La última casa a la izquierda

Por Daniel Seixo

«Para los grandes medios de comunicacion del mundo, los medios de comunicacion neoliberales, nosotros los excluidos solo existimos cuando estamos muertos, en la carcel o somos perseguidos«

Subcomandante Marcos

 

El fascismo es capitalismo en descomposición.

Vladimir Ilyich Lenin


En Andalucía, se han terminado las sonrisas, el cielo queda ya demasiado lejos y en negras tormentas agitan los aires de una clase política parlamentaria, que una vez más ha demostrado no estar a la altura de los acontecimientos.

El derrumbe electoral del Partido Socialista en su feudo histórico, perdiendo 14 escaños desde 2015, ha venido de la mano de una concepción de la política muy alejada del ciudadano y a todas luces excesivamente profesionalizada únicamente de cara a convertirla apresuradamente en un producto más de nuestra sociedad de consumo. Carteles de campaña presentando listas electorales a imagen y semejanza de héroes de ficción, políticos charlando vagamente incluso con vacas, proclamas xenófobas, alusiones a Catalunya…, todo vale de cara a vender nuestra «mercancía» a los electores. No existe apenas reflexión en un discurso político diseñado y gestionado exclusivamente de cara a ofrecer resultados ante unos ritmos electorales muy alejados de cualquier pretensión de transformación social.

La transversalidad, el mensaje de la superación del eje izquierda – derecha, la perdida de identidad obrera, el inmovilismo ante el recrudecimiento de la guerra de clases fruto de las medidas liberales o simplemente la comercialización de la diversidad como un mercadillo barato en el que conseguir electores, se encuentran sin lugar a dudas íntimamente ligados a unos resultados electorales en los que un vez más, tras 40 años en stand bye, el olor a fascismo puro y duro vuelve a impregnar a la política española.

No nos engañemos, el fin de la hegemonía política del PSOE en Andalucía, supone en sí mismo el fin de la política tal y como la conocemos hasta el momento en el estado español. Ni el caciquismo imperante en la comunidad, ni el espejismo momentáneo del gobierno Sánchez, ni tan siquiera la clara y prolongada inoperancia de sus rivales políticos, ha logrado esta vez solapar el hartazgo de la población andaluza ante una política aferrada a su cargo únicamente por instintos particulares de supervivencia económica. Ha quedado sobradamente demostrado que no existe hoy en Andalucía un electorado mayoritario que apueste por la política tradicional, representada en el PSOE -33 escaños- y el Partido Popular -26 escaños-, sino que ambos partidos se encuentran a día de hoy en un proceso de franca decadencia y descomposición interna del que Ciudadanos y Adelante Andalucía apenas han logrado recatar apoyos. Eso sí, con muy diferente suerte.

Mientras que sin apenas esfuerzo y base territorial en el territorio, el partido de Albert Rivera consigue sacar petróleo de una abstención aparentemente mayoritaria entre la izquierda, Adelante Andalucía ve como con una buena candidata y un discurso moderado, los resultados obtenidos no solo no son los deseados, sino que empeoran considerablemente respecto a su anterior participación por separado. De nada ha servido la revolución feminista -muynecesaria-, ni un discurso integrador pero incongruente con la migración, tampoco han valido los guiños al ecologismo, ni los coqueteos con la identidad propia de los andaluces. Sin propuestas firmes y concretas contra la amenaza del liberalismo, sin propuestas materiales, la izquierda se ha estrellado una vez más en Andalucía contra un cambio de paradigma social que aparentemente se niegan a aceptar.

El electorado, empeñado una y otra vez en destacarlo en las urnas, ha vuelto a renegar de todos aquellos partidos incapaces de articular una alternativa a un proyecto europeo basado el la libre circulación de capitales y mercancías, pero que poco tiene que ver y en nada conecta con las personas y sus realidades diarias. Vivienda, trabajo, salarios, seguridad, pensiones…, todos ellos aspectos intimamente relacionados con las condiciones materiales del electorado y que poca o escasa presencia han tenido en una campaña electoral más centrada en la dicotomía entre el odio y la revolución de las sonrisas. La indignación que invadió España tras el 15M, comienza a transformarse en hastío y rabia fruto de una política, especialmente entre los partidos de izquierda, demasiado acomplejada como para ofrecer alternativas rupturistas frente el modelo social y económico imperante en nuestro entorno. Hoy, una vez más, el electorado recuerda a nuestros políticos que la realidad del barrio, las fábricas, los institutos o la cola del paro, marca mucho más el sentido de su voto que su orientación sexual, su religión o su procedencia. No se trata de abandonar las luchas identitarias, sino de devolverlas al terreno de lo material y  aglutinar con ello en un movimiento cohesionado, en un frente amplio, la realidad de sus partes.

No nos engañemos, no se trata de un voto ignorante, ni de una masiva locura transitoria de los andaluces, se trata de un proceso continuado de degeneración de la política tradicional, al que acompaña intimamente ligado, un inexplicable complejo de edipo entre la izquierda parlamentaria que se suponía debería ser rupturista en nuestro país. El desencanto andaluz, sin que muchos medios parezcan tener especial interés en destacarlo, se ha traducido mayoritariamente en una abstención que supera el 40%, más que en la irrupción de Vox en el parlamento de la comunidad. Pero ojo, no nos engañemos, el inexperado resultado de una ultraderecha zafia e inepta como es la del partido liderado por Santiago Abascal, debe alarmarnos urgentemente ante la posible irrupción de una lista del mismo signo, que logre aunar la ideología más conservadora con un autentico desafío al modelo liberal de sociedad. Un modelo, al que hoy la izquierda parece haber renunciado a plantarle cara.

Así las cosas, con tres candidaturas ahora mismo a la presidencia de la Junta de Andalucía -Díaz, Moreno y Marín- la única esperanza de cara al futuro se dibuja en un poco probable y repentino arrepentimiento de la política parlamentaria a modo de negociaciones alejadas del partidismo y centradas exclusivamente en la ciudadanía o en un movimiento social igualmente repentino que devuelva el destino político a las calles, a los barrios, a la ciudadanía. Se avecinan cambios profundos en España, pero también a nivel global, las democracias liberales parecen abocadas inexorablemente a cambios estructurales irrevocables. Por desgracia, hoy tan solo la ultraderecha parece dispuesta a mover ficha de cara a lograr gestionar esa ruptura con la continuidad imperante hasta el momento. La alternativa se encuentra en la militancia, en las calles, en el antifascismo y el materialismo como única alternativa a un populismo incapaz de ofrecer respuestas a los desafíos que se nos plantean. No debemos renunciar a nuestra identidad particular, pero no por ello debemos abandor la lucha colectiva. Tan solo juntos y juntas, desde una identidad que realmente nos aglutina frente a la rección conservadora, lograremos estructurar plenamente un modelo de sociedad justo, libre e equitativo.

1 Comment

  1. el miedo al inmigrante que machaca la derecha simula
    que la izda se ha desentendido de la clase obrera
    pero qienes mas han votado ese miedo son ls necesitan inmigrantes en sus invernaderos
    y la derecha ha metido quien mas inmigrantes , aznar el 1º, y m.rahoy no arregló ls patrulleras de la GC de Senegal y la derecha es la que defiende a ls multinacionales que arrasando Africa crean exodos. Votar derecha es pegarse un tiro en el pié

     «curioso» qe qienes votan + contra
     inmigrants ls necesiten + en sus invernaderos
     =Todo es FACHAda n vox
     =todo el programa d vox es pp :
    dinero pa la minoria d ricos
     +empobrecer a ls demas
    hay jueces n Españ pa tanto PPelotazo-etc
     como habrá n Andalucia

    Susana se lamenta de dos cosas :
    perder la ppoltrona y perder la region
    pero quien entre hará lo mismo y Podemos no llegara,
    por que desp de que vuelva a perder el PP en unos años por su corruppcion
    la gente votara con rabia, pero como siempre «no tanta»

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