La lucha por la independencia de Papúa Occidental

Por Angelo Nero

En el siglo XVI navegantes españoles y portugueses arribaron a la isla de Nueva Guinea, poblada desde la antigüedad por los papúes, descendientes de los primeros pobladores de Oceanía, aunque permanecieron en la costa, estableciendo enclaves comerciales, hasta que cedieron el monopolio del comercio, en 1648, a la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales. Con la quiebra de esta, en el siglo XVIII, la isla fue partida en dos, la mitad occidental pasó a formar parte de las Indias Orientales Holandesas, hasta su descolonización, al final de la segunda guerra mundial, para ser nuevamente colonizada por Indonesia, en 1963, que la anexionó oficialmente en 1969, con la denominación de Irian Occidental (en 1973 pasaría a llamarse Irian Jaya), tras un referéndum –irónicamente llamado  “Acto de libre elección”- en el que sólo votaron mil personas seleccionadas y monitorizadas por el ejército indonesio, de una población que, entonces, rondaba el millón de habitantes.

La parte oriental de la isla, Papúa Nueva Guinea, fue colonizada por los alemanes en el siglo XIX, y ocupada por Australia en la primera guerra mundial, de quien se independizó en 1975. Esto no le libró de sufrir un violento conflicto interno, ya que desde 1988 hasta 1997, la población de una de sus islas, Bougainville, inició una revuelta independentista, que dio origen a una cruenta guerra, que provocó 20.000 muertos en los enfrentamientos entre el ejército y la policía papúes y el Bougainville Revolutionary Army. No fue hasta 2001 que se firmó el acuerdo definitivo de paz, que reconocía el derecho de autodeterminación de la isla, lo que dio lugar al referéndum de independencia de 2019, cuyo resultado fue favorable a la independencia en un 98%.

Pero regresemos a Papúa Occidental, donde no ha cesado la lucha de los papúes por su independencia, así como la fuerte represión indonesia, con numerosas denuncias de torturas y ejecuciones de militantes independentistas, a pesar de un tímido gesto de los ocupantes, como fue la ley de descentralización, impulsada por el presidente Abdurrahman Wahid, que, en 2001, concedió una autonomía muy limitada a la provincia. La resistencia comenzó desde los primeros días que siguieron a la invasión indonesia, y en 1970 se formó un grupo guerrillero, el Movimiento de Papúa Libre (Organisasi Papua Merdeka, OPM), que hostigó al ejército de ocupación y atacó a las empresas que llegaron a la isla para tomar sus tierras y sus recursos, especialmente a la estadounidense Freeport, que abrió la mina de oro y cobre de Timika, la más grande del mundo, y una de las principales fuentes de recaudación tributaria indonesia. Armados con poco más que arcos y flechas, la OPM libró una guerra de guerrillas contra el moderno ejército indonesio, respaldado además por Occidente, a lo largo de varias décadas.

Tras la caída del dictador Suharto, en 1998, se abrió una breve esperanza para el pueblo de Papúa Occidental, volvió a ondear la bandera de la Bintang Kejora (la estrella de la mañana), la enseña independentista, y se celebró un gran congreso, con cientos de delegados de tribus de toda la isla,  en el año 2000 que se reafirmó como una nación independiente. Pero esto no generó otra reacción por parte de Indonesia que una brutal represión, con miles de arrestos –algunos simplemente por izar la bandera secesionista o por participar en manifestaciones- y cientos de ejecuciones, entre los que se contó al carismático presidente del Consejo del Presidium de Papúa, Theys Eluay. No hay cifras oficiales, pero se estima que entre cien mil y medio millón de papúes han sido asesinados, y miles han sido encarcelados, torturados y violados por el ejército y la policía indonesia desde 1969.

En 2008 se creó una nueva organización, el Comité Nacional para Papúa Occidental, que ha dio un nuevo impulso al movimiento independentista, con grandes manifestaciones, una gran  implantación en toda la nación y una sólida red internacional de solidaridad. Su presidente, Mako Tabuni, fue asesinado por la policía indonesia, en 2012, mientras muchos de sus militantes y simpatizantes eran encarcelados, enfrentándose a largas condenas, ya que, solo por ondear la Estrella de la Mañana, te pueden condenar a más de diez años de prisión. Mientras la población local seguía amenazada, las multinacionales arrasaban su tierra mediante la tala de sus bosques, la explotación intensiva de su minería y agricultura, deforestando también sus bosques para establecer plantaciones de palma aceitera dedicadas a los biocombustibles.

El Ejército de Liberación Nacional de Papúa Occidental (TPNPB) declaró en 2015 “la guerra total contra Indonesia”, rechazando cualquier negociación que no incluyera el derecho de autodeterminación de Papúa Occidental, intensificando la actividad guerrillera, los sabotajes y atentados contra militares y policías indonesios, y contra las empresas extranjeras que espolian la isla. A lo que el gobierno indonesio volvió a responder con una nueva represión, tanto es así que, recientemente, el presidente indonesio, Joko Widodo, designó oficialmente a los separatistas como terroristas, después del asesinato de un general, responsable del espionaje en Papúa, acción reivindicada por el TPNPB, mientras su portavoz, Sebby Sembom, rechazada tal designación: “El mundo sabe que luchamos por la libertad”.

El pasado 1 de noviembre, el Movimiento Unido de Liberación de Papúa Occidental (ULMWP) proclamó el gobierno en el exilio, con el fin de lograr un referéndum y acabar con el Genocidio Silencioso al que está sometido, desde la ocupación indonesia, su pueblo. Su presidente, Benny Wenda, solicitó, desde Londres, ayuda a China, después de décadas de abandono de occidente, y del apoyo a Yakarta de Australia, que entrena a sus fuerzas antiterroristas.

Papúa Occidental, a pesar de su riqueza natural, sigue siendo una de las provincias más pobres de Indonesia, y la más militarizada, con graves problemas de desnutrición infantil y frecuentes epidemias. Este pueblo de origen melanesio, más relacionado con las islas del este, Vanuatu y Salomón, que con Indonesia, quiera volver a ondear, en libertad, la Estrella de la Mañana, como un estado independiente que pueda decidir, en paz, sobre su futuro.

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