La mala praxis de la enseñanza superior española al enseñar qué es el comunismo (Parte III)

Este artículo pone punto y final a la serie que comenzamos en el mes de octubre, esperando haber sido lo suficientemente serios y minuciosos como lo exige el tema. Pensamos que una trilogía era el medio más adecuado para llevar a cabo la labor de síntesis deseada, aunque por cuestiones de simplicidad no hemos podido abarcar todos los puntos o asuntos en discusión, ya que esa labor llevaría a dedicar muchas más horas tanto al lector como a quien humildemente les dedica estas líneas.

Por Manuel del Valle

Una vez realizada esta breve aclaración, les animamos a continuar formándose en el sentido aquí comenzado, realizando un estudio serio basado en las diversas fuentes disponibles.

Hay que dejar de equiparar al nazismo con el comunismo

Quienes se atreven a comparar el régimen nazi con el comunismo no solo realizan una falacia, sino que incluso, me atrevería a decir, mienten y tergiversan los hechos de forma deliberada por temor a que la clase trabajadora tome conciencia y reclame lo que legítimamente les pertenece. Recordemos en este sentido las palabras de Thomas Mann:

“Colocar en el mismo plano moral el comunismo ruso y el nazifascismo, en la medida en que ambos serían totalitarios, en el mejor de los casos es una superficialidad; en el peor, es fascismo. Quien insiste en esta equiparación puede considerarse un demócrata, pero en verdad y en el fondo de su corazón es en realidad un fascista, y desde luego solo combatirá el fascismo de manera aparente e hipócrita, mientras deja todo su odio para el comunismo”.

Normalmente, las personas interesadas en realizar dicho símil se agarran al Pacto de No Agresión germano-soviético de 1939, con lo cual argumentan que ambos “regímenes” tenían facilidades para llegar a acuerdos y poder dividirse esferas de influencia. No obstante, en 1939 la URSS no tenía otra alternativa para evitar una guerra con Alemania, un conflicto al que no podría hacer frente con garantías al menos hasta 1942.

No obstante, estas personas olvidan que las potencias democráticas occidentales pactaron con Hitler en numerosas ocasiones y no nos atreveríamos a equiparar el nacionalsocialismo con las democracias burguesas. Así, en 1933 permitieron que Alemania dejara de pagar las deudas de guerras, violando lo establecido en el Tratado de Versalles; también dejaron que Hitler aumentara y reforzara el ejército sin ningún tipo de límites, al igual que consintieron la remilitarización de Renania en 1936; por si no fuera bastante, Hitler apoyó abiertamente a Franco en la Guerra Civil española, mientras que británicos y franceses optaron por no intervenir para evitar un conflicto mayor, abandonando a su suerte a la joven República; en 1938 se produjo el Anchluss, la unión con Austria; en 1939, con la excusa de salvar la paz, los futuros aliados permitieron en la Conferencia de Múnich que Alemania se anexionara los Sudetes, región de Checoslovaquia; más tarde, no hicieron nada para evitar que una parte de aquel país fuera incorporada a Alemania y otra, sirviera para crear un estado satélite; como también cedieron  en lo referente a la anexión del territorio lituano del Memel, considerado como una región más de la lejana Prusia Oriental.

Además, Stalin pretendía realizar una gran alianza con Reino Unido y Francia para poder oponerse a la política expansionista de los nazis, pero el temor de los aliados a un conflicto y su constante permisividad ante los hechos protagonizados por Hitler hicieron inviable tal unión. Por tanto, Stalin sabía que la URSS no estaría preparada para una guerra contra Alemania hasta 1942, por consiguiente este es el contexto en el que se debe enmarcar el Tratado de No Agresión. En esta situación, debemos desterrar cualquier consideración acerca de una posible entente entre ambas naciones para repartirse Europa, ni siquiera para repartirse Polonia, ya que el Ejército Rojo solo hizo efectiva la cláusula del Tratado cuando el estado polaco fue vencido y con el fin de evitar la aproximación del ejército alemán a la frontera soviética, lo cual acabó siendo esencial para retrasar el avance alemán en la Operación Barbarroja.

Por otra parte, por cómo se enseña la historia de la Segunda Guerra Mundial parece que el conflicto fue ganado por EEUU, una labor a la que ha contribuido enormemente Hollywood con una serie de películas “maravillosas”. Sirva de ejemplo Salvar al Soldado Ryan, que si bien refleja de manera muy acertada el desembarco en la playa de Omaha, el resto de la película nos lleva a pensar que un puñado de estadounidenses pueden acabar prácticamente solos con la guerra, pero, permítanme la licencia, cuando Tom Hanks llega a las playas de Normandía la guerra estaba más decidida que la Liga francesa. No obstante, desde comienzos del siglo XXI el cine ruso ha realizado grandes películas sobre la Gran Guerra Patria, aunque no son tan conocidas para el gran público.

Pasando a los hechos, se calcula que más del 70% de los soldados alemanes que lucharon durante la Segunda Guerra Mundial lo hicieron en el frente del Este y fueron derrotados por el Ejército Rojo. Las dos batallas más importantes del conflicto y que cambiaron el curso de la contienda fueron Stalingrado (1942-1943) y Kursk (1943), sin olvidar la importancia que tuvo rechazar el avance sobre Moscú (1941-1942). En Stalingrado murieron más alemanes y aliados del Eje que en todo el frente occidental junto, mientras que en Kursk (la batalla de tanques más grande de la Historia) Alemania perdió su capacidad ofensiva frente a la Unión Soviética. Por otra parte, la campaña final que acabó con el III Reich no fue el Desembarco de Normandía, sino la Operación Bagration, ya que fue el inicio de la invasión a Alemania entre el 22 de junio y el 31 de agosto de 1944.

En total, Alemania sufrió en el frente oriental casi 4.300.000 muertos y sus aliados perdieron 938.000 hombres, mientras que el número de prisioneros se elevó a más de 2.300.000 y 1.100.000 respectivamente.

Todo esto nos lleva a concluir con dos mitos muy repetidos:

  1. No existe alianza entre ambos sistemas más allá del color rojo de la bandera.
  2. La de derrota de las fuerzas nazi-fascistas solo fue posible gracias al sacrificio del Ejército Rojo.

El desarrollo tecnológico del capitalismo es inalcanzable para un sistema socialista

Muchas personas consideran que en la Unión Soviética la tecnología brillaba por su ausencia, a pesar de los niveles industriales presentados en el primer artículo de esta serie. Esta idea proviene de la imagen icónica del hombre llegando a la luna y de décadas de burda propaganda, un método que no resultará nada nuevo como venimos expresando.

En 1949, la URSS, liderada por Stalin, consiguió desarrollar con éxito la bomba atómica, por lo que EEUU perdió el monopolio de un arma con la que quería amedrentar al estado obrero por excelencia. Alguien puede decir que si bien esto es un hito importante, es comprensible porque todos los recursos se pusieron a disposición de la industria pesada y militar, en consecuencia el desarrollo tecnológico se limitaría a este campo, pero de la misma forma este argumento de perogrullo es fácilmente desmontable.

En nuestro mundo y modo de vida actual la telefonía móvil es fundamental. Dicho esto, fue el ingeniero electrónico Leonid Kuprianóvich quien desarrolló a finales de los años 50 un sistema de telefonía inalámbrica, precursor del actual teléfono móvil. Así en 1961 presentó un teléfono que cabía en la palma de una mano y pesaba solo 70 gramos, llamado APN. También es importante reseñar la invención del microondas, tradicionalmente atribuida a Percy L. Spencer en 1945, pero cuatro años antes los hornos microondas empezaron a producirse en la URSS, si bien la invasión nazi provocó que su producción en masa fuese relegada en favor de la industria militar. De la misma forma y contemporáneamente al desarrollo tecnológico de EEUU, en la URSS aparecieron ordenadores personales y portátiles, sistemas de audio portátiles, juegos electrónicos como el tetris, etc.

Por otra parte, la victoria en la carrera espacial se ha relacionado con la llegada a la luna conseguida por la NASA. Esto es otra grosera manipulación, puesto que en 1957 la URSS puso en órbita el primer satélite en el espacio, el Sputnik, así como al primer ser vivo, la perra Laika. Dos años más tarde, Yuri Gagarin se convirtió en la primera persona en viajar al espacio, mientras que Valentina Tereshkova fue la primera mujer en 1963. En 1965, Alexei Leonov se convirtió en el primer ser humano en “caminar libremente” por el espacio. Tres años antes que Neil Armstrong pisara la luna, la URSS consiguió que la sonda Luna 2 aterrizara de manera exitosa en el satélite de la Tierra. Los triunfos de la carrera espacial soviética continuaron tras 1969, ya que un año después aterrizaba en Venus la nave Venera 7, mientras que en 1971 la primera estación espacial fue puesta en órbita casi al mismo tiempo que la nave Mars 3 pisó la tierra del planeta rojo.

Por último, relacionado con nuestra actualidad más inmediata podemos hablar del plan de vacunación que el virólogo soviético Viktor Zhdanov presentó en la ONU para acabar con la viruela, una enfermedad mucho más mortífera que el COVID 19 y que afectaba a millones de personas al año. Este plan se aprobó en la XI Asamblea de la OMS en 1958, aportando la Unión Soviética más de 25 millones de dosis para vacunar a las personas de los países más pobres, las cuales eran más propensas a contraer la patología. Fue la primera vez en la Historia que el ser humano conseguía erradicar una enfermedad.

La URSS desapareció porque su economía era insostenible

En la primera parte de esta trilogía ofrecimos un gráfico en el que se podía observar el crecimiento del PIB en la Unión Soviética. Solo la política de Gorbachov impidió que aquella evolución continuara. La Perestroika fue un virus para la economía soviética. Aun así, al desaparecer la URSS y penetrar el capitalismo salvaje la economía empeoró mucho más, millones de rusos perdieron sus puestos de trabajos, las empresas estatales fueron vendidas a precio de saldo a empresarios que hicieron su fortuna en los años siguientes, ya que los beneficios que antes recibía el estado acabaron por percibirlos los nuevos dueños, siendo uno de los casos más ejemplares el de Roman Abramovich, propietario del Chelsea y a quien se le calcula un patrimonio de más de 11.000 millones dólares (Revista Forbes, 2018).

La sanidad, ejemplo de universalidad, se privatizó en muchas de sus ramas, que junto con el paro disparado en los primeros años de la Rusia capitalista implicó un grave empeoramiento de los niveles de vida para la mayor parte de la población.

Sin embargo, ¿querían los habitantes de la URSS vivir en otro estado? En marzo de 1991 se realizó un referéndum en los siguientes términos:

“¿Usted considera necesaria la preservación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como una federación renovada de repúblicas soberanas iguales en la que serán garantizados plenamente los derechos y la libertad de un individuo de cualquier nacionalidad?”

Los resultados fueron reveladores, puesto que en la consulta participó el 80% de los habitantes llamados a expresar su opinión, es decir, 148,5 millones de ciudadanas y ciudadanos soviéticos votaron en el referéndum. De esta cifra, más del 76% votaron a favor de la conservación de la Unión Soviética, lo que se traduce en 113 millones de votos afirmativos.

Nueve meses después, los intereses de los “demócratas” acabaron con la URSS, llevando la contraria a los deseos de la ciudadanía, por consiguiente no es extraño que después de ello aumentaran las grandes fortunas aprovechando las grandes y excelentes infraestructuras industriales privatizadas, pero tampoco podemos descargar de culpas a Gorbachov, el gran y último responsable. Incluso el golpe de estado protagonizado por una parte del Partido Comunista se interpretó como una muestra más de las prácticas autoritarias del comunismo, pero en realidad fue un intento desesperado de auténticos comunistas por conservar su Estado.

Además, si tan mala fue la URSS ¿por qué las últimas encuestas reflejan un deseo mayoritario para que vuelva? En 2016, el 66% de los rusos se lamentaban de la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, una circunstancia que los medios y los anticomunistas rápidamente se han encargado de catalogar como un hecho de nostalgia, rechazando cualquier tipo de reflexión sobre las condiciones materiales que rodean a las rusas y rusos en los últimos 15 años.

Por último, para aquellos que sostienen que el comunismo es incapaz de imponerse en unas elecciones “libres” en un país desarrollado, tenemos varios datos que ofrecer. En 1945, en Francia la victoria electoral fue para el Partido Comunista, pero de Gaulle mostró su oposición a la nueva constitución y hubo que repetir las elecciones. En 1995, en Rusia venció el Partido Comunista Ruso, pero solo la unión del resto de los partidos de la oposición impidió que los comunistas volvieran al poder tras la cacicada de los “demócratas”. Recordemos también, que en las elecciones de este año en Rusia, el Partido Comunista ha conseguido su segundo mejor resultado, aunque todavía lejos del logrado en 1995.

Todos estos aspectos analizados hasta el momento son tratados en los diferentes niveles educativos de este país, pero de una manera muy diferente y con una metodología distinta al que hemos seguido, sin ofrecer una visión completa que pueda poner múltiples interrogantes al tiempo que pueda hacer tambalear todo lo que creíamos saber sobre el comunismo.

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