La insostenibilidad del sistema público de pensiones desde el marxismo político

Por Luis BM

Para debatir sobre la sostenibilidad del sistema público de pensiones español hay que partir de una serie de premisas: cómo funciona y qué efectos tiene sobre el sistema económico. Su funcionamiento se ha comparado acertadamente con el de un esquema Ponzi, pues los ingresos que se entregan a los antiguos trabajadores lo generan los pagos de los trabajadores actuales. De hecho, en la práctica se traduce como un impuesto al trabajo o a la contratación. Es indiferente sobre quién recaiga legalmente la retención impositiva −empleado o empresario−, el resultado económico es un menor atractivo de la contratación. Actualmente, el gasto en pensiones supone el 43% del gasto público y se espera que siga en aumento por el envejecimiento de la población, lo que es imposible que pueda financiarse con tan pocos trabajadores y con unos salarios tan bajos. El cuadro se completa con el siguiente dato de 2016: la pobreza es mayor entre la población que trabaja que entre la que recibe una pensión, 13,1% y 11,2%, respectivamente, según datos oficiales.

Acto seguido, cabe plantearse qué se persigue. Si lo que se desea es seguir contando con un sistema público de pensiones y, en general, un Estado de bienestar tal y como lo conocemos, en el marco de una economía de mercado abierta y competitiva, entonces les deseo buena suerte, porque es no es posible. El problema económico se ha hecho aparente y se ha trasladado a los medios de comunicación desde el momento en que los gastos de la Seguridad Social han superado a sus ingresos, pero eso no tiene mayor importancia. Lo relevante es que el lastre que supone para la rentabilidad del capital se vuelve insostenible, como se ha demostrado históricamente. Si se pretende hacer caso omiso a la evidencia y seguir con el actual sistema habría que centrar todos los esfuerzos en reducir los gastos e imaginar formas más eficientes de gestión y de atención pública, sanitaria, etc., para ganar tiempo.

Sin embargo, si se aspira a una organización científicamente planificada de la economía basada en la priorización de las necesidades de la sociedad en su conjunto estamos ante buenas noticias porque lo insostenible que es este sistema se revela para todo el que lo quiera ver. Que el pacto social que firmaron los sindicatos europeos a mediados del siglo pasado con los empresarios está muerto porque no se puede sostener bajo la lógica de la rentabilidad de la explotación del trabajo ajeno.

El pacto social que firmaron los sindicatos europeos a mediados del siglo pasado con los empresarios está muerto.

Los máximos interesados en dar este mensaje de ruptura deberían ser los que, generacionalmente, firmaron aquel pacto social: los que más beneficiados se han visto en sus vidas por ello y los que más tienen ahora que perder. Son, precisamente, quienes sostienen con sus votos a los más inmovilistas: quienes pretenden en público que se puede seguir alargando ese pacto, PP y PSOE. Ciudadanos, por su parte, es de esperar que represente un papel reformista en el sentido de aligerar la carga que suponen las pensiones. Podemos y cía., claro, hablan a los soñadores; a un puñado de yayoflautas y varios millones de jóvenes a los que no ofrecen ni una pizca de verdad, pero sí lo que quieren escuchar: “sonreíd porque sí se puede”. Es como decir “todo es posible si lo hacemos de muy buen rollo”. Pero no, aun en el improbable caso de que la izquierda progresista parlamentaria impusiera su programa de gobierno y consiguiera reducir el desempleo y aumentar los salarios, el sistema público de pensiones seguiría suponiendo una fenomenal losa sobre el sistema económico.

Cuál debería ser entonces el discurso de los partidos progresistas sobre las pensiones excede del ánimo de esta pequeña reflexión. Lo que sí parece claro es que el camino de una organización que aspire a transformar la realidad debe empezar por conocerla y transmitirla tal y como es, o no se acercará a su objetivo más que por casualidad. Y los procesos históricos no los explican las casualidades −ni los significantes vacíos− sino las causalidades.

1 Comment

  1. Esto no es marxismo; es neoliberalismo puro: todo son determinantes económicos, ¿y la política, qué pinta en este análisis? SEÑOR DEL MARXISMO POLÍTICO, LAS PENSIONES SON UNA CUESTIÓN POLÍTICA, NO ECONÓMICA, HAY DINERO SUFICIENTE!!!!

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