La madre guarda silencio

Y como se trata de mujeres (por todos es conocida la disposición femenina a someterse libremente a condiciones leoninas con tal de ayudar, cuidar, apoyar, máxime si se trata de mujeres sin recursos) y no de hombres, como lo que se vende es la maternidad y no la paternidad, el encaje es mucho más fácil y por eso los promotores tienen clara la consigna: sigamos adelante con el negocio que, país a país, medio a medio, gobierno a gobierno, todos entrarán por el aro y acabarán aceptándolo. Al tiempo.

Por Reme Madrona

Un caso mediático ha invadido estos días portadas y cabeceras de todos los medios y ha obligado a pronunciarse a los grandes partidos políticos de este país sobre la mal llamada gestación subrogada, eufemismo que alude al alquiler de mujeres para que se embaracen, paran y entreguen su hijo a cambio de una compensación económica o, según algunos predican, por altruismo o solidaridad.

Si la manipulación creciente que llamamos ventana de Overton no hubiese operado en esta cuestión, todo el mundo seguiría pensando que la maternidad es una realidad biológica determinada por el parto, que madre es la mujer que gesta y da a luz un hijo, incluso cuando la mitad que le corresponde del “material genético” no es suyo, incluso cuando después de ese proceso, el hijo se separa de la madre por la causa que sea y es adoptado por otra mujer que pasa a ser su nueva madre.

Los motivos por los que la dichosa ventana se desplaza a grandes saltos en este asunto es el de siempre: el dinero.

La industria de los vientres de alquiler genera anualmente en todo el mundo más de 10.000 millones de dólares (14.000 en 2022 según laSexta). En un sistema capitalista como el nuestro, el mercado no puede parar de crecer, y para ello debe diversificarse, inventar productos nuevos y nuevos clientes.

El  nicho de mercado que suponen las parejas infértiles demandantes de técnicas de reproducción asistida es demasiado pequeño para un negocio con grandes expectativas e increíbles avances biotecnológicos. Una vez logrado que se aceptara la “ovodonación”, que se impusiera “el respeto al ejercicio de la libertad” de las mujeres jóvenes para dejarse bombardear con hormonas, les urgía incluir el alquiler de vientres dentro de las técnicas de reproducción humana para aumentar los beneficios y recoger los frutos de tanta inversión en investigación científica, asesorías legales, centros médicos y propaganda mediática.

Pero la gestación y el parto de un ser vivo no son una técnica. Cualquier vivípara de cualquier periodo ha gestado y parido sin aprendizaje. Otra maniobra del sistema y sus voceros que prospera.

Y como se trata de mujeres (por todos es conocida la disposición femenina a someterse libremente a condiciones leoninas con tal de ayudar, cuidar, apoyar, máxime si se trata de mujeres sin recursos) y no de hombres, como lo que se vende es la maternidad y no la paternidad, el encaje es mucho más fácil y por eso los promotores tienen clara la consigna: sigamos adelante con el negocio que, país a país, medio a medio, gobierno a gobierno, todos entrarán por el aro y acabarán aceptándolo. Al tiempo.

América latina no ha dejado de ser nunca un objetivo. Hace poco fue Cuba (Cuba: ala que no remonta su vuelo). En estos días le toca el turno a Colombia.

La Corte Constitucional de Colombia ha obligado al gobierno a regular la gestación subrogada a raíz de una sentencia tristísima, la T-275-22 de 1 de agosto de 2022, que  en sus Antecedentes resume así el caso del que se ocupa:

El señor Mauricio (en adelante, el accionante) solicitó a la EPS Sanitas el reconocimiento y pago de «licencia de paternidad por un tiempo equivalente al número de semanas que le es otorgado a las madres en la ley», con el fin de dedicarse al cuidado de su hija recién nacida en ese momento. Como sustento de dicha solicitud, el señor Mauricio explicó a la EPS que su hija había nacido mediante la figura de «gestación subrogada» y que, por ende, él es «padre único y cabeza de familia». No obstante, la EPS únicamente le autorizó licencia de paternidad por 14 días. En consecuencia, el señor Mauricio presentó acción de tutela en contra de EPS Sanitas, por considerar que la negativa de reconocerle la licencia de paternidad por el término que la ley dispone para las licencias de maternidad (18 semanas) vulneró sus derechos fundamentales al mínimo vital, a la vida en condiciones dignas, a la igualdad, a la familia y a la licencia de paternidad.

La sentencia relata de la siguiente manera las circunstancias en las que Mauricio (todos los nombres son ficticios) se convierte en padre:

El 30 de septiembre de 2020, el señor Mauricio celebró un contrato de prestación de servicios de salud de tratamientos de fertilidad con un centro médico de fertilidad y genética. En virtud de este contrato, el centro médico se comprometió a «prestar un servicio médico con el objetivo de lograr un embarazo», para lo cual realizaría «una fecundación in vitro con óvulos de donante». Así mismo, el accionante afirmó que, el 19 de noviembre de 2020, celebró «contrato de maternidad subrogada» con «la gestante subrogada» para que esta «gestara a [su] bebé hasta el nacimiento». Al respecto, explicó que la «gestante subrogada» «no tiene ningún vínculo genético con la menor [de edad]».

Una vez nacida la bebé Amalia, “fue registrada ese mismo día con el señor Mauricio como único padre”. La sentencia no menciona renuncia alguna de la madre. Ella constaba en el certificado de nacida viva de la niña, lo que le permitió solicitar la licencia por maternidad, pero no en el registro civil.

Resulta que, tremenda locura, la compañía sanitaria le otorgó el pago correspondiente a la licencia por maternidad a la madre solicitante (18 semanas remuneradas) y al padre solo el permiso que le correspondía por paternidad (14 días).

Lorena, la madre invisible, desprovista de su condición y convertida casi en sospechosa por haber solicitado la licencia de maternidad (vaya usted a saber si esa posibilidad no constituía una promesa en ese desconocido contrato que firmó) “guarda silencio” sobre el caso, sobre sus condiciones socioeconómicas, que le son requeridas por la Corte al igual que al padre, y sobre la licencia que cobró y posiblemente se viera obligada a devolver.

En suma, la señora Lorena tenía derecho al pago de un auxilio por incapacidad, pero no al reconocimiento de licencia de maternidad. Lo primero, porque el puerperio requiere un tiempo mínimo de 6 semanas para la recuperación física de la mujer y esta condición la inhabilita para laborar […] Lo segundo, debido a que en ella no confluyeron las condiciones de haber dado a luz y ser madre.

…en el registro civil de nacimiento de la menor el accionante aparece como único padre; la señora Lorena no es la madre de la menor Amalia, sino que se limitó a gestarla y darla a la luz.

Respuesta de la señora Lorena.

Vencido el término para responder, la señora Lorena guardó silencio.

No es madre, gestó y parió una niña, pero la criatura es solo del padre.

Al final el padre consigue su permiso extendido por maternidad y su hermana y su madre le cuidan a la niña mientras él da clases en la universidad.

Lorena, nombre ficticio de la madre, guarda silencio.

La sentencia termina con estos dos RESUELVE:

EXHORTAR al Gobierno nacional para que, en los próximos seis meses desde la notificación de esta sentencia, presente ante el Congreso de la República un proyecto de ley orientado a regular la «maternidad subrogada» en Colombia.

Y

EXHORTAR al Congreso de la República para que legisle sobre la maternidad subrogada en Colombia.

Con unos meses de retraso, el gobierno de Colombia ha presentado su Proyecto de ley 345/23 por el que el alquiler de mujeres-madres pasará a llamarse formalmente “subrogación uterina para la gestación”.

La artimaña y la distorsión siguen su curso.

Como en el resto del mundo, en Colombia un puñado de mujeres pelea por todos los medios para que no se haga realidad esta distopía. Son las “feminazis”, como las llaman algunos.

Cuesta creer que este proyecto sea archivado como lo fueron todos los que pretendían prohibir la práctica de la maternidad subrogada, pero al menos estas mujeres, muchas mujeres, no guardarán silencio.

Por tantas Lorenas, madres invisibles y silenciadas, que cumplen el mandato de afirmar la paternidad de otros, nosotras, las feministas, no guardaremos silencio jamás.

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