No importa si se trata de economía, política, geoestrategia o historia, de ética o de la razón, en cualquier caso, (al igual que en la guerra), lo primero que se sacrifica es la verdad.
Por Remedios Copa
A pocas personas se le escapará a estas alturas que la sociedad está siendo víctima de la mentira y la manipulación. A poco que cualquiera reflexione y contraste información sobre cualquier asunto pronto descubrirá como se desvirtúa la realidad, se tergiversa la interpretación de los hechos y desaparece la veracidad y la objetividad de la información.
No importa si se trata de economía, política, geoestrategia o historia, de ética o de la razón, en cualquier caso, (al igual que en la guerra), lo primero que se sacrifica es la verdad y lo que se practica con esmero es la manipulación de la opinión pública hacia un único discurso que responda a intereses, casi nunca explícitos y casi siempre contrarios al interés de la mayoría social, que son beneficiosos para una minoría poderosa.
Cualquiera que haya prestado atención a las afirmaciones hechas en el contexto de las pasadas elecciones por un candidato a presidente del gobierno comprenderá hasta que punto somos víctimas de mentiras, presentadas como verdades con total descaro y sin un ápice de rubor, aún a sabiendas de que existen datos fehacientes para desmontar lo que está diciendo.
Da igual si se trata de acceder al poder, afrontar los retos del calentamiento global, la corrupción, o la implementación de un proyecto determinado; la mentira muchas veces repetida termina siendo creíble y permite condicionar a la opinión pública en un sentido u otro. Las técnicas de propaganda están muy probadas y funcionan, lo mismo que las aplicadas a un debate para arrinconar a un contrincante, como ya hemos podido observar.
Asegura el filósofo Byung-Chul Han que el lema que hoy domina el discurso público es la transparencia pero que quien la refiere solamente a la corrupción y a la libertad de información desconoce su envergadura.
La transparencia se aplica cuando se ha perdido la confianza y la sociedad opta por la vigilancia y el control; se trata de una coación sistémica que Han considera un imperativo económico, pero no moral ni biopolítico.
Las cosas se hacen transparentes cuando se expresan en la dimensión del precio y se despojan de su singularidad.
Una crítica que muchos filósofos y pensadores hacen a las redes sociales también es considerada por Han cuando habla de la transparencia como «un infierno de lo igual». Se presentan como espacios libres pero se han convertido en un espacio «donde el vigilante puede observar ocultamente a todos los prisioneros» de tal modo que el cliente transparente mora en un nuevo espacio donde no existe ninguna comunidad sino acumulación de egos incapaces de una acción común política, de un nosotros.
Por esa razón, los consumidores de redes sociales ya no constituyen nada fuera del sistema que pueda atacarlo. Tampoco la vigilancia se realiza como ataque a la libertad puesto que cada uno se entrega y expone voluntariamente, convirtiéndose en víctima y actor a la vez.
Es recomendable y necesario reflexionar sobre la sociedad en que vivimos y en el rol que juegan los mecanismos que la mueven.
Vivimos tiempos difíciles en una sociedad alienada que se ha dejado conducir al individualismo y a la separación que la vuelven incapaz de compartir y, a la vez, de organizarse para cambiar el sistema o para oponerse a nada.
Estamos inmersos en una sociedad líquida en la que ni existe el compromiso ni existe el otro, ni como amigo, ni como misterio o como deseo; los otros van desapareciendo y dando paso a la proliferación de lo igual que, haciéndose pasar por crecimiento personal, constituye una alteración patológica del cuerpo social.
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