La Revolución Cantada (III): La batalla final

Sin lugar a dudas, la muestra de apoyo de Yeltsin y de los manifestantes moscovitas a Lituania influyó bastante a la hora de que el gobierno central soviético desistiese en su intervención militar en esta república

Por Alex Erofeev / Descifrando la Guerra

Sucesos de Enero en Vilna (11-13 de enero de 1991). David vence a Goliat

A pesar del levantamiento del bloqueo, la situación económica de Lituania no era para nada positiva, y para salir de esta situación el gobierno de la república decidirá seguir adelante con el programa liberal que tenían planeado llevar a cabo.

El punto de inflexión será el 7 de enero de 1991, cuando el gobierno de Lituania decide llevar a cabo una «liberalización de los precios» y los precios de los productos más básicos aumentan un 3,2%.

El poder central soviético, aunque posteriormente no lo reconozca, decidirá aprovechar este momento de debilidad del gobierno para proporcionar el golpe definitivo a las autoridades separatistas lituanas, pues esperaba que aquellos que siempre habían tenido una postura pro-URSS apoyasen activamente el golpe, mientras aquellos que apoyaban al gobierno, ante unas medidas impopulares que también les afectaban a ellos, al menos permaneciesen pasivos.

El mismo 7 de enero, unidades del Grupo de Spetsnaz Alfa del KGB se encontraban en Vilna. Los días 8 y 9 se desplazarán a Vilna unidades de la 76ª División Aerotransportada de Pskov y de la 7ª División Aerotransportada de Novorossiysk y se establecerán ahí, a la espera.

El 8 de enero la organización prosoviética «Unidad» y el PCL-PCUS, así como otras organizaciones menores, se concentrarán frente al parlamento de Lituania en Vilna, pidiendo suprimir la subida de precios, la dimisión del gobierno e intentarán entrar en el parlamento.

El entonces presidente del parlamento de Lituania, Landsbergis, hará un llamamiento a todos sus partidarios para que salgan a la calle y defiendan el parlamento y otros puntos estratégicos. Decenas de miles de lituanos responderán a ese llamamiento. El 9 de enero la misma multitud del día 8 se vuelve a congregar frente al parlamento con consignas como «¡Abajo el parlamento! ¡Viva la Unión de Repúblicas!». El 10 de enero Gorbachov exige la supresión de las medidas anticonstitucionales que había tomado el gobierno separatista y la restauración de la constitución de la RSS de Lituania.

El 11 de enero, las fuerzas soviéticas pasarán a la acción. Tomarán la Casa de la Imprenta en Vilna, el nudo de retransmisión de la radiotelevisión lituana en Nemencine, así como los edificios del partido en Vilna y en otras ciudades. También lograrán tomar el edificio del Departamento de seguridad lituano (equivalente al ministerio de defensa).

Las autoridades lituanas harán un llamamiento a la gente para salir a la calle y defender los puntos estratégicos. Ermalavichus, uno de los líderes del PCL-PCUS, declaró que se creaba un “Comité de Salvación Nacional” que se convertía en la única autoridad legítima de Lituania. A las 23:00 se tomó la red ferroviaria de Vilna. Los paracaidistas tomarán el nudo telefónico de Vilna, dejando a la ciudad incomunicada con el mundo exterior durante una hora.

Tropas aerotransportadas soviéticas se encuentran frente a manifestantes lituanos que defienden la entrada a un edificio

En la madrugada del día 12, el OMON de Vilna (formado por 42 personas y dirigido por el polaco Boleslav Makutinovich), siendo relevados de su base por tropas soviéticas, tomará la Academia de Policía Lituana y conseguirá resistir con éxito los intentos de los manifestantes y la policía lituana de retomar el edificio. Asimismo, bajo el paraguas del PCL-PCUS se crearán «mesnadas» de ciudadanos locales que realizarán misiones de apoyo a las tropas soviéticas como civiles.

En la noche del día 12-13 (entre las 0:00 y las 3:00) de enero dos columnas de tanques y blindados pertenecientes a la 7ª División Paracaidista partieron hacia el centro de Vilna. Una columna se dirigió al parlamento, protegido en ese momento por miles de lituanos, mientras la otra se dirigió a la torre de radiotelevisión, donde también se concentraba un número considerable de lituanos favorables a la independencia. La columna de blindados que se dirigía al parlamento será rodeada y frenada por los manifestantes lituanos, y fracasará en su misión de tomar el parlamento por asalto.

No obstante, el punto de inflexión de estos sucesos se producirá precisamente en la torre de radiotelevisión. Este era un edificio muy estratégico, bastante más que el parlamento, pues era el principal punto de transmisión de la televisión y radio lituana. En esta operación tomarán parte, además de la columna de blindados de la 7ª División Aerotransportada, en torno a 60-70 miembros del Spetsnaz del Grupo Alfa del KGB, que serán justo los encargados de tomar la torre de radiotelevisión por asalto.

La torre estaba defendida por una multitud de miles de lituanos que bloqueaban el acceso. Para desbloquear el acceso a la torre, los paracaidistas dispararán sus AKS (con munición letal) al aire y por encima de las cabezas de los manifestantes con el fin de disuadir a los manifestantes y forzarles a abrir paso. Los tanques y blindados (cargados con munición no letal) dispararán a la torre en sí con el mismo propósito. Una vez el anillo formado por los manifestantes se debilite, los spetsnaz Alfa (armados con munición no letal) conseguirán, finalmente, tomar con éxito la torre de radiotelevisión lituana.

Un tanque y un BTR transcurren por la carretera, mientras la colina donde se encuentra la torre de radiotelevisión lituana es defendida por manifestantes desarmados

Sin embargo, a pesar de que en el asalto a la torre de radiotelevisión lituana las fuerzas soviéticas sí que consiguieron cumplir su objetivo, precisamente fue en este momento cuando la intervención soviética fue sentenciada al fracaso, pues el precio que se había pagado por su éxito era demasiado elevado: durante esta operación murieron 15 personas y más de 140 resultaron heridas (mientras las cifras totales de heridos de la intervención soviética en su conjunto ascienden a 700, sin ninguna baja mortal adicional).

De esas 15 personas, 2 fueron gravemente heridas y murieron en los días siguientes, mientras las otras 13 murieron el mismo día 13 de enero. De estas 13 personas, 12 eran manifestantes lituanos y la otra era un teniente del Grupo Alfa del KGB (la única baja mortal que tuvieron las fuerzas soviéticas). Este episodio fue conocido por la parte lituana como la «Masacre de Vilna».

A las 2:30 de la madrugada, técnicos lituanos consiguieron hacer funcionar un pequeño estudio de televisión en Kaunas y lograron emitir imágenes acerca de los trágicos sucesos de Vilna (en particular de lo ocurrido en la torre de radiotelevisión) en distintos idiomas, con el fin de hacer ver a toda Lituania, a toda la URSS y a todo el mundo como las fuerzas soviéticas habían sido desplegadas en Lituania y estaban utilizando la fuerza contra la población civil. Una estación sueca logrará captar la transmisión, y a partir de ahí todas esas imágenes darán la vuelta al mundo, provocando la indignación de toda Lituania, de toda la URSS y de toda la comunidad internacional. Muchos países, como Noruega, Polonia o Islandia, expresarán su solidaridad con los manifestantes lituanos que habían salido a defender a su gobierno y que habían resultado heridos e incluso muertos. Curiosamente, la reacción de EEUU será más cauta, pues en ese momento estaba tomando parte en la Guerra del Golfo y necesitaban de la neutralidad de la URSS para poder llevar adelante sus operaciones en esta guerra sin oposición.

En la propia URSS se producirán manifestaciones solidarizándose con los manifestantes lituanos y condenando el uso de la fuerza por parte de la URSS en ciudades como Kiev, Riga o Tallin. Una de las ciudades donde se producirá una de las manifestaciones más multitudinarias será la propia Moscú, donde medio millón de personas saldrán a la calle condenando el uso de la fuerza en Lituania. Boris Yeltsin, entonces presidente del Soviet Supremo, la máxima autoridad de Rusia, apoyará públicamente a los manifestantes lituanos. Posteriormente Yeltsin viajará a Tallin, y aun estando dentro de la URSS, Rusia reconocerá la independencia de Estonia, Letonia y Lituania, y las cuatro repúblicas se comprometerán a apoyarse mutuamente contra la URSS. Sin lugar a dudas, la muestra de apoyo de Yeltsin y de los manifestantes moscovitas a Lituania influyó bastante a la hora de que el gobierno central soviético desistiese en su intervención militar en esta república [1].

Por su parte, tanto Gorbachov como los ministros del interior y de defensa de la URSS declararán que ellos no habían dado absolutamente ninguna orden de intervenir en Lituania y hacer uso de la fuerza. Esto resulta poco creíble, pues la operación se llevó a cabo justo después de que Gorbachov exigiese la supresión de las medidas anticonstitucionales que había tomado el parlamento de Lituania, y además había sido una operación correctamente planificada y coordinada (independientemente de que no acabase saliendo tal y como estaba planeada) en la que participaban dos divisiones de distinta procedencia de las fuerzas aerotransportadas y un comando del Spetsnaz Alfa del KGB. Claramente lo que Gorbachov y el gobierno central pretendían era un golpe de Estado contra el gobierno lituano en el que mediante una intervención militar se buscaba establecer un gobierno afín. Además, si el golpe triunfaba en Lituania, donde el proceso separatista estaba más desarrollado que en las otras repúblicas, Estonia y Letonia acabarían desistiendo. Tampoco era la primera vez que Gorbachov tiraba la piedra y escondía la mano para mantener su imagen de líder moderado y demócrata, pues tras los sucesos de abril de 1989 en Tiflis actuó exactamente de la misma manera. Por si a pesar de que no parece evidente tal y como se organizó la operación que las órdenes venían de Gorbachov, Mijail Golovatov, quien entonces era la máxima autoridad del Grupo Alfa del KGB, reconoció en una entrevista que las órdenes habían venido de Gorbachov y del ministro de defensa Dimitry Yazov [2]. Es posible que a Gorbachov le hubiese salido hasta más rentable políticamente decir la verdad y admitir que las órdenes partieron de él, pues al final acabó quedando frente a unos como un mentiroso que en realidad tenía las manos manchadas de sangre, y frente a otros como un inútil que aun siendo la autoridad máxima de la URSS era incapaz de controlar el Estado y que alguien desconocido autorizase una intervención de tal calibre.

Por otra parte, Andrius Butkevičius, quien en ese momento ocupaba el cargo de director del Departamento de Seguridad de Lituania (cargo equivalente al de ministro de defensa) reconoció en una entrevista en el año 2000 que había trabajado estrechamente con Gene Sharp (ideólogo estadounidense de la “resistencia no violenta” y de las posteriores revoluciones de colores) y que, habiéndose especializado en guerra psicológica, organizó el plan de respuesta ciudadana con antelación, ya preparándose para una potencial intervención de las fuerzas soviéticas (es decir, que la respuesta ciudadana no fue tan espontánea). Y que las multitudes de lituanos debían entrar en contacto con las fuerzas soviéticas de tal manera que estas se sintiesen incómodas y nerviosas, y así, dado que mediante el uso de la fuerza física no se podía hacer nada, acabar con las fuerzas soviéticas mediante la guerra psicológica. Y Butkevičius también reconoció que cuando organizó la respuesta ciudadana sabían que podía haber potenciales víctimas civiles mortales, y que, si bien era preferible alcanzar los objetivos sin ninguna víctima civil mortal, el número de víctimas era pequeño en comparación con otros conflictos que surgirían en el ámbito postsoviético, y que habían demostrado ser un precio a pagar más que adecuado. Pues entre otras cosas, gracias al rechazo que hubo a las acciones soviéticas tanto dentro de la Unión Soviética como fuera Lituania acabó de allanar el camino a la independencia [3].

En cuanto a las 15 víctimas mortales, el gobierno y la justicia lituanos dictaminaron que, salvo una persona que murió como consecuencia de un infarto, el resto de víctimas (incluido el teniente del Grupo Alfa que según el gobierno y justicia lituanos murió por fuego amigo) resultaron muertos como consecuencia de las acciones de las fuerzas soviéticas. Unas pocas personas morirían atropelladas por tanques o blindados y el resto morirán como consecuencia de heridas de bala. No obstante, hay una serie de voces críticas con la versión oficial que afirman, y que si bien no niegan que las fuerzas soviéticas sí fuesen culpables de las víctimas atropelladas por los blindados y probablemente de parte de las muertas a tiros también, que otra parte de las víctimas resultaron muertas bajo el fuego de armas que portaban otros lituanos partidarios de la independencia. Entre estas voces habría que destacar a Valery Ivanov, líder de la organización prosoviética “Unidad” durante la Revolución Cantada, el político de izquierdas lituano Algirdas Paleckis y la periodista rusa (del diario Komsomolskaya Pravda) Galina Saposhnikova. Tanto Ivanov como Paleckis afirman que “terceras personas dispararon contra la multitud”, y ambos fueron sancionados por las autoridades lituanas por “ofender a las víctimas de los sucesos de Vilna”. Galina Saposhnikova publicó un libro en el que analiza como murieron cada una de las 15 personas (tras cuya publicación le fue prohibida la entrada a Lituania) y afirma que algunas personas murieron como consecuencia de disparos de fusiles Mosin Nagant 1898, que hacía tiempo que habían sido retirados del arsenal soviético, y que presuntamente fueron utilizados por lituanos partidarios de la independencia [4]. Por su parte, varios veteranos del Spetsnaz Alfa afirman que el teniente muerto no pudo morir por fuego amigo, pues las armas que llevaban los Spetsnaz iban cargadas con munición no letal, y que fue disparado por alguien de la multitud. Un análisis exhaustivo de cada una de estas muertes daría para otro artículo y puede que hasta para un libro, y aquí simplemente se mencionan otras versiones distintas a la oficial, sin cuestionar en ningún momento a fondo la versión oficial lituana.

En total, en Vilna llegaron a salir entre 20.000 y 50.000 personas a la calle para defenderse de la intervención de las fuerzas soviéticas. Finalmente, y a pesar de que las tropas soviéticas habían conseguido tomar buena parte de los objetivos estratégicos, la respuesta de los civiles lituanos, así como la condena de buena parte del resto de la URSS y de la comunidad internacional hicieron que el gobierno central soviético desistiese y no siguiese adelante con la operación.

Los Días de Barricadas en Riga (13-27 de enero de 1991). Los “Nuestros”

Mientras ocurrían los sucesos de Vilna, las autoridades y ciudadanos letones no permanecieron al margen del asunto y observaron atentamente lo que estaba sucediendo en la república vecina. El 13 de enero se llevará a cabo una manifestación en Riga organizada por el Frente Popular de Letonia de apoyo al parlamento y gobierno letones y de solidaridad con todos aquellos lituanos que habían salido a la calle para contener la intervención soviética. La manifestación llegó a reunir un total de 500.000 personas. De cara a una posible intervención similar en Letonia, las autoridades y manifestantes letones comenzarán la construcción de barricadas a una escala propia de una guerra en torno a todos los puntos estratégicos de la ciudad. Se llegarán a utilizar hasta camiones y bloques de hormigón para construir las barricadas. En Letonia, este episodio que durará varias semanas se conocerá como “Los días de barricadas”. El gobierno y decenas o incluso centenas de miles de manifestantes letones vivirán durante varias semanas en un estado de tensión permanente, esperando una intervención militar similar a la que se produjo en Lituania que nunca llegará. No obstante, el hecho de que se construyesen barricadas a gran escala y el hecho de que manifestantes letones partidarios de la independencia estuviesen fuertemente organizados y dispuestos a actuar de antemano, harán que parte de la población eslava y sobre todo el OMON de Riga se piensen que el golpe definitivo (para alcanzar la independencia de una vez por todas) iba a venir precisamente por parte de las autoridades letonas y no por parte del gobierno central, por lo que decidirán actuar. El OMON de Riga, una unidad especial de policía formada por aproximadamente 150 personas, llevará a cabo operaciones en las que desmontará barricadas y tomará el control de algunos puntos estratégicos, convirtiéndose en una auténtica pesadilla para las autoridades letonas. Si en el caso de Lituania fue buena parte del pueblo lituano el que desempeñó el papel de “David” y las fuerzas soviéticas quienes desempeñaron el papel de “Goliat”, en Letonia casi podríamos decir que los papeles se invierten, y que fue el OMON de Riga, una unidad especial de policía de 150 personas que se encontraba totalmente sola en Letonia y que actuaba por su propia cuenta y riesgo, el que supo plantar cara a decenas cuando no cientos de miles de manifestantes y poner en jaque a todo un gobierno, con todos los medios que este tenía.

¿Qué era exactamente el OMON de Riga? Dado que, con la perestroika, los ciudadanos adquirieron el derecho de manifestarse libremente, era necesario crear un cuerpo que fuese capaz de contener a las masas en caso de que la manifestación se desbordase o se convirtiese en una manifestación violenta. Es por ello por lo que en el año 1988 se crea el OMON, cuyas siglas quieren decir “Unidad de Milicia de Propósitos Especiales” (“Milicia” era el nombre que recibía la policía en la URSS para darle un carácter más popular). Esta unidad habitualmente desempeñará las funciones que normalmente desempeña un cuerpo de antidisturbios, si bien sus capacidades irán más allá y será capaz de desempeñar todo tipo de operaciones especiales. Muchos de sus integrantes eran veteranos de la Guerra de Afganistán y/o habían pertenecido a otras unidades de fuerzas especiales (como el Spetsnaz Alfa). Se crearán unidades de este tipo en prácticamente todos los rincones de la URSS, y Letonia no será una excepción, formándose el OMON de Riga (con un tamaño de aproximadamente 150 miembros) en diciembre de 1988. Desde el año 1990 está unidad pasaría a estar comandada, curiosamente, por un polaco: Cheslav Mlynik.

Tras la declaración de “Inicio de restauración de la independencia” letona en mayo de 1990, el ministro del interior letón Alois Vaznis intentará maniobrar política y legalmente para que el OMON de Riga pasase a depender del ministerio del interior letón, e intentará llevar a cabo depuraciones en la unidad para que está fuese lo más fiel posible a la república. Sin embargo, la comandancia del OMON de Riga se negará a subordinarse al ministerio del interior letón, por lo que esta unidad permanecerá en una situación de alegalidad cuando no ilegalidad, hasta que, en otoño de 1990, bajo petición del secretario general del PC letón Alfred Rubiks, esta unidad pasaría a depender directamente del ministerio del interior de la Unión Soviética. Además de las pistolas Makarov de las que ya disponían, los miembros del OMON de Riga serán dotados de fusiles, granadas de mano e incluso dos BTRs (vehículos blindados de transporte).

En diciembre de 1990 el Frente Popular de Letonia llama a los ciudadanos a prepararse para la “hora X”, en lo que sería la lucha final por la independencia de la URSS. Entre diciembre de 1990 y enero de 1991, unos desconocidos encapuchados atacaran con explosivos edificios del PC letón, la Casa de la Imprenta y viviendas donde vivían soldados del Ejército Rojo. El 2 de enero de 1991 el OMON de Riga se establecerá en la casa de la Imprenta (donde se imprimían los periódicos del PC letón) y defenderá el edificio, pues el parlamento letón había decretado su nacionalización.

A partir del 13 de enero, cuando se comiencen a montar barricadas, el OMON de Riga comenzará a actuar de manera más activa. El 14 de enero el OMON de Riga desarmó a la milicia nacionalista “Vetsmilgravis” dependiente del ministerio del interior letón y estableció su nueva base en su edificio. El 15 de enero el PC letón al mando de Alfred Rubiks declaró la creación de un “Comité de Salvación Nacional” que se consideraba la única autoridad legítima en la república.

Ese mismo día, el OMON decidirá asaltar la Escuela de Policías del Ministerio del Interior letón y confiscar las armas que ahí se guardaban. Para ello, decidirán utilizar la vieja táctica del “caballo de troya”: conseguirán un coche de la GAI (que era la unidad soviética encargada de la inspección de vehículos y de los controles en carretera) y se dirigirán a la escuela. Los policías de guardia no sospecharán y les abrirán las puertas. Una vez dentro, Cheslav saldrá del coche con otros tres hombres, y tras arrebatar las llaves a los guardias, abrirán las puertas para que dos todoterrenos con más miembros del OMON entren en el recinto del edificio y lo rodeen. Mientras, se oirán gritos dentro del edificio en los que policías y aspirantes a policía hablaban de que había que coger armas y defenderse. Los miembros del OMON tirarán una granada de gas lacrimógeno a la ventana del cuarto piso donde se escuchaban los gritos, y estos se dejarán de oír. Posteriormente el OMON entrará en el edificio y se dirigirá a la sala de armas. Un miembro del OMON derribará dos puertas metálicas con su propia fuerza y la última puerta la abrirán con las llaves que tenían. Lograrán confiscar una gran cantidad de armamento, que incluía, entre otras cosas, varios lanzagranadas y ametralladoras.

El 16 de enero el OMON comenzó el desbloqueo del puente sobre el canal de Milgravis, donde se habían construido barricadas utilizando camiones KamAZ. Como resultado de los enfrentamientos murió un chofer del ministerio de información (según otras fuentes el chófer era del ministerio de transportes).El 17 de enero, el ministro del interior letón Alois Vaznis emitió una orden que permitía a los cuerpos policiales y milicias dependientes del ministerio del interior letón abrir fuego contra el OMON si estos se acercaban a un edificio gubernamental a una distancia menor que 50 metros.

En la noche del 19 al 20 de enero, miembros del OMON pararían un autobús en el que viajaban 5 milicianos letones, y tras un registro en el que encontraron armas blancas y munición, arrestarían a estos milicianos. Los miembros del OMON decidirán llevar a los detenidos a su base, pero antes debían pasar por el edificio de la fiscalía de Letonia para realizar un cambio de guardia. En su camino, serán disparados desde el edificio del mismo ministerio del interior letón, pues se encontraba a no tantos metros de la fiscalía. Ante esta situación, los miembros del OMON decidirán asaltar el propio ministerio. Los miembros del OMON lograrán tomar el edificio, sin embargo, durante el asalto morirán dos policías letones que defendían el ministerio, dos reporteros que se desplazaron a grabar los enfrentamientos y un estudiante que se acercó por curiosidad a ver que estaba sucediendo. El OMON retendrá el edificio durante un tiempo, hasta que el cura ortodoxo y diputado del parlamento letón Alexey Zlotov negociará con el OMON su retirada del edificio y estos se acaben retirando y regresando a su base. Se considera que los “Días de barricadas” acabaron el 27 de febrero, pues el ministerio de finanzas de la URSS había decretado que había que cambiar los billetes de 50 y 100 rublos por otros nuevos y que había que hacerlo de manera urgente, lo que provocó que buena parte de los ciudadanos letones se centrasen en cambiar su dinero y se olvidasen de las barricadas.

El periodista ruso Alexander Nevzorov, en un reportaje emitido en la TV de Leningrado con el título de «Los nuestros» en el que se glorificaba a los miembros de esta unidad, describía así, con la marcha militar rusa «Adiós de Slavianka» sonando de fondo, la lucha del OMON de Riga:

«Riga, 3 de febrero. Cuartel general del OMON de Riga, Unidad de Milicia de Propósitos Especiales (también conocida como Boinas Negras) que se ha negado a subordinarse al ministerio del interior de Letonia y que permanecen fieles a la Unión. Estos chicos son perfectamente capaces de tomar presos a generales, y una vez, simplemente por gastar una broma, después de burlar toda la seguridad que rodeaba al ministro del interior que tanto odio les tiene, le dejaron una nota en la mesa de su despacho en la que decía “Saludos de los Boinas Negras”.

[…]

¿Pero no os iréis del territorio de la república? – pregunta Nevzorov.

No, la unidad no se irá de aquí – dice Cheslav.

¡Pero si tarde o temprano va a ser Moscú quien os dé la espalada, y pasaréis a ser una unidad ilegal! – exclama Nevzorov.

Nosotros discutimos esa cuestión en la reunión de nuestra unidad, y nuestra decisión está clara: incluso si la propia Moscú nos traiciona, nosotros jamás nos iremos de aquí – afirma Cheslav de manera contundente»

[…]

Y no se retirarán los rebeldes del OMON de los alrededores de Riga, pues entienden que ellos son ahora los únicos que forman el pequeño dique capaz de contener los ríos y las cataratas de sangre que se derramarán sobre el suelo de la Unión cuando comiencen a dividirla y a partirla en trozos aquellos que no tienen relación alguna con su formación. Y las personas pasarán a un segundo plano, cuando empiecen a morir cientos y miles de «los nuestros».

No ha sido el equipo de grabación el que ha escrito estas palabras en los cargadores de los fusiles (en referencia a la frase «Los nuestros» que llevaban escrita los miembros del OMON en los cargadores de sus fusiles). Estas palabras las escribieron los propios miembros del OMON: georgianos, letones, rusos; con estas palabras firman las cartas de las cuales ellos son remitentes. Pues ellos entienden, algo más que los demás, que «los nuestros» son todas aquellas personas normales en la Unión que no quieren la guerra ni el derramamiento de ningún tipo de sangre. Que simplemente quieren vivir. Pero que también están dispuestos a morir si hiciese falta.

Cuartel General del OMON, Riga, 3 de febrero»

Los miembros del OMON de Riga permanecieron fieles a su ideología y a sus principios aun cuando todo el mundo comenzó a renegar de ellos, y jamás traicionaron a su patria, incluso a pesar de que su propio país les acabaría traicionando. Tras la disolución de la URSS, el OMON de Riga será repatriado a Rusia, donde pasará a ser el OMON de Tyumen. Pero Rusia tampoco era la URSS, y los miembros del OMON de Riga continuarán su lucha contra el gobierno de Yeltsin, al que no consideraban mejor que el de Letonia. Cheslav Mlynik sería arrestado durante un breve tiempo por posesión ilegal de armas, y para arrestarle tendrá que actuar nada más ni menos que un comando entero del Spetsnaz Vympel (ahora perteneciente al FSB y no al KGB). Los miembros del OMON de Riga tomarán parte en los sucesos de octubre de 1993 en Moscú en el lado del parlamento, y llegarán a participar como voluntarios en conflictos en el espacio ex soviético como en Transnistria o Abjasia, e incluso en las sucesivas guerras que se sucedieron durante el proceso de desintegración de Yugoslavia, convirtiéndose en una auténtica unidad de leyenda.

Los miembros del OMON de Riga permanecieron leales a su juramento de defender la Unión Soviética incluso cuando al propio gobierno de la Unión Soviética parecía no importarle el destino de la Unión. Cuando la URSS se acabó desintegrando, y el OMON de Riga se vio obligado a ser repatriado a Rusia, sus miembros pintaron en sus BTRs (vehículos blindados de infantería) la frase “¡Volveremos!

Referéndums de independencia y primer reconocimiento internacional (febrero-marzo de 1991)

Tras los sucesos de enero en Vilna en los que una parte importante del pueblo consiguió plantar cara ante un intento de derrocar al gobierno lituano por la fuerza, las tres repúblicas bálticas perderán parte del miedo que tenían y decidirán seguir avanzando en su vía hacia la independencia. Es por ello por lo que las tres repúblicas decidirán llevar a cabo consultas acerca de la independencia con el fin de obtener una mayor legitimidad. El referéndum por la independencia de Lituania se llevará a cabo el 9 de febrero, mientras que tanto Estonia como Letonia celebrarán sus referéndums el día 3 de marzo.

En Lituania, en la consulta vencerá el sí a la independencia de manera prácticamente unánime: un 90,24% se expresó a favor de la secesión, frente a un 6,54% que votó en contra (el resto de votos fueron votos nulos). La participación fue de un 84,74%. Tras celebrarse el referéndum y conocerse el resultado, Lituania obtendrá su primer reconocimiento internacional: Islandia le reconocerá el 11 de febrero. Posteriormente Dinamarca seguirá sus pasos y también reconocerá a Lituania. Resulta curioso que fuesen estos dos países, relativamente pequeños y no demasiado acostumbrados a actuar por su cuenta en el plano internacional, los que tomasen la iniciativa de reconocer la independencia de Lituania, mientras las grandes potencias occidentales aun continuaban permaneciendo al margen.

En la consulta celebrada en Letonia el 3 de marzo también se impondrá el sí a la secesión de manera aplastante, si bien no de manera unánime. Un 73,68% de los letones se expresaron a favor de la independencia, mientras un 24,69% lo hicieron en contra. La participación fue de un 87,56%. En Estonia, los resultados serán similares a los de Letonia, con un 78,4% a favor de la independencia y con un 21,6% en contra, con un 82,9% de participación.

En estas consultas tendrán el derecho a participar absolutamente todos los ciudadanos mayores de edad, incluida aquella población eslava que posteriormente será privada de la ciudadanía en Estonia y Letonia. En las regiones y ciudades con mayor presencia de minorías eslavas la tasa de abstención fue bastante más elevada que en aquellas donde estonios, letones y lituanos étnicos eran la mayoría claramente dominante. Asimismo, aquellos ciudadanos de origen eslavo que vayan a votar votarán en contra de la independencia. Si obtenemos los porcentajes de las personas que votaron a favor de la independencia respecto a todos los ciudadanos con derecho a voto en la consulta (votasen en la consulta o no), obtendremos los siguientes porcentajes: un 76,46% en Lituania, un 64,51% en Letonia y un 64,68% en Estonia. Estos porcentajes se acercan a los porcentajes de lituanos, letones y estonios étnicos en estas repúblicas: un 76,46% de votos favorables en Lituania frente a un 79,58% de lituanos étnicos, un 64,51% en Letonia frente a un 52,05% de letones étnicos y un 64,68% de estonios frente a un 61,5% de estonios étnicos. Por supuesto, también tenemos que tener en cuenta que no todos los que no participaron estaban en contra de la independencia (muchos podrían ser apolíticos) y que los porcentajes de los que disponemos incluyen tanto a aquellos ciudadanos con derecho a voto y mayores de edad como aquellos menores de edad y sin derecho a voto (por lo tanto, carecemos de datos exactos de la distribución étnica de la población únicamente con derecho a voto). No obstante, hubo una pequeña parte de la población eslava que sí apoyó los postulados secesionistas. No hay que olvidar que la mayoría de las fuerzas que defendían la unidad de los países bálticos con el resto de la unión lo hacían desde posiciones izquierdistas (ya fuesen comunistas ortodoxos o socialdemócratas reformistas), y que, porque no, pudo haber ciudadanos de origen eslavo que apoyasen los postulados liberales en lo político y sobre todo en lo económico (pues en lo político buena parte de la izquierda también había acabado abrazando la democracia). La mayor parte de los liberales rusos (incluido el nuevo presidente Yeltsin), hacia quien podría orientarse el pequeño electorado báltico-eslavo-liberal, consideraba a los frentes populares de las repúblicas como organizaciones hermanas y apoyaban sus postulados incluso a pesar de que buscaban la ruptura con la unión. Y si bien aparecerán partidos que defendían tanto el liberalismo político y económico como al mismo tiempo mantener la unidad de la URSS, tales como el Partido Liberal-Demócrata de Zhirinovsky (entonces aún en verdad liberal-demócrata y no nacional-populista de derechas), estas fuerzas apenas tendrán implantación en los países bálticos.

El 17 de marzo, Gorbachov organizará la celebración de un referéndum en toda la Unión Soviética en el que los ciudadanos debían votar si estaban a favor de mantener la URSS o no. Las autoridades de las repúblicas bálticas boicotearan la celebración de este referéndum, y este no se llegará a celebrar en estas repúblicas. No obstante, en los distritos militares, así como en algunas fábricas y sindicatos, sí que se llegará a celebrar este referéndum (como cabría esperar, con una mayoría unánime a favor de permanecer en la unión).

Intento de Golpe de Estado en la URSS (agosto de 1991). Las repúblicas bálticas alcanzan su independencia real

Desde marzo hasta agosto de 1991, las repúblicas bálticas se encontrarán en una situación ambivalente, pues, por un lado, después del fallido intento de intervención militar en enero en Vilna y con un gobierno central débil que debía enfrentarse a cada vez más problemas en cada vez más frentes, van a poder continuar con la vía política que habían elegido sin apenas presión, y hasta cierto punto incluso llegarán a comportarse como Estados de facto independientes, que en muchos aspectos vivían casi al margen de lo que sucedía en la URSS en su conjunto. Pero por otro lado, si bien obtuvieron cierto reconocimiento internacional, este fue muy limitado, y por mucho que las autoridades centrales hubiesen desistido en intentar frenar o acabar con las aspiraciones bálticas por medio de la ley o por medio de la fuerza, en las repúblicas bálticas seguía habiendo presencia de fuerzas del ejército, de la policía y del KGB, y si bien no del todo (pues las repúblicas bálticas ya habían creado sus propios cuerpos policiales), en líneas generales la URSS seguía manteniendo el monopolio de la fuerza en los países bálticos.

El 19 de agosto de 1991 algunos miembros del gobierno y del KGB que defendían una línea comunista dura, con apoyo de una parte del ejército, dan un golpe de Estado contra Mijail Gorbachov (hasta entonces, la máxima autoridad de la URSS). Pero finalmente, el 21 de agosto el golpe de Estado acaba fracasando debido a que Yeltsin, el presidente de la RSFS de Rusia, se opone al golpe, con apoyo de una parte importante de la población y de otra parte del ejército. Pero Yeltsin no estaba dando un contragolpe, sino que estaba dando su propio golpe de Estado, y se acaba imponiendo no solo frente a los golpistas, sino también frente a Gorbachov. Tras contraponer el poder de la RSFS de Rusia, la más grande y el centro de la URSS, al poder central soviético, éste se va a debilitar enormemente y dejará de tener autoridad, y en este momento comenzará el proceso de desintegración de la URSS.

Tras el fracaso del golpe de Estado el 21 de agosto, las repúblicas bálticas emitirán declaraciones en las que volverán a reafirmar su independencia de la URSS. Por su parte, Boris Yeltsin, que ahora tenía casi más autoridad que un Gorbachov humillado y debilitado, emitirá una orden en la que reconocerá a las repúblicas bálticas (con quienes, recordemos, había acordado una “alianza” en enero de 1991) en nombre de Rusia y presionará a Gorbachov para que haga lo mismo en nombre de la URSS. Finalmente, la propia URSS acabará reconociendo la independencia de las repúblicas bálticas el 6 de septiembre. Y aquí hay que remarcar que, al contrario que el resto de repúblicas soviéticas que adquirirán su independencia (la anhelasen o no) como consecuencia de la desintegración de la URSS el 25 de diciembre de 1991, las repúblicas bálticas adquirirán su independencia tres meses antes de la disolución de la URSS (si bien en ese momento ya estaba en proceso de desintegración), y su independencia será reconocida por la propia URSS, constituyendo un caso único de este tipo entre todas las repúblicas soviéticas.

Una vez reconocidas por la URSS, las repúblicas bálticas no tardarían en ser reconocidas por buena parte de la comunidad internacional, y serán admitidas como miembros de pleno derecho en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Los países bálticos son plenamente independientes. Conclusiones

Un día 6 de septiembre de 1991, Estonia, Letonia y Lituania finalmente alcanzaban su independencia de la URSS. Sin caer ni en la demonización ni la idealización de la Revolución Cantada, se puede decir que el proceso de independencia de los países bálticos fue, en líneas generales, bastante pacífico, si bien numerosas medidas que tomaron las nuevas autoridades nacionalistas fueron ilegales y anticonstitucionales (según la legislación soviética vigente), y todo eso a pesar de que la legislación de la URSS (que, recordemos, ya no se podía calificar de abiertamente autoritaria, y en su conjunto avanzaba hacia la democracia de la mano de Gorbachov), aunque ciertamente no lo pusiese fácil, reconocía el derecho a la autodeterminación y establecía unos pasos a seguir para separarse de la unión. Desde luego, e incluso teniendo en cuenta lo que sucedió en Vilna y en Riga en enero de 1991, no se produjo ningún derramamiento de sangre a la escala de los que se produjeron en Nagorno-Karabaj o en Georgia. Además, en las consultas que se celebraron en febrero y en marzo de 1991, buena parte de la población de las tres repúblicas apoyó la independencia de sus respectivas repúblicas con un amplio margen, por lo que no se puede dudar de la voluntad de las mayorías de los pueblos estonio, letón y lituano a favor de la independencia de sus respectivos países.

Sin embargo, si bien no se puede dudar de la legitimidad de la independencia de los países bálticos, las políticas discriminatorias hacia las minorías eslavas que han llevado a cabo Estonia y Letonia tienen poco de legítimas y democráticas, y sí bastante de xenófobas y excluyentes. En Estonia y en Letonia se aprobarán leyes que otorgarán la ciudadanía únicamente a aquellos estonios y letones cuyos antecesores hubiesen vivido en estas repúblicas antes de su anexión a la URSS en 1940, lo cual privaba de la ciudadanía a buena parte de la población eslava (rusos, ucranianos, etc.) que habían emigrado a las repúblicas para trabajar entre 1945 y 1991. El uso del idioma ruso en la esfera pública y a nivel de Estado se reducirá drásticamente. Al dejar de ser considerados ciudadanos, estas personas perderán su derecho a voto y a ser elegidos en las futuras elecciones. Además de sufrir una discriminación en el plano político y cultural, estas minorías se verán seriamente afectadas en el plano socioeconómico, pues al no ser considerados ciudadanos se verán excluidos de los procesos de privatización (en los que se repartían acciones de las empresas estatales entre los ciudadanos de las repúblicas). A mediados de los 90 se elaborarán leyes de naturalización que permitirán a los no ciudadanos (mayoritariamente de origen eslavo) acceder a la ciudadanía siguiendo un proceso determinado, si bien este no era del todo sencillo (entre otras cosas, implicaba aprobar un examen en el que se certificaba el conocimiento del idioma estonio o letón y residir una cantidad determinada de años en Estonia y en Letonia). En 1992, en Estonia, un 32% de los habitantes de Estonia no disponían de la ciudadanía estonia. En Letonia, en 1993 un 33,6% de los habitantes no disponían de la ciudadanía letona. Estos porcentajes se irán reduciendo a lo largo de los siguientes años, en parte debido a que parte de los no ciudadanos adquirirán la ciudadanía a través de procesos de naturalización y en parte porque parte de estos no ciudadanos acabarán migrando a Rusia u otros países (o acaben muriendo por causas naturales). A día de hoy, el porcentaje de no ciudadanos en Letonia se ha reducido a un 10,6%, mientras en Estonia se ha reducido a un 5,27%, lo cual demuestra que el problema se ha ido solucionando con el paso del tiempo, aunque no ha dejado de existir. También hay que volver a remarcar que estas políticas se han llevado a cabo en Estonia y Letonia, pero no en Lituania, donde ciertamente sí se han respetado plenamente los derechos de las minorías.

Una vez alcanzada la independencia de las repúblicas bálticas, durante los años 90, se marcará como objetivo transitar hacia una economía de mercado, y al igual que en otras repúblicas ex soviéticas, se aplicarán medidas liberales que inicialmente supondrán un duro golpe para la economía y para buena parte de la población, pues muchas fábricas acabarán cerrando y la mayoría de los ciudadanos verán como su nivel de vida acabará empeorando. No obstante, la situación experimentará una mejora a principios de los años 2000, pues la economía se acabará de reestructurar y mejorará la situación económica de Rusia (que entonces aún seguía siendo un socio comercial importante), repercutiendo también en una mejora en la economía de los países bálticos. En 2004 los tres países se convertirán en miembros plenos de la Unión Europea (y hasta el momento, en las únicas repúblicas ex soviéticas que han pasado a formar parte de la UE), y a partir de ese momento la economía de los tres países mejorará notablemente, si bien esta mejora se deberá en buena parte a la ayuda proporcionada por los fondos comunitarios y a cierto endeudamiento (más que a las propias capacidades económicas de las repúblicas bálticas). Estonia adoptará el euro como moneda en 2011, Letonia hará lo mismo en 2014 y Lituania lo mismo en 2015. Asimismo, las tres repúblicas pasarán a formar parte de la OTAN con la ampliación de la organización en 2004, completando de esta manera su integración euroatlántica. Pero la historia de los países bálticos desde su independencia hasta la actualidad ya es otra historia.

Y, en definitiva, esta es la historia (con todas sus luces y todas sus sombras) de la Revolución Cantada, y de cómo los países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, finalmente llegaron a obtener su tan ansiada independencia.

Referencias

[1] Manifestación en Moscú contra el uso de la fuerza en Lituania https://www.youtube.com/watch?v=WUHAmKQcr9M

[2] Entrevista a Mijail Golovatov https://www.youtube.com/watch?v=_JDDoygQqUI&list=LL&index=7

[3] Entrevista a Andrius Butkevičius

https://www.obzor.lt/news/n1610.html

[4] Entrevista a la periodista Galina Saposhnikova

https://www.rubaltic.ru/article/kultura-i-istoriya/15012018-tragediya-13-yanvarya-v-litve-proizoshla-iz-za-naivnosti-gorbacheva-i-bezumiya-landsbergisa/

Bibliografía

Historia de Letonia. Del Imperio Ruso a la URSS. Lyubov Mijalovna Vorobeva

6 años que conmovieron al mundo. Helene Carrère

Los Nuestros. Reportaje del periodista Alexander Nevzorov sobre los sucesos de Riga y Vilna

La independencia de los países bálticos y la cuestión rusa. Paper del doctor en historia por la Universidad de San Petersburgo Vadim Musayev

Historia del OMON de Riga https://imhoclub.lv/ru/material/rizhskij_omon_mezhdu_molotom_i_nakovalnej

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