Las dos elecciones de Taiwán

En el fondo, respaldar una u otra opción, la del KMT o del PDP, es también elegir entre la continuidad de la tensión con China continental o la búsqueda de fórmulas de acomodo que la moderen. 

Por Xulio Rios / Globalter

Taiwán celebrará elecciones locales el próximo 26 de noviembre, las conocidas como
“nueve en uno”. También un referéndum sobre la reducción de la edad para votar (es el
único lugar del mundo en el que la edad mínima para ejercer el derecho de sufragio es
de 20 años). A dos años vista de las próximas elecciones presidenciales en las que Tsai
Ing-wen no podrá concurrir de nuevo, las tendencias que puedan manifestar estos
comicios pueden afinar las estrategias políticas de las principales formaciones. Y
también del continente y de los EEUU. Por lo tanto, son varias las elecciones en juego.

La clave inmediata del futuro político del contencioso taiwanés nos remite a 2024. Pero
una victoria del Kuomintang (KMT) en los comicios del 26N fortalecería sus opciones
de cara a esa decisiva contienda electoral; una derrota, por el contrario, podría acelerar
su desgaste. Otro tanto podríamos decir del gobernante Minjindang o PDP (Partido
Democrático Progresista). Dentro de dos años difícilmente podrá contar con el auxilio
de la crisis hongkonesa que en 2020 logró aupar el alicaído liderazgo de Tsai Ing-wen y
quizá la actual estrategia de polarización con Beijing no resulte la más adecuada. El
27N, todos deberán ponderar sus cálculos.

En el fondo, respaldar una u otra opción, la del KMT o del PDP, es también elegir entre
la continuidad de la tensión con China continental o la búsqueda de fórmulas de
acomodo que la moderen. La intensificación de la presión de Beijing, sobre todo en el
formato de despliegue de misiones aéreas y navales del EPL (Ejército Popular de
Liberación) en el entorno de la isla, se ha traducido en numerosas ocasiones en
desafección electoral de las fuerzas a favor de la reunificación. Sin embargo,
paradójicamente, la insistencia de algunos sectores en EEUU en que una guerra podría
estar más cerca de lo imaginado, podría influir en el electorado en sentido contrario al
pretendido.

El pragmatismo de los taiwaneses es bien conocido. Taiwán no es Ucrania y a muchos
les cuesta imaginar una situación equivalente. La combinación de un incremento de la
presión continental en varios frentes y la hipotética exageración de la amenaza por parte de EEUU podría llevar al ánimo de los taiwaneses el sentimiento de que la posibilidad de un conflicto no es remota sino real, al contrario de lo que se imaginaban hasta ahora.
La gesticulación a uno y otro lado ha sido habitualmente percibida como teatral en la
medida en que nadie parecía interesado en traspasar ciertos límites. Desde la visita de
Nancy Pelosi, eso mudó. Y las interpretaciones al uso del significado político del XX
Congreso del PCCh abundan en la misma tesis.

La traducción electoral de este cambio de percepción supondría desautorizar la
estrategia del PDP y abogar por la restauración de un diálogo bilateral, solo posible a
instancias del KMT, reparando los lazos y explorando las bases de una coexistencia
pacífica que aleje la perspectiva de la guerra, que los taiwaneses no conocen desde hace
más de setenta años. Ucrania, sí, es muy disuasoria en este sentido.

Los taiwaneses son conscientes de que EEUU utiliza la isla en su pugna con China.
También de que una crisis como la de Ucrania tendría en Taiwán efectos demoledores
dada su singularidad territorial y su alta densidad de población.
Beijing no necesitaría la guerra para avanzar en la reunificación, pero podría optar por
ella a medio plazo si la opción independentista se afianza más allá de 2024. Puede
esperar más que EEUU, a quien le urge el éxito en las estrategias de desestabilización
de China, que se le resisten a la vista del fracaso de las guerras comercial o tecnológica.

Pero la continuidad soberanista en Taipéi comprometería seriamente las perspectivas
electorales de sus aliados. Una derrota del KMT podría fracturar definitivamente el
partido y hacer colapsar la “tercera cooperación” con el PCCh.

De ser el caso, conquistar un Taiwán destruido a manos de los propios chinos sería una
tragedia imperdonable. Es plausible, sin embargo, que las autoridades continentales
avancen en una estrategia de envolvimiento de la isla elevando la presión a todos los
niveles. Los próximos dos años serán especialmente intensos en una arriesgada partida a tres bandas en la que el tono del diálogo entre EEUU y China a este respecto resultará
crucial.

Un hipotético cambio de rumbo en las elecciones taiwanesas, las locales y las otras,
puede dar un vuelco en el conjunto de la región, desautorizando así uno de los
principales argumentos de EEUU para aplicar a China su política de cerco estratégico.

Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

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