Una empresa china se convierte en un Estado dentro del Estado: “importa” trabajadores vietnamitas y los explota, mientras que el gobierno de Serbia mira para otro lado.
Por Diego Gómez / La tinta
En la portada del periódico serbio NOVA, en su edición del 21 de noviembre, se publicó una caricatura en la que se encontraban dos Aleksandar Vučić (presidente del país). Un Vučić se presentó vestido formalmente, como jefe de Estado, dando un discurso en el que dice “Kosovo no está en venta”, y el otro, bizarramente uniformado y con una bolsa de billetes en la mano, sostenía: “Pero Serbia está en oferta”. Esta caricatura intenta dar cuenta de la hipocresía del gobierno, que posee un discurso de reclamo soberano en relación a la cuestión de Kosovo, mientras que la República de Serbia está abierta a la llegada de todo tipo de capitales, especialmente los que provienen de China, que se manejan con absoluta libertad y, en muchas ocasiones, sometiendo a los trabajadores a condiciones de explotación absoluta.
Para intentar explicar cómo para el gobierno serbio, y para tantos otros gobiernos, es posible articular el reclamo de soberanía territorial con la entrega del territorio nacional a la explotación del capital foráneo, es preciso, por un lado, hacer un poco de historia y, por el otro, entender que el capital no pertenece a ninguna patria ni respeta las soberanías nacionales. Todo lo contrario: más bien las construye y las utiliza.
Breve repaso histórico sobre Kosovo y el nacionalismo burgués
Kosovo y Metohija es una región que se encuentra en el centro/sur de los Balcanes. En la actualidad, limita con Serbia, Montenegro, Macedonia y Albania. Como buena parte de la península balcánica, estuvo durante siglos bajo dominación otomana. En el caso de Kosovo, la presencia turca se mantuvo hasta la finalización de las Guerras Balcánicas, en el comienzo de la segunda década del siglo XX.
Una de las consecuencias más importantes de la presencia otomana en la región fue el proceso de islamización de buena parte de la población. La mayoría de los habitantes de Kosovo que hablaban albanés adoptaron al islam. Mientras que quienes hablaban serbio no lo hicieron y mantuvieron la fe cristiana ortodoxa. Esta circunstancia histórica fue la condición de posibilidad para el surgimiento, a finales del siglo XIX, de las nacionalidades serbia y albanesa. Lo que distinguía a unos de otros eran el hablar una lengua indoeuropea, eslava y profesar un culto religioso cristiano oriental (los serbios), y hablar una lengua indoeuropea, originaria de la región, y cultivar la religión del profeta Mahoma (los albaneses).
Pero hablar serbio o albanés, tanto como profesar la religión cristiana ortodoxa o el islam, no los convierte en serbio y albanés, en el sentido moderno del término. Es decir que no los convierte en ciudadanos cuya obligación última, entre tantas otras, es ir a la guerra para defender la patria. Para que hablar un idioma y profesar una religión se transformen en nacionalidad, debe de existir una cocinera o cocinero que, a fuego lento, cocine estos dos ingredientes. Es decir: deben existir ciertas condiciones históricas y, por lo tanto, materiales, que tengan la facultad de transformar un idioma y una religión en una identidad política.
En el sentido de lo dicho arriba, se puede decir que los alzamientos contra el Imperio Otomano, iniciados a principios del siglo XIX, fueron generando las condiciones para el surgimiento y consolidación de una burguesía y una monarquía serbias. La retirada del Imperio Otomano, la cada vez mayor penetración del capital y la existencia de una clase propietaria terrateniente se convirtieron en las condiciones de posibilidad para el surgimiento y consolidación de la burguesía serbia. Pero no sucedió lo mismo con quienes hablaban albanés y profesaban el islam. En este caso, fue la existencia de la burguesía serbia la causa del surgimiento de la nacionalidad albanesa. El nacionalismo albanés nació como respuesta al hegemonismo de las clases propietarias serbias en Kosovo.
Durante muchos siglos, quienes hablaban albanés y profesaban el islam, y quienes hablaban serbio y eran fieles cristianos, convivieron en el mismo territorio. Y es muy probable que el bisnieto de un bisabuelo musulmán haya terminado siendo un fiel cristiano, tanto como la nieta de un cristiano se haya terminado casando con un fiel de Mahoma. Y probablemente algunos de los judíos que, escapando de los reyes católicos españoles encontraron asilo en los Balcanes otomanos, se hayan transformado al islam, al catolicismo o al cristianismo ortodoxo. Pero seguramente muchos seres humanos que habitaron Kosovo, antes de la llegada del capitalismo, nunca hayan tenido la necesidad de reconocerse como albaneses, serbios, cristianos ortodoxos o musulmanes. Tan solo eran campesinos, lejos estaban de ir a escuela a aprender la historia del país y de reverenciar a los héroes de la nación, y lejos estaban de ir a la guerra para defender las propiedades de los dueños de la patria.
El “truco” estatal
En Serbia, desde hace más de una década, se encuentra en el poder político el Partido Progresista Serbio, cuyo líder, Aleksandar Vučić, se ha ido consolidado como una de las tres figuras políticas más importantes del país, junto con Slobodan Milošević y Zoran Đinđić, luego de desintegración de la República Federativa Socialista de Yugoslavia, a principios de la década de 1990. El movimiento político liderado por Vučić podría ser caratulado de centroderechista, con una retórica nacionalista en lo que a Kosovo se refiere. Y a grandes rasgos, se podría decir que no está dispuesto a ceder la soberanía de Kosovo como requisito principal para poder ingresar a la Unión Europea (UE).
Pero la cuestión de Kosovo, en los hechos, sirve para ocultar toda la entrega del territorio soberano a cualquier tipo de inversión capitalista foránea. Es decir, se lucha por la patria que no se tiene y se ofrece la que se tiene. Aquí puede verse claramente el truco de magia que suelen hacer las clases dirigentes de los países tercermundistas para ocultar que el capital no tiene patria y no respeta las fronteras estatales. Pues parecería ser que si el capital es nacional, o extranjero, pero controlado por el gobierno del Estado-nación, no generaría explotación y desigualdad. Así es que, como la ideología nacionalista “lucha” contra el imperialismo y no contra el capitalismo, se trata de recuperar el territorio para la nación (burguesa) en manos del imperialismo (burgués).
Pero la dicotomía nacionalismo versus imperialismo oculta la relación social central que rige al modo de producción capitalista: la explotación del hombre por el capital. Y para desgracia de las clases dirigentes de los nacionalismos tercermundistas (de izquierda o derecha), la soberanía nacional no resuelve el problema central que el capitalismo genera, sino que lo oculta.
Había una vez en la República de Linglong
El 30 de marzo de 2019, el presidente Vučić declaró, en la ceremonia de colocación de la primera piedra de la fábrica china de neumáticos Linglong, en Zrenjanin, que se trataba de la mayor inversión en Vojvodina, por un valor mayor a 800 millones de euros, y que toda Serbia se beneficiaría del emprendimiento económico. El titular de Linglong, Wang Feng, en la misma ceremonia, sostuvo que la construcción de la fábrica de neumáticos en Zrenjanin era importante para promover el desarrollo global de la compañía, y que además iba a contribuir al avance económico de Serbia.
Pero dos años después, la situación parece no ser tan idílica: al menos, desde la óptica de aquellos que están trabajando para levantar la fábrica. Pues Linglong parece que se ha ido convirtiendo en un Estado, con sus propias leyes, dentro de otro Estado. Sucede que para levantar la fábrica llegaron, a comienzos del verano europeo, 500 trabajadores vietnamitas y hace unos días se conocieron las dramáticas condiciones de existencia en las que trabajan y viven.
El 17 de noviembre, los 500 trabajadores realizaron una huelga total, con el fin de cambiar las condiciones inhumanas en las que se encuentran. Viven en barracas frías, mal ventiladas y con electricidad intermitente. Algunos de ellos se intoxicaron debido a que el sistema de abastecimiento de agua de Zrenjanin no es potable desde hace ya 17 años. Si faltan al trabajo, cualquiera fuese el motivo, no reciben la paga del día. Sus pasaportes están en manos de la empresa desde que llegaron a Serbia y el salario no lo reciben ellos, sino que es dirigido a su país de origen.
Ante esta situación, distintas organizaciones políticas y de derechos humanos serbias comenzaron a acercarse a los trabajadores y denunciar la condición de esclavitud en la que se encuentran. Zoran Stojiljković, el presidente de la Unión de Sindicatos Independientes de Serbia, declaró al periódico NOVA que “la situación de estos trabajadores es obviamente catastrófica. No hay duda de que se trata de trabajo esclavo, sin ningún tipo de derechos. La precarización de los trabajadores vietnamitas es absoluta. Ya hemos realizado la denuncia en la Federación Internacional del Trabajo y, al mismo tiempo, estamos brindando toda nuestra asistencia a los trabajadores”.
El mismo periódico realizó una serie de preguntas a uno de los trabajadores vietnamitas:
“NOVA (N): ¿Esto es un baño?
Vietnamita: Sí.
N: ¿Puedo entrar?
Vietnamita: Sí.
N: ¿Este es el único baño que tienes?
Vietnamita: No, tenemos otro así.
N: ¿Tienes agua caliente?
Vietnamita: Tenemos, pero solo hay suficiente agua caliente para cinco personas.
N: ¿Hay 500 de ustedes aquí y solo hay agua caliente para cinco personas al día?
Vietnamita: Aquí somos 500 y solo cinco tienen suficiente agua caliente. Es lo mismo en el otro baño.
No tardaron en comprender lo que la gente de Zrenjanin sabía desde hace 17 años: que el agua que beben es peligrosa para su salud.
Vietnamita: Mire cómo se ve el agua limpia.
N: ¿Usas esa agua para beber?
Vietnamita: No, no puedo beber esa agua, pero algunos la hierven y luego la beben.
Quizás por beber el agua no potable algunos se enfermaron. En una habitación improvisada, porque no tienen médico, se acomodan a los enfermos. Esta gente, según cuentan, también era pobre en Vietnam, pero aquí, dicen, las condiciones son aún peores.
Vietnamita: No tenemos agua, no tenemos electricidad, todo está sucio. Los baños son lo peor de todo. ¡No tenemos nada! Hay muchos problemas. Intentamos hablar con los chinos sobre el agua y nada. Quiero volver a Vietnam.
N: ¿Quieres volver?
Vietnamita: ¡Sí! Y eso antes del invierno, porque no hay calefacción en las barracas. Acabo de llegar, no sé qué frío hará, nunca he visto nieve.
N: ¿Nunca en su vida?
El vietnamita responde: Nunca”.
Por su parte, la primera ministra del gobierno serbio, Ana Brnabić, sostuvo lo siguiente: “Al principio, el problema de la fábrica de Linglong era la protección del medio ambiente, ahora todo el mundo lo ha olvidado y se ha centrado en los trabajadores de allí, pasado mañana habrá algo nuevo. Linglong será la fábrica más grande de la ex Yugoslavia. Y creo que los ataques tienen como objetivo desprestigiar las inversiones chinas en nuestro país”.
El presidente del país, en declaraciones a la prensa con motivo de la inauguración de una fábrica en Boysen, en Subotica, sostuvo: “¿Qué quieren, destruir una inversión de 900 millones de dólares? Si la inspección encuentra que las condiciones son malas, creará nuevas condiciones, no hay necesidad de una persecución. Si los vietnamitas necesitan ayuda, los ayudaremos, pero no atacaremos a los inversores”.
Por su parte, el alcalde de Zrenjanin, Simo Salapura, dijo que lo más importante para la gente de Zrenjanin, así como para el gobierno local, es que la empresa china Linglong empleará a 1.200 nuevos trabajadores: “También es importante que, como consecuencia de esta inversión, se va a construir la autopista de Zrenjanin a Belgrado, y que entonces la ciudad obtendrá 600 millones de dinares al año, a partir de los cuales se podrán construir jardines de infantes, carreteras y nuevos espacios verdes”. Cuando se le preguntó si las condiciones en las que se encontraban los 500 trabajadores vietnamitas dedicados a la construcción de la fábrica eran las adecuadas, sostuvo que esa cuestión no era responsabilidad del gobierno local, sino de los inversores y de quienes los contrataron para trabajar.
Una derrota anunciada
El capital, a diferencia de los Estados-nación, no tiene fronteras ni se rinde ante el folclore y los héroes patrios. No va a elecciones, cada dos años, para elegir presidente o legisladores. Nunca tiene que presentarse como soldado para luchar por la tierra en la que vive. El capital va suelto de cuerpo, libre de las ataduras ideológicas del nacionalismo burgués.
¿Y su par antagónico? La clase obrera tiene fronteras y se rinde ante el folclore y los héroes patrios. Va a elecciones, cada dos años, para elegir presidente o legisladores. Siempre tiene que presentarse como soldado para luchar por la tierra en la que vive. La clase obrera no va suelta de cuerpo, está presa de las ataduras ideológicas del nacionalismo burgués.
Entonces, cuando los trabajadores vietnamitas se ven obligados a abandonar la tierra en la que nacieron, con el fin de trabajar para poder reproducir sus condiciones de existencia, se encuentran en una desventaja absoluta. No tienen las herramientas necesarias para poder enfrentarse al capital chino tanto como a su aliado, el Estado-nación serbio. Están solos, tan solos como están millones y millones de trabajadores a lo largo del mundo. Pero la soledad es un problema que puede resolverse cuando los explotados y oprimidos del mundo comiencen a hacer a un lado las condiciones de alienación que las fronteras nacionales generan. Esto que hoy en día luce como una utopía puede no estar tan lejos como parece. Una prueba de ello es la constante apelación al discurso nacionalista, a la retórica patriótica de las clases dirigentes de cada Estado-nación.
Aleksandar Vučić debe decir que Kosovo no está a la venta para legitimar la venta de Serbia. Pero la venta de Serbia no es la venta de la patria serbia (esa invención burguesa de fines del siglo XIX): es tan solo la legitimación de las relaciones de producción capitalistas en el territorio de la república de Serbia. Y la llegada e hiper-explotación de los trabajadores vietnamitas, es la forma más rentable de reproducción del capital.
Se el primero en comentar