Por Iria Bouzas | Ilustración de SrPotatus
Por cada avance de libertades que la lucha por los derechos civiles consigue, aparece al tiempo un retroceso. Y estos pasos atrás se llevan a cabo cada vez de forma más enrevesada y torticera.
Dicen que el mayor engaño del diablo es hacernos creer que no existe. Y también dicen que no es más que un pensamiento paranoico el creer que existen grupos de poder interesados en fomentar estos retrocesos sociales. ¿Qué quieren que les diga? Pero ¡Habelos, hailos!
A las élites del poder no les interesan ciudadanos felices, libres y críticos. Es prácticamente imposible manipular a una persona feliz y desde que se abolieron la esclavitud y la servidumbre, aquellos que para alzarse en poderosos necesitan someter a una gran cantidad de personas tienen que trabajar un poco más duro que antes para lograr esta sumisión a través de la manipulación en vez a hacerlo a través de la coacción.
Y aquí nos encontramos. En pleno Siglo XXI, viviendo en una sociedad empodrecida de basura propagandística que haría las delicias del mismísimo Joseph Goebbels por su refinamiento y su nivel de éxito penetrando en nuestros sistemas de valores.
Quizás uno de los mayores éxitos de estos propagandistas de la infelicidad , es hacernos creer que nuestros males están dentro de nosotros mismos y que es a nosotros a quienes debemos odiar y contra quienes debemos luchar.
Maltratar psicológicamente a una persona por tener una minusvalía física sería condenado socialmente, pero en cambio llevamos años sometidos a una campaña incesante de presión mediática de unos supuestos cánones estéticos, que nos ha convencido de que es lícito maltratar a alguien por no tener los cánones que se consideran “normativos”
Los ideólogos de todo esto son realmente muy inteligentes. No hay cadena que en el mundo que nos ate más y que sea más indestructible que las que creamos dentro de nuestras cabezas.. Mientras haya personas luchando cada día contra ellos mismos y su propia existencia, no estarán en las calles luchando contra la injusticia y la indignidad de unos pocos.
¡Es el plan perfecto!
No hay que olvidar que cualquier campaña de manipulación de masas, necesita de un buen número de personas sin un ápice de pensamiento crítico dispuestas a lanzarse en la dirección que les indiquen.
Así, las personas gordas tienen que soportar día tras día el acoso en la calle, en el trabajo, en las redes sociales e incluso dentro de sus familias, de indigentes morales que se creen legitimados para destrozarles su autoestima sólo porque les han enviado a por “el diferente” y el diferente a día de hoy es el gordo, el feo, el viejo o el que no sigue las convenciones estéticas establecidas.
Infelicidad, autoestima baja, depresión, falta de auto-aceptación….Todas palabras con connotaciones negativas que en cambio se convierten en positivas para aquellos que nos quieren manipular.
Infelices nos convertimos en consumidores. Nos volvemos pacientes. Somos usuarios y sobre todo, infelices nos quedamos encerrados en nuestras burbujas de dolor individual sin salir al mundo a exigir y a pelear por lo que consideramos justo.
Felices nos volvemos más empáticos. Una persona que se siente satisfecha dentro de su propia piel se siente más abierto y capacitado para comprender el dolor de los demás.
Personas felices, solidarias y luchadoras. Suena como la definición de una pesadilla para aquellos que permiten y fomentan la injusticia y el abuso.
Se escucha mucho hablar del concepto de “educación en valores” pero nadie habla de educar en la “aceptación de uno mismo”. Si conseguimos una generación llena de personas con una buena autoestima tendremos una generación llena de tolerancia, compasión y solidaridad y eso conllevará invariablemente una generación luchadora y valiente.
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