La guerra que viví yo 2. Los héroes que defendimos Madrid

Si se convocara silencio por las víctimas del franquismo, estaríamos al menos 79 días, 6 horas y 6 minutos; los héroes fuimos miles

Por Víctor Arrogante

Se cumplen ochenta y cuatro años. El fascismo dio un golpe de Estado, contra la República legítimamente constituida. Provocó una guerra que duró tres años y estableció una dictadura de cuarenta. Fueron asesinadas y arrojadas a fosas comunes en cunetas, caminos o fuera de las tapias de los cementerios más de 114.000 personas que muchas siguen ahí. Si se convocara silencio por las víctimas del franquismo, estaríamos al menos 79 días, 6 horas y 6 minutos; los héroes fuimos miles.

En los días posteriores al golpe de Estado, y tras el fracaso de la rebelión en Madrid, con la caída del Cuartel de la Montaña y el de Campamento, la ciudad quedó bajo el dominio del Gobierno legítimo de la República. Desde el mismo instante, la toma de Madrid fue un objetivo para las tropas sublevadas. Durante el intervalo que va desde el golpe, hasta los primeros combates en noviembre, los golpistas recibieron material militar y tropas de la Alemania nazi y de la Italia fascista, mientras que el Gobierno republicano, pese a lo que se dice, no recibió nada de la Unión Soviética hasta el mismo inicio de la batalla. Nunca antes se había bombardeado una ciudad como objetivo civil; después se haría en diversas ciudades españolas y en Europa durante la Segunda Guerra.

Madrid estaba asediado por el ejército rebelde y en su interior el fascismo organizado acosaba y destruía. Defendimos como pudimos, con dignidad, dolor y mucho sacrificio vecinal. El romanticismo (también el compromiso), lo pusieron Capa y compañía desde el Hotel Florida. Mientras, las bombas caían en la Gran Vía y destruía, no solo la ciudad, sino las esperanzas de tanta gente al servicio de la defensa de Madrid y por la República. ¡Tres años!, que se dice pronto.

«El Gobierno ha resuelto, para poder continuar cumpliendo con su primordial cometido de defensa de la causa republicana, trasladarse fuera de Madrid, y encargar a VE la defensa de la capital a toda costa». Fue la orden emitida por el presidente del Consejo de Ministros Francisco Largo Caballero, al general Miaja, el 6 de noviembre de 1936. Han transcurrido ochenta y cuatro años, desde que comenzara la batalla por Madrid.

Para la ardua y casi imposible misión de defender Madrid del ataque rebelde, se constituyó la Junta de Defensa de Madrid, con facultades delegadas del Gobierno para la coordinación de su defensa, que debería llevarse al límite y «en el caso de que a pesar de todos los esfuerzos haya de abandonarse la capital, replegarse a Cuenca». Franco se contentó con dejar descansar a sus vanguardias en los arrabales y se puso a repartir por Europa invitaciones para asistir a la toma de Madrid, que era suyo, Cuenta Chaves Nogales en su relato de la Defensa de Madrid.

La defensa de Madrid se preparó en una noche. Se suponía que el gran ataqué vendría desde Carabanchel y Villaverde, donde estaban acuartelados cuarenta mi enemigos. En una operación de distracción, varias columnas avanzaron hacia el Puente de Segovia y el de Toledo. Pero el verdadero ataque se produciría por la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria hasta el Hospital Clínico, para caer sobre Madrid por Rosales, Marqués de Urquijo y Princesa, hasta llegar a la Plaza de España.

Se estableció una línea de defensa desde Villaverde-Entrevías, Vallecas, Puente de la Princesa, Carabanchel y carretera de Extremadura. La mayor fuerza en la Casa de Campo y Puente de la República −hoy Puente del Rey− y emplazamientos en el Puente de los Franceses, Humera-Pozuelo de Alarcón y Boadilla del Monte. Madrid quedó cercado, salvo la salida hacia levante, hasta marzo de 1939.

La defensa de Madrid fue posible, hasta que dejó de serlo, por el ardor del pueblo, que soportamos una guerra sin cuartel, frente al acoso fascista, con todo su poder militar de legionarios y regulares africanos y armamento alemán e italiano. José Miaja, general del ejército popular, hizo posible lo imposible: detener al enemigo en el Manzanares, tras feroces combates en la Ciudad Universitaria, en Vallecas y en el puente de Toledo. Sin Miaja, no se hubiera impedido la entrada de las tropas moras.

Cuando las tropas africanas llegaron, Madrid estaba defendido por fuerzas milicianas, poco operativas, sin organización y con escasos mandos profesionales. Pero Madrid no fue ocupada; entre todos los conseguimos. Se creó el Ejército Popular, que tomó el testigo de los voluntarios del Quinto Regimiento, y puso bajo su mando a las milicias anarquistas, socialistas y comunistas. La mancha de Miaja, fue su apoyo al golpe del coronel Casado. Tanto esfuerzo y sacrificio para que, sin luchar contra el enemigo y sin la «paz honrosa» que perseguía Negrín, se entregó Madrid al ejercito rebelde y vengativo. Cuánto lloramos aquellos acontecimientos.

−Me voy al frente Felisa, que llega el tranvía. Decía mi padre a mi madre, como si fuera a la cafetería Bolonia en Manuel Becerra donde trabajaba. −Ten cuidado con los obuses en la Gran Vía−. Víctor se pone correaje y cartucheras, coge el fusil, se calza el gorro con orejeras y marcha a las trincheras del Manzanares, las casas de Carabanchel o al Canto del Pico, en la sierra de Madrid. Hasta cuarenta mil combatientes defendieron Madrid y con ellos, los más de tres mil quinientos valientes de las Brigadas Internacionales; desde el Puente de los Franceses, la Ciudad Universitaria o la Casa de Velázquez, les veía luchar.

El general de la defensa de Madrid, recibe en su despacho −en los oscuros sótanos del Ministerio de Hacienda en la calle de Alcalá− el número de bajas. Caen centenares de hombres soldados; mujeres, niños y hombres civiles caen también, Las balas de las ametralladoras, los morteros y obuses enemigos arrasan vidas y destruyen barrios enteros. No hay armas bastantes y faltan municiones, pero no se retrocede. «No pasarán» gritábamos por las calles, con el puño en alto convencidos del poder popular. Pero pasaron: «ya hemos pasao, decían los fascista», con voz de Celia Gámez, tras tres años de lucha sin cuartel.

No fue una guerra civil, fue militar, por supuesto; el brazo ejecutor fueron militares desleales a su juramento en defensa de la República. Estaban implicados falangistas, monárquicos, la derecha conservadora más reaccionaria y la iglesia católica, que había oprimido al pueblo durante siglos. Tampoco fue un golpe doméstico, sino que contó con la Italia fascista y la Alemania nazi, que jugaron un papel determinante para el triunfo del golpe, con el suministro de dinero y armas. Para ellos fue un anticipo y preparación de la Guerra Mundial que provocaron.

Madrid se fortifica a la espera del día D y se prepara para luchar hasta la muerte. Diez mil defensores murieron o fueron heridos en Madrid y entre cinco y diez mil soldados del ejército de Franco murieron en el asalto que no pudo ser. En la retaguardia, la vida seguía su curso: el hambre se hizo costumbre y el biruji de Guadarrama curtía el cutis. Había que organizar el abastecimiento de alimentos, agua, electricidad y ropa de abrigo para los camaradas y compañeros, y crear un cuerpo de seguridad contra los paseos.

El Hotel Florida estaba en el esquinazo de la plaza de Callao con Gran vía, nombrada por el gracejo madrileño como avenida de los francotiradores. John Dos Passos, Antoine de Saint-Exupéry, André Malraux, Josephine Herbst, Lillian Hellman, e Ilya Ehrenburg fueron residentes del hotel. Hemingway y Gellhorn estaban con la República y buscaban material emocionante para escribir. Subían a la azotea, para ver a las tropas rebeldes que presionaban desde la Ciudad Universitaria y el Cerro Garabitas en la Casa de Campo. España estaba en guerra y Madrid sitiada; y no era una fiesta. El hotel Florida cayó por la piqueta de Carmen Franco, para construir Galerías Preciados; pocos se atrevieron a cuestionar esta operación inmobiliaria que hoy sus herederos y sucesores que gobiernan, siguen disfrutando del beneficio de aquellos expolios.

Discúlpenme que  recuerde a una heroína muy especial; no fue de Madrid, fue en Toledo, pero todo tuvo que ver. «Antonia Arrogante Carretero (de profesión sus labores) era natural de Cebolla y murió por asesinato el día 28/9/36. Lugar de muerte o condena: Toledo. TO-227o. (Asociación Víctimas de la Dictadura). Vivía en el Callejón de los Niños Hermosos, en la judería toledana. No me consta que fuera roja peligrosa. Tampoco las razones de los asesinos tras la liberación de El Alcázar. No se celebró juicio ni se dictó sentencia. Veo su cara perpleja y asustada y las caras de odio de los sacadores. Oigo el sonido seco de las descargas de los fusiles y el taac, taac de los tiros de gracia junto a un paredón en la vega del Tajo. Veo la cara descompuesta de mi padre al enterarse del suceso y su intento de suicidio con su pistola Astra 400.

Hasta cuarenta mil combatientes defendieron Madrid y con ellos, los más de tres mil quinientos voluntarios de las Brigadas Internacionales. Hubo héroes políticos y militares con decisión y arrojo; y hubo héroes del pueblo con no menos arrojo y decisión, que fueron determinantes para la defensa de Madrid. Todo fue inútil. Mis héroes: Víctor, Felisa, Luis, Teresa, Concha, Manuel, Rosario, Pepita y mi abuela Antonia Arrogante.

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