La vanguardia de la lucha contra el COVID-19

En los tiempos difíciles es donde los pueblos y los individuos demuestran su grandeza o su mediocridad, es ahora cuando nos toca a todas y todos ser gigantes.

Por André Abeledo

Son Cuba, China, Rusia y Venezuela quienes envían a Europa médicos, material sanitario de todo tipo y medicamentos. Nuestros supuestos aliados, nuestros supuestos amigos, los yanquis, siguen en su línea y como mucho nos mandan marines.

Con aliados así, con amigos así, ¿Quién necesita enemigos?. En este momento crítico, ante esta terrible pandemia, uno se pregunta; ¿Para qué sirve la OTAN?, ¿y la Unión Europea?.

Porque ahora en las malas, en uno de los peores momentos de nuestra historia quienes nos vienen a ayudar son nuestros supuestos enemigos, Cuba, China, Rusia y Venezuela.

Resulta que no son tan malos los comunistas cubanos, que llevan más de 60 años soportando un brutal e ilegal bloqueo, pero continúan exportando médicos y solidaridad internacionalista, como lo han venido haciendo a lo largo de toda su historia.

No son tan malos los chinos que mantiene la lucha contra el COVID-19 en su territorio, pero ahora que están ganando su guerra vienen a tratar de salvar nuestras vidas.

No son tan malos los rusos, que han conseguido tomar medidas efectivas en Rusia capaces de parar el golpe del coronavirus contra su población y ahora ofrecen su ayuda al resto de Europa y del mundo.

No es tan mala la Venezuela Bolivariana, que soporta el ilegal bloqueo yanqui y a quien el FMI le ha negado un crédito para enfrentarse a la pandemia, pero es capaz de plantarle cara al virus en Venezuela y ofrecer su ayuda a otros países.

Resulta que los «aliados» no son realmente «amigos» y los supuestos «enemigos» son quienes vienen hoy en nuestra ayuda.

Cuando esta guerra termine, los pueblos de mundo tendremos que dar las gracias a Cuba, China, Rusia y Venezuela por su esfuerzo y su generosidad. 

No a los yanquis, ni a sus bases, ni a la OTAN, que a la hora de la verdad no sirven para nada más que para subyugar a los pueblos del mundo.

A la hora de la verdad han sido Cuba, Rusia, Venezuela y China los que han acudido para salvar al mundo, los yanquis solo lo hacen en sus películas.

Ha sido vergonzoso ver como en momentos de pandemia mundial Washington mantiene las sanciones económicas como instrumentos de ataque contra los pueblos para generar sufrimiento, demostrando una vez más el carácter inhumano y cruel del imperialismo. No hay duda de que las sanciones económicas son siempre un crimen y se demuestra hoy, más que nunca.

Estamos ante una pandemia que puede matar a muchos seres humanos. Y me causa estupor poner la televisión y ver como expertos en economía y en estadística debaten y calculan fríamente el dinero que vamos a dejar de ganar y las vidas que vamos a perder.

Da miedo pensar que en este momento crítico en la historia de la humanidad, un psicópata como Donald Trump esté al frente de los EEUU, con todo lo que eso supone, que un racista, clasista, engreído y estúpido tenga en su mano semejante maquinaria bélica y económica.

Hasta mi hijo, que es un niño, pero muy interesado por lo que pasa en el mundo, me dijo en una ocasión con motivo de unas imágenes de televisión, comparar a Trump con Putin, es como comparar a un payaso con un presidente serio. Yo diría que es como comparar a un imbécil con un estadista.

Pero en estas manos estamos y en esta situación nos encontramos.

En los tiempos difíciles es donde los pueblos y los individuos demuestran su grandeza o su mediocridad, es ahora cuando nos toca a todas y todos ser gigantes.

Mantengamos la disciplina, usemos el sentido común y recordemos siempre que nacimos para vencer y no para ser vencidos.

2 Comments

  1. Gracias, André. Los medios desinformativos no nos quieren dejar tiempo ni espacio para pensar y discernir. Mientras haya gente como tú la esperanza, al menos, permanecerá.

    • Gracias por tú comentario, necesitamos de personas como tú dispuestas a contrastar la información y buscar la verdad por sí mismas. Estes o no de acuerdo conmigo, el simple hecho de no quedarte con la verdad «oficial» dice mucho y bueno de ti.

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