Las amigas de mi madre

Por Fernando Arriero

El uso de razón según la R.A.E es la facultad del hombre (le añado y de “la mujer”) para pensar por sí solo. Aumentaría ese concepto con el hecho mental de retener un recuerdo, o los primeros recuerdos. Y en mi caso, uno de los primeros elementos que mi disco duro cerebral tiene almacenado es ir a buscar a mi madre a la asociación de mujeres de mi pueblo o a mi padre a la asociación flamenca. Idas y venidas entre ambas asociaciones, con apenas 5 años.

Criarse entre el tejido asociativo de tu comunidad te marca para bien. El disfrute que eso provocaba en mí es latente, pero además, ahí me di cuenta yo de la importancia que tenía para el pueblo tener un tejido asociativo bien estructurado. Mi padre estuvo bastante tiempo como presidente flamenco, en cambio mi madre siempre estaba en la junta directiva de vocal. Con el paso del tiempo él dejo de ir a la asociación flamenca, y ella permanece de vocal de manera activa y colaborativa.

Actualmente tengo 29 años y la vejez ha llegado a los dos; uno tiene 69 años, y ella uno menos, 68. La manera con la que afrontan esa etapa vital es totalmente diferente en cada uno de ellos. La Aurelia, como la conocen en la asociación, siempre ha luchado por la búsqueda de un espacio propio donde empoderarse y poder desarrollarse como persona; cursos de costura, de informática, de pintura, encajes de bolillos o de punto son algunos de los espacios donde ella se ha desenvuelto a las mil maravillas, y ha llenado su alma de conocimiento. La primera vez que vi un cuadro de mi madre, me quedé maravillado. Mi padre es diferente y ha dejado de trabajar en el taxi y ha cambiado ese sillón por el del sofá. Ahí se pasa las horas entre fútbol y películas del oeste de 13 televisión.

Este concepto de hablar por escuchar a la otra persona es impensable en las relaciones de amigos de mi padre, si es que las tiene. Ahí me di cuenta de la separación emocional de cada uno de ellos.

Aurelia y Fernando, Fernando y Aurelia, siempre juntos, pero separados de conciencia. Ella siempre tiene la agenda ocupada con actividades de desarrollo personal tanto en Jerez de la Frontera, como en su pueblo, además de hacer el trabajo del hogar día sí, y día también. Ella tiene tiempo para todo. Y todo lo hace bien. Es perfeccionista. En cambio Fernando tiene todo el tiempo que le da la jubilación y su palabra más dicha es “estoy aburrido”. Se levanta, desayuna, se va a jugar al dominó, viene, almuerza, película del oeste, siesta, dominó, cena y fútbol. Así sería en un bucle continuo durante días, meses y años…  Este es un bucle individualista en el que el único momento del día que comparte algo es jugando al dominó. Ella sin embargo tiene amigas de todos y cada uno de los cursos, talleres, o manifestaciones a las que ha ido. Rara es la vez que en mi casa a la tarde no haya alguna de estas mujeres compartiendo experiencias vitales con Aurelia.

-Si me llevas a Jerez mañana, te invito a desayunar, me comenta mi madre. -¿Un curso de cocina, mama?, le pregunté. – Siempre se aprende algo nuevo hijo, y por salir de aquí y conocer gente. No tenía más que preguntarle. En una frase me había resumido su filosofía de vida; afrontar nuevos retos y abrir el alma a nuevos conocimientos. La llevé, y efectivamente me invitó a desayunar. Cuando me di cuenta estaba rodeado de 6 mujeres maravillosas y todas sabían de mi vida incluso mejor que yo. En apenas dos meses mi madre le había contado 29 años de mi existencia. El curso era a las 11 de la mañana, pero ellas quedan sobre las 9 “para poder charlar después y ponernos al día”. Este concepto de hablar por escuchar a la otra persona es impensable en las relaciones de amigos de mi padre, si es que las tiene. Ahí me di cuenta de la separación emocional de cada uno de ellos.

Los veranos de barbacoas de mi madre son de película. Las mujeres de la Asociación “La Orquídea” quedan entre ellas para hacer barbacoas; una vez en casa de cada una, y sin maridos. Tienen un grupo de Whatapps que se llama “Las Acuáticas” y ahí proponen fecha, sitio y hora, y van subiendo infinidad de imágenes de los eventos que han realizado. Se pasan el verano yendo y viniendo de un sitio a otro.

La esquina de la calle también es un centro terapéutico para muchas de sus amigas. Siempre se escucha –Aurelia, sal para afuera! Mi madre sale, y comienza la charla, el debate o el cotilleo. Después, un saludo, y cada una para su casa. Pero ese momento de compartir ya se le ha quedado grabado a cada una de ellas.

De esta reflexión concluyo que el varón ha centrado todos sus esfuerzos en la búsqueda del dinero y del mero disfrute de los placeres banales, dejándose olvidado a él mismo por el camino. En cambio, mi gen femenino ha buscado desarrollarse como persona, tener curiosidad, abrir nuevos campos al conocimiento, sentirse empoderada, y todo ello sin dejar de cumplir su papel de cuidadora dictado por la sociedad patriarcal. En este punto de la vida ella sigue teniendo muchas metas por delante que cumplir. Él no. Para él el fútbol es lo más grande. La lucha interna de Aurelia por cumplir sus objetivos, metas o sueños van de la mano de su modelo de ver la lucha activa de las mujeres. Siempre ha buscado un espacio propio donde empoderarse. A ella le debo la vida y lucharé por que cada uno de mis sueños se cumplan, al igual que me ha enseñado ella desde que tengo uso de razón.

1 Comment

  1. Me ha encantado, de verdad. Es una inspiración para mi.

    Un poco fuera de tema, deberias de intentar buscarle una asociación a tu padre que le conecte con la comunidad, que lo haga sentirse de nuevo útil.

    Segurisisimo que las encuentras…. apuesto que la IAM, tiene alguna entre las 2200 que subvenciona, y seguro que le pilla a menos de 200 km de donde vive.

    Todo es querer.

    Ponga carita feliz aquí…

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