La teoría de la competencia en Marx y en la economía burguesa y debate sobre los monopolios

Por Javier Aledo con ilustración de Javier F. Ferrero

En la economía burguesa, las abstracciones fundamentales no tienden a ser tipificaciones, sino idealizaciones. Una de las idealizaciones que más daño han hecho a la disciplina científica de la economía es la de la “competencia perfecta”. Podemos describir la competencia perfecta como un estado en el que las empresas carecen de poder de mercado, son unidades tan minúsculas que acatan los dictámenes de la oferta y la demanda sin levantar la voz. La competencia perfecta tiene un carácter ideológico tremendo. Igualando el poder de los agentes del mercado, se da una legitimidad moral de los remuneraciones producidas por el mismo. En los mercados perfectos, cada “factor de producción” (capital y trabajo) es remunerado de acuerdo a su productividad marginal, por lo que básicamente se sostiene que “cada uno recibe lo que se merece”. Sin embargo, la realidad por desgracia es bastante más compleja. La economía neoclásica no aguanta un asalto a lo que Marx denominó la “crítica práctica de la realidad”.

La noción marxista de la competencia define un proceso, no un estado. Habla de un proceso destructivo y antagónico que lejos de ser una casualidad, es estructural al modo de producción capitalista. Marx diferencia dos tipos de competencia; la que se produce entre capital y trabajo (lucha de clases para acaparar una mayor parte de la plusvalía producida por el proletariado) y la que se produce entre los diferentes capitales.
En el presente artículo nos centraremos en la competencia inter-empresarial.

En primer lugar, Marx por competencia entre capitales describe una guerra. Esta guerra entre capitales por una porción de los beneficios cada vez mayor provoca dos fenómenos trascendentales, la concentración y centralización del capital.

La concentración del capital está ligada al proceso de acumulación de capital. La acumulación es la reinversión de las ganancias en métodos de producción más nuevos y potentes. La competencia engrasa la acumulación, ya que los capitalistas tienen que seguir siendo competitivos bajo (literalmente) pena de muerte. Esto provoca que los capitales cada vez sean más eficientes y puedan producir más cantidad de mercancías en menos tiempo. La acumulación concentra el capital en el proceso del trabajo, gracias a que al mejorar los métodos de producción son necesarios menos trabajadores por unidad de producto.

La centralización del capital, por el contrario, se ve provocada por la competencia y el crédito. La centralización del capital significa que el monto total del capital cada vez está repartido en menos manos. La competencia castiga a las empresas más débiles por no
poder competir con las más fuertes. Además, el crédito también prestará a las empresas más eficientes para poder asegurarse el retorno del préstamo, por lo que las compañías pequeñas se ven privadas de una importante fuente de recursos. Por lo tanto, la competencia y el crédito tienen un gran papel centralizador.

En la economía burguesa, el concepto anteriormente mencionado de “competencia perfecta” implica que toda la concentración y centralización del capital es la antítesis de la competencia, no obstante, la evidencia empírica nos dice justo lo contrario y que la concentración y la centralización del capital profundizan la competencia aún más.

En el año 1917 Lenin publica su libro clásico “El imperialismo, fase superior del capitalismo”. En él destacó que el capitalismo había pasado a un nuevo estadio. La concentración y centralización del capital habían provocado la aparición de los monopolios. Para concluir, para él el reparto del capital en cada vez menos manos había limitado la libre acción de los instrumentos del mercado.

Para Hilferding el proceso de centralización también había provocado que los monopolios formaran trusts y cárteles que limitaban la competencia. Por lo tanto, la competencia entre capitales se transformaba en una suerte de “pacto de caballeros”. Los monopolios controlaban conscientemente a la economía y acaparaban la mayor parte de la producción. El capitalismo se había convertido en una suerte de economía planificada dirigida por estos monopolios. Esta teoría es muy importante, ya que significaría la
anulación de la competencia. Esta anulación implicaba que los precios no reconocían ley objetiva (la ley del valor, en la que los precios de las mercancías están determinados por los valores socialmente necesarios para su producción) y solo se podrían fijar de manera empírica.

Sin embargo la realidad se torna más compleja. A pesar de que a lo largo de la historia se han formado numerosos cárteles y trusts que intentan eliminar la competencia, estos acuerdos no suelen durar en el tiempo, ya que la avidez de ganancia termina siempre por romperlos. Además, en los países atrasados también se produce un desarrollo de las relaciones de producción capitalistas, que provoca que los capitales monopolistas tengan que competir contra ellos (véase la competencia en el sector del automóvil entre Japón y EE.UU en los años 70). Por último, también podemos mencionar que el cambio tecnológico favorece la aparición de nuevos capitales que necesitan una “composición orgánica del capital” relativamente baja y que pueden competir contra los ya instalados (nuevos sectores modernos como las empresas de internet).

En definitiva, la concentración y centralización del capital no anula la competencia y la ley del valor, sino que la aviva aún más, ya que extiende las relaciones capitalistas de producción a todo el globo. La guerra ínter-capitalista está lejos de llegar al final.

2 Comments

  1. que significa «en definitiva, la concentración y centralización del capital no anula la competencia y la ley del valor, sino que la aviva aún más, ya que extiende las relaciones capitalistas de producción a todo el globo»???

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