Bajo el moralismo más putrefacto que se ha inventado, la ideología woke acaba idealizando al lumpen.
Por Martín Álvarez Rodríguez
A pesar de no ser un negacionista de los ritmos circadianos, cada vez resulta más sorprendente la volatilidad de los tiempos que nos han tocado vivir. Y como es el tema estrella del mes, hoy toca hablar de Francia. Aunque me duela en los más profundo de mi corazón patrio, debemos reconocer que a lo largo de la historia el país galo ha marcado la pauta. Desde aquellos tiempos pretéritos de la gloriosa Comuna, hasta las no tan pretéritas movilizaciones de los “chalecos amarillos”, pasando por las recientes huelgas contra el aumento de la edad de jubilación. Pero este último evento que nos hacía albergar un poco de esperanza, se ha venido a tierra con los recientes incidentes tras la desafortunada muerte de un menor en los suburbios parisinos.
A modo de paréntesis antes de pasar al meollo, cabría decir que algunos de los eventos antes citados se produjeron en suelo galo careciendo de originalidad genuina. Incluso la afamada “revolución francesa” viene precedida por otras revoluciones democrático-burguesas como la Gloriosa británica o la Independencia de Norteamérica. De la misma forma a poco que nos acerquemos al fenómeno de los chalecos amarillos veremos como los que más lo hegemonizaron fueron los sectores de derechas y el sector auto-identificado como “soberanista”. Y en este escrito trataremos de ver como lo que está sucediendo recientemente no deja de ser un refrito de lo que en su día fue el “Black lives matter” a la europea. Así que menos aires de grandeza, franchutes…
Dejando esto claro podemos ceñirnos al contexto de la actualidad francesa, pero… ¿Por dónde empezar? ¿izquierda o derecha? ¿acaso no son lo mismo y una sin la otra no podrían existir?
Voy a sincerarme, lo que me ha llevado a sentarme a escribir esto es el estupor que cada vez más me produce la posición de la izquierda ante este tipo de eventos. Aclarando previamente que la actuación policial fue desproporcionada y que siempre es lamentable el fallecimiento de un civil en estas circunstancias, la izquierda se ha creado su propio castillo imaginario del cual no parece querer salir. Y no me refiero a su posición en sí sobre el hecho (el típico “ACAB” o “Fuck de police” que sigue resultando extraño superado los 17 años pero que es tolerable) sino sobre el caos desatado con posterior al mismo. Por un lado se glorifica todo lo que signifique contenedores ardiendo, dando igual el motivo que se encuentre en la causa de los disturbios. A estos revolucionarios de sillón habría que preguntarles qué les parecían los sabotajes en la URSS, o si esto es demasiado radical para ellos, preguntarles si hubiesen apoyado el paro de los transportistas contra Allende… Dudo que se pudiese avanzar más para tratar que comprendiesen lo que se encontraba detrás de la realidad de mayo del 68… Pero esto no es lo peor, lo peor es la idealización del lumpen que llevan a cabo. Ya Marx en su día dejó muy claro lo que supone aquella parte de la sociedad que vive al margen del trabajo, pero aún así habría que hacer el esfuerzo por preguntarles si ven a Jarfaiter como el Lenin del siglo XXI (un personaje con frases míticas como “no puedo hablarte de orgullo obrero, mi curro consiste en pillarme el pedo”). El que no es nada en la sociedad no sueña con trabajar para mejorarla, sino en situarse en una posición que se le acomode en la misma, parasitando y viviendo del trabajo de otros. El caso del izquierdismo español, idealizando desde la distancia una situación que a ellos le haría estar tres meses encerrados en casa, ya es para darle de comer a parte…
Pero consiguiente a esta idealización del lumpen, lo más sorprendente es que cuando se habla de los disturbios en Francia casi nadie menciona la inmigración y la guettificación. Pero ay los que la mencionan… Bajo el moralismo más putrefacto que se ha inventado, la ideología woke acaba idealizando a los “racializados” (término realmente horrible, ya que partiendo de la suposición de que los caracteres étnicos son una convención, tú los estás resucitando mencionándolos ¡cada dos por tres!) y discriminando a los blancos por una supuesta culpabilidad genocida que va inserta en nuestra sangre y nuestra falta de melanina (pero no era que las razas eran una ficción, en que quedamos??). Sí, lo que así se llega es a un “racismo a la inversa”. El blanco pasa a ser la raza inferior y debe someterse. Repugnante, solo existe una raza, aunque se empeñen machaconamente en negarlo. De esta forma se ve la gran ineficacia (y su verdadera razón de ser) de lo woke, ya que en su pretensión de romper con el orden establecido (ciertamente arcaico) su alternativa es la degeneración y el caos. Y no me vengan con eso de que es “la rabia de los olvidados”, son lúmpenes, escuchan a traperos que les hablan de vender a su hermana si es necesario para ser el más rico del barrio. Y a parte, ¿en qué ayuda quemar bibliotecas y destrozar mobiliario público a la familia del fallecido o a evitar que en el futuro se acaben los abusos policiales?. La revolución en twitter debe ser muy diferente a lo que se entiende por revolución en el mundo real.
Como luego hablaremos, ¿la mayoría de la población cómo va a responder ante esta estrambótica propuesta, que ni siquiera puede ser subversiva ya que carece de una alternativa aplicable real?. Es correcto, con el más profundo rechazo, de ahí lo peligroso de lo que pueda venir luego…
Todo esto nos lleva a una teoría tan pobre como trasnochada, la del “cuanto peor mejor” (que ya en su día hizo que Federica Montseny legitimase la dictadura franquista), pero tal como señalamos, lo peor no son las calles destrozadas en París, es la respuesta social a todo ese caos… Zemmour se está frotando las manos…
Todo esto nos lleva a la evidencia, a lo que vendrá después: el auge de la extrema derecha en toda Europa. A pesar de que estos mismos sectores esgrimen un argumento tan débil como es el del fracaso de la integración… Aquello que no se intenta no puede fracasar. Sin ánimo de extenderme, hay una idea principal que me gustaría exponer. Tras todas las barrabasadas cometidas por el fascismo en los tiempos que antecedieron al fin de la Segunda Guerra Mundial, en Europa se instauró un consenso social coronado por la idea de que eso no se podría volver repetir. Es cierto que con el clima de la Guerra Fría se abrió la mano, pero la mentalidad general seguía. Pero, qué pasará cuando, al contrario de en el pasado, en el que el fascismo era asociado a los perros de presa del capital contra las conquistas sociales y el auge del movimiento obrero, se pasará a verlos como los únicos que muestran una oposición frontal a los vándalos racistas (contra los blancos, entiéndase) que asolan las calles y solo los guía el caos? El fascismo es el sistema de dominación predilecto de la burguesía, pero también el más costoso, por eso se necesita previamente alisar el terreno para su implantación.
Pero, más allá del tono un tanto melodramático del artículo, creo coincidir con mis lectores que el fascismo no es un problema inmediato. La amenaza real es la izquierda que, como la socialdemocracia en la Gran Guerra, que bajo idea de colectividad acabó amparando al nacionalismo, hoy bajo el paraguas de los “derechos sociales” y la primacía del individualismo defiende el cosmopolitismo más exacerbado.
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