Texto: Filosofía Perdida | Ilustración: Iñaki y Frenchy
Tod@s conocemos a l@s apolític@s, esa gente cercana o lejana, ni de derechas ni de izquierdas, que no se quieren hacer notar en un discurso nien otro, que exigen sentido común, que el país funcione mejor, que no haya corrupción, pero tampoco que vengan a gobernarnos extremistas. Esa gente que no ha leído nunca la Constitución, pero lleva desde septiembre hablando del 155; esa gente que antes creyó que era horrible salirse del euro, a pesar de que podía verificar cómo su poder adquisitivo se ha dañado gracias a adoptar la moneda de Alemania; esa gente que desea poner muchos límites y restricciones a la inmigración que viene de África y América, pero que no considera emigración a l@s jóvenes que salen de nuestro país para poder tener un trabajo y vivir con dignidad. Sí, tod@s conocemos a esa gente de derechas.
El pensamiento de derechas, como también expresé cuando hablé sobre la gente que todavía hoy vota al PP, posee diversos grados de aceptación y credulidad, de convicción en las ideas y capacidad de asumirlas y expresarlas, pero la gente “apolítica” ocuparía el lugar más alto de aceptación de esas ideas y más bajo en el de capacidad de expresarlas. Quizás solo saben que no son de izquierdas por eliminación, porque si algo no quieren es acabar como los medios dicen que acaban lugares socialistas, como Cuba que, en contra de lo que dice la FAO y los informes de UNICEF, saben que hay hambre a pesar de no haberla visitado nunca. Esta gente no conoce los daños del sistema político que sufrimos, pero sabe todo de Venezuela sin haberla pisado nunca.
La gente apolítica sabe de todos los males que ha causado la izquierda porque están en los libros que nunca leyeron, pero no les preguntéis cuánta gente muere de hambre cada día gracias al sistema capitalista que defienden, cuánta pobreza tiene el país en que viven, o cómo podemos mejorar el mundo, porque en esos casos la respuesta es que no tienen ni idea; tampoco sabrán qué es la izquierda, pero la odian y desprecian sin más razón que encontrar en los medios y sus tertulias argumentos de barra de bar con los que negarse a razonar un poquito. Si tenéis la extraña suerte de compartir conversaciones con gente apolítica, algo habitual en quien tiene vida social, sabréis cómo cualquier pequeño déficit de coherencia en un político de izquierdas sirve para despreciar todas sus ideas: si Alberto Garzón se casa, hablarán una semana de los lujos de la boda del político por ser del PCE, donde su sueldo es el mismo que cualquier otro parlamentario del PP, pero nadie hablará de la lujosa boda de Pablo Casado con Aznar y Aguirre como gente invitada; si Pablo Iglesias come marisco, se hablará de ello como si hubiera cometido un delito, donde cualquier político de derechas se le permite hacerlo sin inconveniente. Resulta simpático pretender razonar con esta gente que despreciará a Irene
Montero por haber sido pareja de Pablo Iglesias y la insultará por lo que cobra, pero no le preguntéis qué le parece la vida que lleva Sofía de Grecia o Letizia Ortiz por haberse casado con alguien cuya familia fue impuesta por Franco para tener a perpetuidad la jefatura de estado y sus lujos. La gente apolítica sabe de todos los males que han señalado a UGT y CCOO y sus líderes, pero no le preguntéis por el encarcelado Díaz Ferrán, o las ayudas que recibe la CEOE, porque de eso nunca oyeron nada en su tertulia favorita.
Los medios de comunicación o, mejor dicho, las multinacionales y bancos que los financian con la publicidad, ya se han encargado de elaborar un precioso discurso para que la gente con muchas ganas de hablar pero pocas de tener una buena información, difundan a gritos el mensaje de “vivan las caenas” entre la masa que puede decidir entre políticas sociales o políticas favorables al 1% que acapara el 99% de la riqueza. Estos medios nunca cuestionan la vida del rey y el presupuesto de la casa real, como tampoco sancionan los errores y los horrores de l@s polític@s de derechas, incluso cuando informan de su corrupción, mientras que, a pesar de todos los esfuerzos por ser coherente que haga alguien de izquierdas, un simple fallo cubrirá minutos de televisión y radio como si debiera ir a la cárcel por gastar algo en ocio o divertirse.
La hegemonía de la derecha es tan insultante a nadie le extraña la ausencia de anarquistas en tertulias políticas, la ausencia de republican@s en los medios, la presencia de alguien como Inda en televisión o la omnipresencia de Marhuenda donde le llaman y donde no. Esta hegemonía hace que nunca se cuestione a la derecha y, aunque el líder del PP en Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, haya mentido descaradamente en su currículum y carezca de formación, no lo veréis en titulares; mientras tanto, todo el mundo echará en cara a Pablo Iglesias que no sea obrero y quiera defender a los obreros, y echará en cara a Diego Cañamero que esté en el congreso y no tenga formación universitaria y sea solo un jornalero. A la izquierda se le cuestionará todo, incluso incurriendo en esa contradicción, pero a la derecha no se le cuestionará nada, disculpándole hasta insultos a la propia ciudadanía; y, en medio de todo esto, validar un discurso de cambio no es solo mostrar estos errores, sino convencer a la gente apolítica de que razone cuando se niegan permanentemente a ello.
El gran reto de la izquierda no consiste (solo) en aprender a superar nuestras diferencias, y construir un bloque plural y único al que beneficie la ley electoral y consiga ganar elecciones a la derecha tricolor; el gran reto de la izquierda consiste en despertar conciencias, en el reto de quitar la pereza mental de la masa “apolítica” que no se pierde “el hormiguero”, que le cae bien Cárdenas y que le da sueño abrir un libro. El reto consistente en armarse de paciencia y argumentos para batallar cada día, incluso tras cada derrota, exponiendo poco a poco un razonamiento, aún en la lucha de arrancarnos las etiquetas prejuiciosas que nos ponen a todas, para arrancar aunque sea un voto incondicional cada una a esa derecha que nos oprime, roba y destroza a tod@s, a quienes nunca razonan y a quienes lo hacemos cada día.
La derecha y su adoctrinamiento. Costara decadas ir desplazando esa manipulacion a la verdad de las cosas. Los borregos solo ven la tele y escuchan la radio. Esa es su fuente de informacion y estos medios ya sabemos como se las gastan. Viven de engañar y manipular verdades a cambio de licencias y dinero.
Penoso y vergonzoso el panorama….
Gracias por el buen articulo.