La sombra del Ararat, un retrato de la diáspora armenia

“Armenia es ahora diez veces menos de lo que era, y podía desaparecer lo mismo que han hecho países más fuertes alrededor, como Mesopotamia, Babilonia, o Asiria”.

Por Angelo Nero

Oí hablar de Armenia por primera vez a finales del siglo XX, durante la guerra que desangró a Yugoslavia, por entonces no sabía ni situarla en los mapas, un médico de Sarajevo, Yuri Berberian, me dijo que su abuelo era de origen armenio, superviviente de un extraño genocidio, y que, por lo tanto, el era armenio también, pero que era peligroso decirlo. Poco antes de morir, me susurró al oído: Deberías conocer el país del Ararat.”

El periodista, escritor y documentalista Miguel Ángel Nieto, comienza así su película “La sombra del Ararat”, rodada en 2017, un acercamiento poliédrico a las distintas realidades de una nación cuya existencia ya está documentada en el primer mapa, con 5.000 años de antigüedad, conservado en el Museo Británico, aunque entonces se llamaba Urartu. “Armenia es ahora diez veces menos de lo que era, y podía desaparecer lo mismo que han hecho países más fuertes alrededor, como Mesopotamia, Babilonia, o Asiria”, dice el astrofísico Garik Israelyan, una de las muchas voces que se recogen en este documental, y es que el fantasma del genocidio, la amenaza constante de sus vecinos, especialmente turcos y azerís, pende siempre como una amenaza larvada sobre esta nación del Caúcaso.

Armenia es el último superviviente de la antigüedad, el último testigo”, “un pueblo sin salida al mar y de miradas dulces”, así lo describe Miguel Ángel Nieto, mientras nos va abriendo una ventana tras otra, para que descubramos sus muchos atractivos. El primero, la música, donde se funden tradición y modernidad, como el violinista Ara Malikian, el pianista Rubén Yessayán, la cantante Rosy Armen o el multi instrumentista Arto Tuncboyaciyan, sin olvidar a ese armenio universal que fue Charles Aznavour. Aznavour es también una de las caras más visibles del exilio, de la diáspora que comenzó con el genocidio que perpetraron los turcos en 1915, ya que, como se menciona también en el film, hay siete millones de armenios repartidos por todo el mundo, mientras que en la República de Armenia no hay más de tres millones. Francia fue uno de esos lugares donde los armenios encontraron refugio, y como recuerda la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, nieta también de refugiados españoles, los armenios también lucharon por contra el fascismo, como Missak Manouchian o Arpen Tavitian, que dieron su vida por la liberación del país galo.

Por “La sombra del Ararat” también pasa el periodista gallego José Antonio Gurriarán, que sufrió, en 1979, los daños colaterales de un atentado del Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia (ASALA), en Madrid, y quien, en su larga convalecencia en el hospital, comenzó a interesarse por la cuestión armenia, de la que se convertiría en el principal divulgador en España -su libro “Armenios: el genocidio olvidado”, sigue siendo una lectura obligatoria para aquellos que deseen saber sobre este pueblo-. Gurriaran recogió su propia historia en “La bomba”, que en 2015 llevó al cine el director de origen armenio Robert Guédiguian, con el título de “Une histoire de fou”.

Especialmente emocionante es el testimonio de Aurora Mardiganian, superviviente del genocidio, y cuya historia fue objeto de varias películas, desde la que protagonizó la propia Aurora en 1919, “Auction of Souls”, que sirvió para concienciar al pueblo norteamericano sobre la limpieza étnica a la que estaban siendo sometidos los armenios, hasta el reciente film de animación, “Aurora’s Sunrise”.

En torno a 1920 comenzó el segundo gran desguace del país. Moscú completó el reparto de los territorios caucásicos bajo dominio bolchevique con la entrega a Azerbaiyán de tres provincias armenias. Turquía también tuvo su premio, las regiones de Erzerum, Van y Kars, con el monte Ararat incluido, quedaron bajo dominio turco. De Armenia apenas quedó un 10% de su territorio histórico”, nos señala el narrador antes de llevarnos a Musa Dagh, ahora en el estado turco, donde los armenios escribieron una de las páginas más épicas de la resistencia al genocidio.

Muchos de los resistentes de Musa Dagh terminaron en el valle de la Beka, en el Líbano, un país que acogió a miles de refugiados armenios, cómo más tarde palestinos y sirios, y la importancia de la comunidad armenia es todavía palpable en el país del cedro, como muestra, en la película se recoge el testimonio de Émile Lahoud, presidente libanés entre 1998 y 2007, que muestra con orgullo su origen armenio. También nos lleva a Biblos, una antigua ciudad fenicia, en la costa norte del país, donde se encuentra un lugar importante para la memoria del genocidio, el Orfanato Armenio de Jbeil, conocido como el «Nido de Pájaro», por donde pasaron miles de huérfanos, y que ahora alberga a un museo, para que no se olvide lo que estos niños sufrieron.

Viaja también a Jerusalén en busca de una de las comunidades armenias más antiguas de la diáspora, y cuyo barrio está siendo ahora mismo amenazado por los colonos judios y la especulación urbanística. Y de Jerusalén a Moscú, donde miles de armenios encontraron también una segunda patria, huyendo de las matanzas de los otomanos, como el actor Armen Dzhigarkhanyan, que dice, “te puedo decir que hasta el día de hoy no se lo que es la patria”, y al sur de Moscú, entrevista también al nadador Shavarsh Karapetyan, 17 veces campeón del mundo, que se convirtió en un héroe de la Unión Soviética, tras salvar a 30 pasajeros de un trolebús que cayó al lago Ereván.

También aparecen en el documental otro héroe de la Unión Soviética, el explorador polar y oceanógrafo Artur Chilingárov, recientemente fallecido; el restaurador Armen Petrossian; y el banquero Ruben Vardanian, que hablan sobre lo que significa el símbolo del Ararat para un armenio. Vardanian se estableció en 2022 en la República de Artsakh, donde fue nombrado Ministro de Estado, y en septiembre de 2023, tras la invasión de Azerbaiyán de ese territorio armenio fue detenido, estando, en la actualidad, encarcelado por el régimen de Aliyev.

Precisamente, ese pequeño enclave armenio que declaró su independencia en 1991, ocupa un lugar importante en el documental de Miguel Ángel Nieto, que afirma, “sólo hay dos lugares en el mundo que podrían ser el paraíso, y uno de ellos es Artsakh, la pequeña república de Nagorno Karabakh. Allí he visto la virginidad más absoluta de la naturaleza, la tierra tal y como se supone que la creó Dios.” Entre otros, recoge el testimonio de la periodistas Narine Aghabalyan, que fue ministra de Educación y de Cultura en el gobierno de la pequeña república, o del arzobispo de Nagorno Karabakh, Pargev Martiroyan.

No olvida el documental los difíciles equilibrios que Armenia tiene que hacer en sus relaciones con Rusia y con Occidente, especialmente en estos últimos años, y las más difíciles relaciones con sus vecinos, con sus fronteras cerradas al este, con Azerbaiyán, y al oeste, con Turquía, y solo al sur, con Irán, parece tener un aliado.

La sombra del Ararat” es un viaje emotivo a una tierra que si la pisas se te mete bajo la piel, te coloniza, y hace que añores el sabor del lavash, el sonido del duduk, o la imagen de ese monte que acostumbra a esconderse entre las nubes, donde la leyenda dice que se posó el arca de Noé.

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