La mala alimentación causa una de cada cinco muertes en el planeta

Carlos Sánchez Fernández
Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública

Recientemente (3 de abril de 2019), The Lancet, revista médica británica, ha realizado un estudio en 195 países del mundo en el que se concluye que la falta de alimentos y los alimentos poco saludables están relacionadas con 11 millones de muertes al año.

Esto quiere decir que dentro de los 57 millones de personas que mueren anualmente en nuestro planeta, una de cada cinco muere por una mala alimentación, tanto por falta de alimentación como por un exceso de alimentos poco beneficiosos. Por lo tanto, una alimentación no saludable es responsable de más muertes que el cáncer, que se sitúa en 8,2 millones por año, el tabaco con 7 millones de defunciones, los infartos, con 5,5 millones o la obesidad, con 2,8 millones por año, todos datos de la Organización Mundial de la Salud.

Para establecer las diferencias entre buenos y malos alimentos, se estableció que la dieta saludable debe contener un alto contenido en vegetales, frutas, nueces y semillas, legumbres, granos integrales, calcio, fibra, ácidos grasos omega 3 y grasas polinsaturadas. Por el contrario, la dieta nociva es la que abusa de carne procesada, carne roja, bebidas azucaradas, grasas trans y sal.

En 2017, año del que proceden los datos del informe, no sólo 11 millones de personas fallecieron por culpa de la mala alimentación, sino que además se le pueden atribuir 255 millones de DALYs (número de años perdidos debido a enfermedad, discapacidad o muerte prematura). El elevado consumo de sal es responsable de 3 millones de muertes y 70 millones de DALYs, el bajo consumo de granos (fibra) lo sería de 3 millones de muertes y 82 millones de DALYs, mientras que el bajo consumo de frutas lo sería de 2 millones de muertes y 65 millones de DALYs.

El estudio elabora un desglose de los 195 países estudiados. España ocupa en el puesto número 3 respecto a menos muertes por la alimentación, con un total de 89,5 personas por cada 100.000 habitantes. Por delante sólo encontramos a Francia (89,1) e Israel, en primera posición (88,9). La lista la cierra Uzbekistán, con 891,8 muertes, seguido por Afganistán (750,5).

Si ponemos la lupa en España, veremos que es el país al que menos le afecta el consumo de sal y el segundo en impacto de los ácidos grasos trans, aunque es de los países que más afecta el consumo de carne procesada, en el puesto 155 de 195, en el 168 de carnes rojas y el 151 por el consumo de leche.

Hace tiempo que se conoce que la mortalidad y la enfermedad no están solo relacionadas con el sistema sanitario, sino que hay otros aspectos que son mucho más importantes, los llamados determinantes sociales de la salud que la OMS define como las circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido el sistema de salud. Esas circunstancias son el resultado de la distribución del dinero, el poder y los recursos a nivel mundial, nacional y local, que depende a su vez de las políticas adoptadas. Los determinantes sociales de la salud explican la mayor parte de las inequidades sanitarias, esto es, de las diferencias injustas y evitables observadas en y entre los países en lo que respecta a la situación sanitaria.

La definición del tema la realizo el Informe Lalonde en 1974 en el que se hacía hincapié en la importancia de cuatro grandes causas en la muerte y la enfermedad:

El medio ambiente, los factores ambientales físicos, biológicos, de contaminación atmosférica, de contaminación química, tanto del suelo, agua y aire, y los factores socioculturales y psicosociales relacionados con la vida en común,

Los estilos de vida, es decir los hábitos personales y de grupo de la alimentación, actividad física, adicciones, conductas peligrosas, actividad sexual, utilización de los servicios de salud, etc.

La biología humana que hace referencia a aspectos genéticos y los relativos a la edad de las personas.

Y por fin la atención sanitaria que tiene que ver con la calidad, accesibilidad y financiamiento de los servicios de salud que atienden a los individuos y poblaciones.

La importancia de este estudio del Lancet es doble, primero porque pone cifras a un hecho ya conocido, la alimentación inapropiada es un importante problema de salud. Y segundo, la importancia de políticas públicas de prevención que pueden ser mucho más efectivas para la salud que otras encaminadas sólo a actuar sobre enfermedades previsibles, pero que tienen mayor protagonismo en nuestros sistemas sanitarios porque de ellas obtienen beneficios las multinacionales (tecnológicas, farmacéuticas, etc.).

Otra cuestión a tener en cuenta es cómo la industrialización agroalimentaria está fomentando el consumo de alimentos peligrosos para la salud, y como las políticas de precios favorecen el consumo de estos alimentos, que (el estudio no lo analiza) tienen mayor impacto sobre los grupos social, económica y culturalmente más desfavorecidos.

Igual deberíamos reclamar con más fuerza unas políticas que fomenten una alimentación saludable y favorezcan el consumo de frutas y vegetales, y eso se hace desde la información, educación para la salud, la promoción, la regulación de la cantidad de sal o grasas trans que llevan los alimentos, y las políticas fiscales (bajando o quitando el IVA a los alimentos sanos y aumentándoselo a los que no lo son).

Se el primero en comentar

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo no será publicada.




 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.