“La sonrisa de Aurora”, la herida abierta del genocidio armenio

“Aurora’s Sunrise” no es solo una película de animación, ya que tiene partes documentales donde se entrevista a una Aurora Mardiganian ya anciana, que rememora el horror vivido por ella, por su familia y por su pueblo, y además, contiene fragmentos de “Auction of Souls” (Subasta de almas), una película que Aurora protagonizó en 1919

Por Angelo Nero

Arshaluys Martikian nació en 1901, en la ciudad armenia de Chmshkatsag, en la provincia de Dersim, entonces bajo el dominio del Imperio Otomano, y era la tercera de los ocho hijos de un próspero agricultor y fabricante de seda. Murió conocida por todo el mundo como Aurora Mardiganian, a los 93 años, en California, y su dramática historia encarnó el genocidio de su pueblo, que pudo llegar a las dos millones de almas, y que todavía el gobierno turco -sucesor del imperio que lo cometió- sigue sin reconocer (cómo tampoco lo reconoce España). Arshaluys vivía feliz con su familia, era muy buena estudiante y tocaba el violín, pero las risas y la música se apagaron en 1915 -aunque los pogromos contra la población armenia tuvieron precedentes como la Masacre de Adana, en 1908-, cuando el el Ministro de Guerra otomano, Enver Pasha, emitió la Directiva 8682 enviando a los soldados de origen armenio a batallones de trabajo, culpándolos de la derrota ante los rusos, para posteriormente ejecutarlos en masa. Este fue el punto de inicio del Medz Yeghern, el Gran Crimen, en el que comenzaron los desalojos masivos de la población armenia, principalmente mujeres y niños, tras haber masacrado a los hombres, y obligadas a largas marchas por áridos territorios, donde murieron de hambre y de sed, donde fueron violadas o vendidas a los bandidos kurdos.

El año pasado se estrenaba “Aurora’s Sunrise” (La sonrisa de Aurora), una película de animación basada en la biografía de Aurora Mardiganian, y dirigida por Inna Sahakyan, en la que se recrea la dramática epopeya de la joven, que vio desaparecer prácticamente a toda su familia ante sus ojos, y con su familia a todo un pueblo, el armenio, que tuvo que abandonar para siempre una tierra, la llamada Armenia Occidental, en la que su presencia se remontaba cinco mil años atrás, y donde sus huellas culturales, su patrimonio, fue destruido por los turcos. Ya en 2016 una coproducción hispano-estadounidense, “The Promise”, dirigida por el irlandés Terry George (guionista de “En el nombre del padre”) trató de llevar al gran público la terrible historia del genocidio armenio, aunque el tono de drama romántico desdibujara un poco el alcance de la tragedia. Ahora, con esta cinta de animación, se vuelve a poner sobre la mesa un tema que, a pesar de haber pasado casi cien años, sigue estando de actualidad, con el grave riesgo de que el genocidio se repita con los 120.000 armenios de Nagorno-Karabakh, que llevan ya ocho meses sitiados por el ejército azerí, sin posibilidad de que, desde el exterior, le llegue incluso la ayuda humanitaria.

Pero “Aurora’s Sunrise” no es solo una película de animación, ya que tiene partes documentales donde se entrevista a una Aurora Mardiganian ya anciana, que rememora el horror vivido por ella, por su familia y por su pueblo, y además, contiene fragmentos de “Auction of Souls” (Subasta de almas), una película que Aurora protagonizó en 1919, para contar su historia al público americano, conseguir fondos para los huérfanos armenios y adeptos a su causa, y que se había perdida -de hecho, solo se recuperaron 18 minutos del metraje total, y eso cuando Aurora ya había fallecido-. A través de la animación parece más soportable la sucesión de crímenes que sufre la familia Martikian, aunque, como sucede con “Vals con Bashir, de Ari Folman, la película que narra las Masacres de Sabra y Chatila, no escatima detalles, por muy escabrosos que sean estos, para ponernos delante del horror, del descenso al corazón de las tinieblas, a lo más indigno del ser humano.

Cuando conocí la historia de Aurora Mardiganian y su testimonio, comprendí que esa era la única forma de hablar del dolor de mi nación, pero a través de la historia universal y muy personal de una joven que sobrevivió al genocidio y que nunca se rindió ni perdió su humanidad, y que al mismo tiempo intentó ayudar a nuestro pueblo”, contó su directora, en una entrevista reciente para Euronews. “A pesar de estar hablando de temas difíciles, como el genocidio, siempre intento mostrar la belleza de la tierra y la conexión que mi personaje y todos los armenios tenemos con nuestra tierra, con nuestros recuerdos y la parte brillante de nuestro pasado. Y por eso creo que la animación y las ilustraciones eran la mejor herramienta para captar esa belleza y los recuerdos de mi personaje principal”.

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