiere decir que la mujer, una vez más, y como seguirá siendo en el pensamiento occidental hasta la actualidad, no será más que un objeto, una posesión, cuyas labores se alejen de la Guerra y de cualquier actividad que implique un papel destacado. De hecho, esto no solo ocurre en la Ilíada, sino también en la Odisea, puesto que Penélope se quedará tejiendo y destejiendo mientras que su esposo, Odiseo, participará en la guerra de Troya y será encandilado por diversas mujeres, algunas semi-diosas (Calipso o Circe). Sin embargo, en la Odisea destaca el papel de Circe, puesto que es ella la que pide favores sexuales a cambio de devolver a la forma humana a los marineros de Odiseo. Como se observa, pues, existen ciertos comportamientos de determinados personajes que dan la vuelta al rol femenino o exculpan a la mujer de cualquier conflicto. Aun así, el papel de la mujer es muy reducido y siempre se muestra como el desencadenante de una acción negativa, sobre todo, en la Ilíada. Tampoco se puede olvidar que las sirenas son representadas en femenino y su canto, según los mitógrafos griegos, encantaba a los marineros que por allí pasaban. Por todo ello el papel de la mujer ya desde la Grecia clásica muestra una cierta misoginia y un orden patriarcal, donde la mujer es sometida al hombre de una manera u otra. Asimismo, esta idea de la mujer como culpable, se trasladará al cristianismo, puesto que será Eva la culpable del pecado original y esta misma nacerá de la costilla del hombre.

En resumen, la Ilíada y la Odisea de Homero nos muestra una ideología que durante milenios estará presente en el pensamiento occidental y en la mayoría de sus manifestaciones, ya sean artísticas o filosóficas. Como ya señalamos el papel de la mujer se reduce a ser raptada, esperar a que su esposo vuelva del campo de batalla, que dos ciudades pugnen por ella desoyendo sus deseos o a ejercer de esclavas sexuales y asistentas. Por ende, ya en una de las primeras manifestaciones de la literatura occidental encontramos al pensamiento patriarcal que relega a la mujer a un papel secundario en el que de una manera u otra debe de servir al hombre. De hecho, no se puede olvidar como Zeus usa a diversas mujeres, ya sean divinidades o mortales.

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