Las gafas feministas aun no filtran bromas

Por Marta Herrera

Ya hace años que se dijo aquello de la “revolución será feminista o no será”. Aquella frase, aquel grito de guerra fue polémico por entenderse que había otros problemas que requerían de revolución, y “no sólo las mujeres”. Sin duda, un mal entendimiento del concepto feminismo que en estos momentos no procede debatir. Partiendo de la base de que la revolución debe ser feminista, ahora los motivos son nuevos y por tanto las armas deben ser más novedosas y mortíferas.

Uno de los motivos se llama Amancio Ortega, en nombre y representación de todas esas cadenas de moda que han impreso cientos de camisetas, sudaderas y todo lo posiblemente vendible con emblemas, símbolos y frases feministas. Gracias por el flaco favor de publicitar hasta lo insoportable el feminismo. La hartura que se ha generado en la sociedad es patente, obvia y dolorosa. Pero más lo es la simplificación de la causa.

Si hacen una broma, un gesto o un movimiento difícilmente aceptable, por supuesto que no es machista, porque ellos “no son machistas”.

Ahora todos son y deben ser feministas. Por supuesto muchísimo más los jóvenes. Jóvenes liberados que llevan las bromas y la sexualidad a nuevos lugares, a nuevos contextos. Que exploran, que sienten, que se desarrollan hacia formas de pensamiento distintas, pero siempre bajo la certeza de que lo que hacen es feminista. Entonces, si hacen una broma, un gesto o un movimiento difícilmente aceptable, por supuesto que no es machista, porque ellos “no son machistas”.

Gracias Amancio por hacernos feministas a todos por sistema. Lo has puesto todo mucho más fácil; fácil para perpetuar el sistema heteropatriarcal, machista y rancio que consume tus productos y limpia su conciencia. Si tengo una camiseta feminista ya he terminado mi labor. Ahora, como las mujeres (¡por supuesto!) y los hombres son “no machistas”, las amigas de estos bromistas, en femenino, salen en su defensa. Porque saben que son comentarios, chascarrillos, chistes, gestos de cariño. Porque un amigo te quiere y si bromea con tu cuerpo, te empuja físicamente a que haga algo, te llama “puti”, las cosas son lo “puto más”, pasa por detrás de ti en un local tocándote con confianza excesiva, te comen la boca, es “con cariño, porque ellos no son machistas”. Y la amiga les defiende. E incluso les defiende frente a la amiga “feminazi” que se queja. Porque son amigos y feministas, porque Amancio se lo ha impreso en la camiseta y la “feminazi” está cortándoles el buen rollo.

Igual es que esa amiga que defiende el cariño del “bromista” sigue sin entender la necesaria deconstrucción del aprendizaje al que fuimos sometidos. Sigue sin entender que cuando tu colega te empuja de broma es porque no ha entendido que NO ES NO.

Para que seamos feministas es necesario entender que el feminismo es un camino de desaprender, de parar bromas, comentarios. Explicamos que esas bromas son lo que perpetúa el imaginario. Ser “feminazi” es la forzosa evolución contra la camiseta de Amancio. Es un camino de humildad, de saber que como mujeres somos machistas cuando toleramos bromas. Porque tolerar es aceptar el mal menor. Y en esto de la revolución feminista, el mal menor acaba desencadenando, no ya muertes, que también, si no precariedad laboral, que se perpetúen labores de cuidados en el rol de la mujer, que nuestro colega sea paternalista, etc.

Se debe paralizar todo lo necesario para que las gafas moradas empiecen a detectar las sutilezas y nos permita a todas/os los implicados avanzar.

Ser feminazi es, (ya sin comillas), la única salida frente al feminismo de Amancio. Porque, si ya todos somos feministas gracias a nuestras camisetas, ahora toca acabar con la tolerancia. El imaginario de nuestra cultura tiene que destruirse hasta que sea necesario crearlo de nuevo entero, sin conversaciones dónde una mujer empiece sintiéndose incómoda y acabe teniendo que pelear por ser ejecutiva y madre.

El mundo, la globalización y el capitalismo en general están banalizando el feminismo, es patente, se ilustra físicamente en cada camiseta. La revolución obliga a extremar las cautelas, a repensarnos de nuevo, día tras día, comentario tras comentario. Se debe paralizar todo lo necesario para que las gafas moradas empiecen a detectar las sutilezas y nos permita a todas/os los implicados avanzar.

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