Las feministas, las nuevas brujas del siglo XXI

Por Antonio Mautor

Perseguir a la mujer ha sido uno de los pasatiempos preferidos del poder ostentado por los hombres. Tenerlas sojuzgadas, bajo su yugo, como tan bien especifican los dogmas de la Iglesia Católica, es el objetivo del patriarcado más febril. 

Tenemos que remontarnos casi hasta a Aristóteles para ver esa misoginia a flor de piel. En plena Edad Media ya se comenzó a perseguir a las mujeres que levantaran la voz, o tuvieran cierta independencia. Para acometer esta caza, se creó el bulo de que mantenían relaciones pecaminosas con el diablo, y con ello se habilitó y orquestó una persecución que diera con ellas en el fuego. 

Ha pasado el tiempo y, aunque hemos conseguido avances en este tema, no vamos muy bien que digamos. La mujer ha tenido que seguir protegiéndose, reinvindicándose, para poder sobrevivir a una sociedad que  no cesa de castigarla. 

Desde los clubes de mujeres creados en la Revolución Francesa, pasando por las sufragistas de principios del siglo XX, hasta llegar a los años 60 -cuando la idea de feminismo se forja-, todo han sido dificultades en el camino, con el objetivo de destruir la idea de que la mujer es un ser libre y tiene el derecho de desarrollar su personalidad y vida plenamente. 

El patriarcado siempre ha visto como un peligro a su dominación la unión de las mujeres para conseguir sus derechos. Ha intentado equiparar machismo con feminismo. Nada más lejos de la realidad: lo primero es la abolición de un derecho, y lo segundo la reivindicación de ser mujer. Aún así, la igualdad entre mujer y hombre dista mucho de ser plena.

Para seguir desacreditando al feminismo, el patriarcado busca toda clase de elementos negativos que desactiven su fuerza. Inventa bulos, mentiras y medias verdades para señalarlo como el culpable de todos, o buena parte, de los males de esta sociedad. 

Es una persecución inquisitorial, al estilo de Torquemada, en el que estas nuevas brujas del siglo XXI siguen acosadas por el mejor hecho de ser mujeres. 

La última de estas persecuciones ha sido el 8M. Primero fue atacado sin más, para hacer creer a la sociedad que el hombre no tenía nada que decir ese día. Y es cierto, y no es negativo. El 8M es un día de fiesta y reivindicación. Una jornada de lucha para demostrar al mundo que las mujeres tienen muchas cosas que decir, y aún muchas cosas por conseguir. El hombre puede y debe participar, pero sin ser el protagonista, en un segundo plano, como apoyo y poco más. Es sencillamente su día.

La última basura que se ha querido verter sobre ese día, es acusarlo de ser el principal foco de expansión del coronavirus en nuestro país. Una jornada en la que se celebraron cientos de eventos más, por cierto algunos políticos, partidos de fútbol, y en el que solo en la ciudad de Madrid, en esa misma semana, se movieron millones de personas en los medios de transporte públicos. 

La idea es fácil, aprovechemos que el feminismo está por medio, para intentar echarle la culpa de esta terrible pandemia, y de paso acabar con él. No han podido, pero han hecho mucho daño. 

Es obligación de esta sociedad intentar, por todos los medios, que el patriarcado más salvaje y misógino no pueda destruir tantos años de lucha reivindicativa de la mujer. No es una tarea fácil; son poderosos, pero detrás del feminismo hay mucha gente, primero las mujeres, y luego el resto de la sociedad, que busca un mundo mejor y más justo. 

Si ser libres y poderosas significa ser brujas, viva la brujería!

2 Comments

  1. Coincido en tus reflexiones. Lamentablemente hay muchos movimientos machistas enarbolando falsas banderas feministas y confundiendo a las masas. Desprestigian, de esta manera, los auténticos movimientos feministas y su honesta y necesaria lucha. @BaragliaGabriel

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