La moción fracasada y todos sus padres

Por Luis Aneiros

España es ese país con la ya arraigada tradición de presentar mociones de censura imposibles de conseguir. En 1980, el PSOE lo hacía contra el gobierno de Adolfo Suárez y sabiendo que no contaría con los apoyos parlamentarios necesarios. En 1987, Alianza Popular hacía lo mismo contra Felipe González, aun sabiendo que la mayoría absoluta de la que gozaba el gobierno socialista en el Congreso de los Diputados dejaba la moción en un acto simbólico, a la par que necesario. En junio de 2017 Podemos se echa a la espalda la responsabilidad de presentar ante los españoles la verdadera cara del gobierno de Mariano Rajoy, sin contar con apenas respaldo, ni siquiera el de los socialistas, que consideraron la moción fuera de tiempo, no por el bienestar de los españoles, sino por los graves problemas internos que atravesaba el PSOE en aquellos momentos, inmerso en unas primarias a cara de perro. Y ahora, por fin, Pedro Sánchez decide presentar la más que imprescindible y sanitaria moción, condenada también al fracaso desde el minuto uno.

Pero esta vez no podremos echar mano de las matemáticas parlamentarias para explicar el fracaso de la moción, sino que la única causa de ese final será la mezquindad de nuestros políticos. Tenemos, sin lugar a dudas, la generación más deplorable posible de responsables políticos. Los que deberían de ser líderes y generadores de ideología son tan solo productos de marketing y de consumo fácil. Los intereses de los partidos están tan alejados de los ciudadanos, que se gobierna y se hace oposición a golpe de maza de juez. No importa lo que hacen ni lo que son. No importa lo que representan ni los valores que transmiten. Tan solo importa lo que digan los jueces de todo ello, porque una sentencia es un argumento sólido, algo contra lo que lo que no se puede opinar en voz muy alta para no ser acusado de injerencia en la Justicia. Cuando una sentencia dice que el partido del que emana el gobierno ha cometido un delito, el presidente de dicho gobierno reniega de su mismo partido e intenta separar indecentemente el uno del otro, haciendo un ejercicio de tomadura de pelo colectiva y de calificar al pueblo de bobos útiles.

La oposición cómplice, la que echa espumarajos por la boca cuando se lleva a los tribunales a un presidente autonómico o a un exministro, y amenaza con retirar los cobardes apoyos con los que sostiene el sistema corrupto, se echa a un lado cuando llega el momento de tomar decisiones. Albert Rivera está en política para rescatar a los poderes económicos de la torpeza de un PP plagado de ineptitud y codicia. Albert Rivera necesita que el Partido Popular conserve el mayor apoyo popular posible dentro de su descalabro, porque una previsible victoria en las próximas Generales de Ciudadanos, sin mayoría absoluta, no le serviría de nada si no puede contar con un número suficiente de escaños del PP. Si apoya una moción al gobierno actual, contaría con una más que posible venganza o, en el mejor de los casos, una lista de exigencias insoportable para poder llegar a la presidencia el próximo año.

Solo sirve reconocer los errores cometidos como pueblo, envolverse en la verdadera bandera de España y sacar a los balcones los colores de la libertad y la democracia reales, no los del miedo al coco con coleta.

IU Podemos habla de un apoyo sin condiciones a la moción presentada por Sánchez, pero los socialistas no se creen esa incondicionalidad. Saben que la única combinación posible pasa por aliarse con IU Podemos y los nacionalistas, teniendo que explicar unas negociaciones con aquellos a los que atacaron frontalmente con su apoyo a la aplicación del artículo 155 en Cataluña. ¿Cómo se explica que quienes eran hace tres días un peligro para la estabilidad de España sean hoy quienes pueden garantizar un gobierno estable de esa misma España? Y a la izquierda, ¿cómo le explica Pedro Sánchez que ahora sí es necesario echar al PP del gobierno y de las instituciones corruptas, pero no lo era el pasado año? ¿Era necesaria una sentencia como la de la Gürtel para saber lo que ocurría en España? ¿No nos han enviado claramente el mensaje de que era más importante solucionar los problemas internos del partido que los de la sociedad española? ¿No es también su situación particular el motivo para presentar en estos momentos esa moción, en vista de lo que las distintas encuestas muestran como intención de voto de los españoles? ¿No es frenar  el ascenso de Ciudadanos y de Podemos el único motivo que les lleva a tomar esa iniciativa? Seguimos siendo la excusa, no el objetivo. La corrupción y el retroceso de libertades y derechos no es motivo suficiente para que nadie se mueva, sino su imagen como producto de consumo. “Cómanme a mí, que estoy más bueno” es el mensaje. “Bébanme a mí, que refresco más” es el eslogan. La composición cualitativa del producto y sus efectos para la salud de los “consumidores” no importa a nadie.

Suma de escaños para la moción de censura de Pedro Sánchez

Y, cuando se anteponen los intereses personales y de partido a los del pueblo, es imposible el entendimiento. Los nacionalistas buscan ahora humillar a quienes los quisieron humillar a ellos, y su apoyo será, sin duda, demasiado caro para el PSOE. El de Ciudadanos es imposible por una cuestión de lealtad ideológica dentro de la rivalidad electoral. Y Podemos lleva una cara B en su discurso de “no condiciones”, que aparecerá en el momento oportuno (y el PSOE lo sabe). Por eso, por la mezquindad de todos, por su codicia, por una hipocresía estética que esconde el fin de las ideologías, la moción de censura presentada por el PSOE fracasará.

Y permítame, estimado lector, que me dirija ahora a usted personalmente para plantearle una cuestión importante: ¿es usted consciente de que, por mera cuestión estadística, el 46 % de quienes estaban en las manifestaciones por las pensiones, o de quienes ahora llaman ladrones a los condenados por la Gürtel, el 46 % de quienes corean consignas a favor de una educación y una sanidad públicas de calidad y de quienes dicen “que todos son iguales”, son votantes del PP o de Ciudadanos? ¿Se da usted cuenta de que el 46 % de los españoles que participaron en las Generales de 2016 ya sabían de las prácticas mafiosas y corruptas de cientos de miembros del partido del gobierno, pero aun así les votaron a ellos o a sus cómplices en aquella ocasión? De manera que, no miremos para otro lado, no suspiremos aliviados porque los jueces nos han hecho el trabajo… Los españoles que votaron al PP y a C’s son los responsables de la impunidad en la que se bañó el PP, son sus cómplices necesarios. No sirve ahora lavarse las manos y volver a empezar, solo sirve reconocer los errores cometidos como pueblo, envolverse en la verdadera bandera de España y sacar a los balcones los colores de la libertad y la democracia reales, no los del miedo al coco con coleta.

2 Comments

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.