La salud mental vendida al mejor postor

Por Claudia Pradas

Es cierto que hace escasas décadas nadie prestaba atención a la salud mental. Posiblemente, hubiéramos puesto la simple etiqueta de “loca” o “inestable” a una persona a la que hoy en día se le diagnosticaría de un trastorno mental bajo un amplio abanico de información al respecto. Sin embargo, estos avances en la práctica de la psicología tienen un precio, ¿quiénes y cómo lo pagan?

El problema se presenta inicialmente en las mismas aulas donde se forman a los especialistas. La mayor parte del temario impartido en la carrera de psicología está destinada a hablar sobre las diferentes psicopatologías, descritas en un libro que tiene por título DSM-V. Este libro cuenta con el apoyo de diversas organizaciones americanas estrechamente ligadas a las empresas farmacéuticas destinadas a fabricar psicofármacos. Basta con hacer una simple búsqueda para llegar a dicha conclusión. Pongamos un ejemplo para ilustrar el problema: el trastorno de ansiedad social ha ganado más peso en nuestro vocabulario desde que ciertas farmacéuticas empezaron a comerciar con el Paxil (su tratamiento farmacológico) y el TDAH está presente en un número exageradamente elevado de menores de edad desde que el Ritalin y sus derivados entraron en el mercado.

En resumen: el alumnado llega a las aulas universitarias con gran motivación para ejercer como terapeuta y, tras años de formación ligeramente dirigida hacia una terapia concreta, los y las estudiantes terminan siendo un producto más que, con mucha probabilidad, será de gran utilidad para las empresas que comercian con la salud mental.

Estamos vendiendo la salud mental al mejor postor, a la empresa que más capital invierta en investigación.

No estamos negando la eficacia de muchos tratamientos combinados con psicofármacos, tampoco vamos a afirmar que son de poca utilidad, de hecho, gracias a muchas de estas pastillas, personas con trastornos cognitivos severos pueden llevar un estilo de vida adecuado para su tranquilidad y crecimiento personal.

El problema que queremos señalar es el uso indebido que se hace de esta información, tanto del DSM-V como de la investigación neurocientífica. Estamos vendiendo la salud mental al mejor postor, a la empresa que más capital invierta en investigación y las consecuencias de esto pueden ser muy peligrosas.

Hablamos de menores de edad adictos a una pastilla derivada de la anfetamina, personas deprimidas que necesitan su dosis de serotonina diaria para seguir adelante, hablamos de terapias psicológicas relegadas a un segundo plano porque su eficacia no se observa tan rápido como la de un medicamento. La práctica de la psicología se está viendo fuertemente influenciada por los procesos económicos que regulan la esfera de la salud.

Si bien es cierto que en algunos casos es necesaria una intervención médica, en la salud mental la clave es dar herramientas para que, las personas que lo necesiten, puedan utilizarlas como estrategia para lograr una correcta estabilidad.Es necesario poner el foco del tratamiento en las personas y en sus procesos mentales. La psicología debería dar un paso a un lado y fijarse más en las necesidades reales del individuo, en vez de tratar de paliar los síntomas con la esperanza de que el problema de raíz desaparezca.

 

Fuentes documentales:

Mayes, Rick; Bagwell, Catherine; Erkulwater, Jennifer L. (2009). «The Transformation of Mental Disorders in the 1980s: The DSM-III, Managed Care, and «Cosmetic Psychopharmacology»». Medicating Children: ADHD and Pediatric Mental Health.

Wilson, M. (March 1993). «DSM-III and the transformation of American psychiatry: a history». Am J Psychiatry. 150 (3): 399–410. doi:10.1176/ajp.150.3.399. PMID

History of the DSM Nathaniel Deyoung, Purdue University. Retrieved 9th Sept 2013

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